viernes, 18 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2020-11-25 05:42

Reingeniería a los procesos administrativos

Escrito por: Froilán Casas
 | noviembre 25 de 2020

Froilán Casas

Obispo de Neiva

En la historia reciente, el país del Sol Naciente, Japón, nos ha enseñado mucho. Haber perdido la guerra le sirvió muchísimo. Como que la buena vida cansa y la mala amansa. Es paradoxal, infortunadamente, el hombre aprende más de los fracasos que de los éxitos. Por centurias nuestra cultura ha sido paquidérmica; el Estado se ha caracterizado por ser muy lento a las repuestas exigidas por la realidad. Aquí en todo es apagar incendios, no prevenirlos. El ciudadano que paga impuestos acude a una entidad del Estado y encuentra tantos trámites que resuelve padecer los problemas. El Estado está atiborrado por tantos zánganos que solo vegetan y están prontos a salir a las calles a vociferar. Bravos con la marrana, pero con la morcilla no. Una de las causas de la violencia es la ausencia del Estado: pésimas vías, servicios públicos de mala calidad, hospitales sin la suficiente capacidad de respuesta, las escuelas públicas en paros permanentes y en las pruebas Saber, en los últimos puestos. Definitivamente en donde hay más trámites, mayor es la corrupción. Al funcionario público le encanta hacer difíciles los procesos, para hacerse necesario, no hacen expeditos los servicios y ahora con los llamados edificios inteligentes, ciudades inteligentes, todo on line, no se ven a los funcionarios. Cada vez se va volviendo más complicado encontrar personas, estamos llegando a una ciudad robotizada. Ya no me encuentro con personas, me encuentro con máquinas. ¡Qué deshumanización! ¿A dónde llegaremos? No olvidemos que el hombre resulta víctima de su propio invento. Una de las falencias de la llamada modernización del Estado es la engorrosa tramitomanía. Volvamos al Japón: de allí nos llegó la cultura de la CALIDAD TOTAL. El haberse levantado de las cenizas en la que lo dejó la conflagración mundial del 39-45, nos mostró de qué son capaces los nipones. La teoría de los Círculos de Calidad y la Teoría Z son una hermosa escuela de aprendizaje para aplicarlo en la empresa moderna, -bueno, no basta la letra, sin un cambio de conducta, todo quedará en el papel y en los buenos deseos-. Ellos nos han enseñado que sin ética no hay desarrollo. La clave de su éxito: el trabajo en equipo, la disciplina, la vida austera y la constancia en la tarea emprendida. ¡Ah! Lo más importante, la ética en la conducta individual y por ende colectiva. Aquí la mal llamada “viveza criolla”, nos tiene reducidos al más crudo subdesarrollo. Allá se hace mejoramiento continuo para incrementar la calidad del servicio, siendo eficientes en los procesos. Aquí la cultura del “vivo vive del bobo” nos tiene en la mayor pobreza. En nuestro medio, las empresas estatales eficientes son escasas. La mal manejada carrera administrativa ha fosilizado a las empresas del sector público, -obviamente las empresas del sector privado sin un control, se vuelven los más nefastos monopolios que expolian a los ciudadanos-. Hay que flexibilizar el Código Sustantivo de Trabajo en términos de las necesidades y nuevas respuestas que tienen que dar a los desafíos de cada momento. Las necesidades exigen achicar o ampliar las empresas en términos de cambios de puestos de trabajo.