La trampa del terrorismo
Carlos Tobar
En un acto demencial, que da la medida de la estupidez de quienes lo cometieron, un atentado terrorista segó tres vidas y dejó una decena de heridos en el Centro Comercial Andino de la capital del país. Fue una acción aislada de minorías recalcitrantes que, mediante el expediente de crear incertidumbre, miedo, temor…, pretenden amedrantar a las mayorías ciudadanas para, en medio del “río revuelto” obtenerpingües ganancias. Es un acto que todos los ciudadanos debemos rechazar y condenar con energía. Hay que cerrar filas para no permitir que estos degenerados sociales puedan lograr el más mínimo de sus objetivos. ¡No pasarán!
Porque ese crimen es un hecho inaceptable, también son cómplices de estos bandidos quienes pretendan, en un acto de fanatismo político, tratar de sacar partido de la desgracia ajena. No es posible que algunas personas, tan degeneradas como los autores del atentado, utilicen el hecho para o atacar al gobierno o condenar a los opositores del mismo. La polarización política en que han logrado dividir al país, los santistas y los uribistas–en cualquiera de sus vertientes– que, ahora están pretendiendo responsabilizar a la oposición o al gobierno del suceso desgraciado, terminan haciéndole el juego a los autores del despropósito.
La actitud correcta es crear un frente común para derrotar a los violentos. Todos como un solo puño, tenemos la obligación de cerrar filas en la defensa de la tranquilidad, la paz y la vida. Hay que imponer la idea de la civilidad, del uso de los métodos democráticos creados para buscar soluciones a los problemas que nos aquejan y dividen, sin matarnos. Por difíciles que sean las circunstancias, las normas que ha creado la humanidad en su proceso civilizatorio, deben ser acatadas por todos y usadas con juicio sereno en la difícil tarea de construir sociedad.
El acto cobarde del Andino nos retrotrajo a épocas aciagas que creíamos superadas. A aquellas jornadas de terror en las que el narcotráfico pretendió arrodillar al estado y a la sociedad colombiana. La firmeza de espíritu de las mayorías ciudadanas pudo más que los gigantescos recursos malditos del terror. Ya sabemos cómo se les puede derrotar. Estos dementes, son los rescoldos de la hoguera ilícita que debemos terminar de apagar, aislándolos, condenándolos, liquidándolos, sin darles la más mínima oportunidad de pelechar en nuestra tierra.
Cualquiera que crea que puede revivir la guerra, para usufructuarla en su propio beneficio, está profundamente equivocado. Que sepa que los ciudadanos de este país no toleraremos sus despropósitos insanos y criminales.
P.S.- La extraordinaria victoria del magisterio colombiano en su lucha incansable por una educación universal, de calidad y al servicio del pueblo, debe ser aplaudida por todos los colombianos. Obligar al estado y a los gobiernos que lo representan a discutir la reforma estructural del Sistema General de Participaciones, donde se asignan los recursos corrientes de la nación para educación, salud, saneamiento básico…, es decir, la parte destinada a la inversión social, es un logro inconmensurable. O, el inicio obligatorio de la enseñanza preescolar universal, una deuda de más de 20 años, debemos agradecerla los ciudadanos como un avance social sin precedentes. ¡Gracias, maestros!