viernes, 18 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2020-11-28 06:15

País de mendicantes

Escrito por: Amadeo González Triviño
 | noviembre 28 de 2020

Amadeo González Triviño

La dirigencia política institucional colombiana, al igual que los gobernantes de turno, desde el señor Presidente de la República y hasta el más alejado alcalde municipal en la provincia olvidada del extremo de nuestra patria, siguen convencidos de que somos un pueblo mendicante, que nos valemos en toda hora y momento, de propiciar, de generar y de recurrir a las obras de caridad para soliviar las angustias y todos los fenómenos que se producen como consecuencia de la desidia estatal en la solución de los problemas de las comunidades.

Las recientes avalanchas y desastres que la naturaleza ha venido propiciando en nuestras comunidades, como esta ola invernal, sumado al huracán de la islas turísticas más representativas de nuestro país, nos permiten comprender, analizar y entender, que somos pueblos abandonados a nuestra propia suerte y que todos los recursos que puedan llegar de la inversión privada o de la cosa pública y de la beneficencia extranjera, solo son medios para propiciar las desigualdades sociales, para preferir a unos pocos o para distraerse dichos recursos en manos privadas.

Argumentan muchos conocedores de la tragedia de Mocoa, que las millonarias donaciones se quedaron en el limbo. No hay obras y las comunidades sufrieron y siguen sufriendo su abandono por parte de los gobernantes. Armero nos recuerda que muchos sufrieron las consecuencias de una falta de previsión de asuntos que eran del conocimiento público, pero los gobernantes de entonces fueron incapaces de adoptar los mecanismos y las formas que pudieron haber minimizado los riesgos que se vivían.

La suma de situaciones que estamos conociendo en las Islas, es aterradora, como es posible que el punto turístico por excelencia de los colombianos, que la economía de la que viven cerca del noventa por ciento de sus habitantes, este girando en torno a un turismo que desde el Gobierno Central, se ha encargado de dejar al garete a esas comunidades, y ahora se conozca que no existía un hospital en Providencia, que no existían drogas o insumos para poder buscar una protección inmediata a sus comunidades. Fuera de todo lo que se advierte por sus propios habitantes, por sus propias comunidades ancestrales.

Todo esto tiene que sumarnos a una visión en conjunto de que mientras el Presidente de la República, siga amparado en cargar en su bolsillo una imagen sagrada para encomendarse al altísimo o a los representantes de Dios en las eternidades, o que burle a todo su equipo de seguridad para recrearse y volarse en una moto, como un adolescente o que como un padre ejemplar se dedique a jugar con sus hijos, el país seguirá sufriendo a cada instante, el abandono y la miseria de sus gentes y seremos testigos de esas tragedias que a cada rato se descubren y que nos muestran el panorama triste y asolador de un país que en medio de sus riquezas y de sus disputas, solo sirve para una pequeña familia económica o para un grupo de dirigentes que de la noche a la mañana, se enriquecieron con los recursos del Estado.

Hacemos la salvedad de que la mendicidad no es un mal, no es una situación a la cual llevemos a desconocer al otro, sino que es un elemento esencial que tiene que servirnos de base, para buscar los fenómenos propios de la reconciliación, de las políticas de Estado y de adecuación en la distribución de la riqueza, para solucionar paulatinamente esos fenómenos inherentes a dicha condición social.

La mendicidad que termina siendo una política de Estado, es la que rechazamos cuando nuestros dirigentes se postulan como los redentores y como los encargados de solucionar, a su modo, las dificultades de los otros. Rechazamos que nuestros gobernantes se hayan amparado en políticas de beneficencia religiosa, antes que en cumplir y ejecutar las tareas de política fiscal y de solución a los problemas mínimos e inherentes al ser humano.

Que no haya salud, que no haya provisión de elementos para atender a los pacientes o de médicos o de droga o de auxilio inmediato, como ha sucedido y sigue sucediendo en este diario acontecer, es parte de una política criminal que debe perseguirse y de atacarse, cuando hasta en los despachos judiciales, en esta virtualidad que nos nació de un momento a otro, tenemos que rogar e implorar que se muevan los procesos, que se haga justicia o que de contera, las partes no se enteren de lo que sucede en contra de sus derechos.

Lamentable y triste la situación de COLOMBIA: un país mendicante al que nos ha llevado una religión que se nos impone a la fuerza.