lunes, 21 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2014-02-18 04:55

Un ombligo llamado Bogotá

Quienes se mueven en los círculos bogotanos de poder, asisten a cocteles —cada vez más escasos— y salen en las fotos de la repetitiva vida social capitalina; ocasionales invitados a eventos en la Casa de Nariño, con amistades en ministerios y dependencias del “alto gobierno”,

Escrito por: Redacción Diario del Huila | febrero 18 de 2014

 y que se alimentan de los titulares de la llamada prensa nacional —aunque en realidad es cachaca— y soportan los trancones mañaneros con chismes y especulaciones políticas que les llegan por la radio, se creen el cuento de que ese pequeño mundo en que viven es la compleja y diversa Colombia.

Creencia reforzada por pensar que quienes tienen poder burocrático en la capital responden con sus decisiones a las preocupaciones del grueso de los 48 millones de sus conciudadanos que viven, sufren y sueñan en la llamada provincia, lejos de los relumbrones bogotanos. Se convencen, y se lo creen, que lo que se conversa y decide en la Casa de Nariño, en el Capitolio y en los ministerios, publicitado y exaltado por los medios de comunicación, es lo que determina la suerte del país y la vida de sus habitantes.

Pues resulta que no. El poder bogotano se aísla cada vez más en una campana neumática controlada por un centenar de personas cuyo horizonte se limita a verse el ombligo. Son “los cien” del poder efímero que copan cotidianamente los titulares de prensa, de radio o de televisión; los habituales y reiterados invitados a los programas de opinión a pontificar sobre el país y sus problemas. Un cerrado y alienado mundito del que también forman parte los parlamentarios de oficio, que convirtieron a los partidos en su club y sólo viven para una perenne reelección. Unos personajes de los que la gran mayoría de colombianos no quiere saber nada. Basta ver la indiferencia frente a las próximas elecciones de marzo, carentes de interés, con unos candidatos que aparecen identificados con unas fotos estereotipadas, un número y el nombre de un partido en unas vallas desnudas de mensajes, porque simplemente no tienen con qué convocar, y que terminan acrecentando la frustración y la abulia ciudadana frente a esa forma de hacer política.

De confirmarse que Germán Vargas será el compañero de fórmula de Juan Manuel Santos, se ratificaría el abismo ya existente entre un país imaginado desde Bogotá y el país real, el de las regiones. Dos cachacos galopando sobre el desconocimiento de la existencia de una Colombia diversa, que pide a gritos renovación en la manera de concebir y ejercer el poder. Una Colombia de gente común y corriente, que ya no cree en las castas o élites políticas, sociales o económicas. Que reclama respeto, que abjura de los privilegios, de las personas que se creen predestinadas para ejercer un poder que consideran que es un derecho propio, con abuelos o tíos abuelos o papás para imitar. La fórmula Santos-Vargas Lleras acentuará la rebelión de las regiones, silenciosa y profunda, que avanza día a día en busca de formas de expresión, como se vio en el pasado paro campesino que le mostró al poder capitalino el grave error político de seguir mirándose el ombligo. La política y el poder tendrán escenarios regionales definitivos a los que más vale ponerles atención