viernes, 18 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2014-01-07 11:17

Sin lo sudores de la exigencia

Samuel de Jesús Borrero, estudiante del Instituto Alexander Von Humbolt, exaltado el 2 de diciembre pasado como el Mejor Bachiller del país en los resultados de las pruebas de Saber 11º, reconoció que su triunfo, además de contar con los talentos que Dios le regaló, obedeció a “…una buena preparación por parte del colegio y una exigencia que en el Instituto encontré como un gran soporte con la ayuda de los docentes…”

Escrito por: Redacción Diario del Huila | enero 07 de 2014

Doce días más tarde, Hipólito Camacho, exvicerector académico de la Universidad Surcolombiana, justificaba la expulsión de 573 estudiantes por su bajo rendimiento académico argumentando que con ello se “pretende mejorar la calidad de la educación…y la calidad tiene que ver con el nivel de exigencia…” para que los profesionales “…salgan con grandes competencias que les permitan desarrollar la actividad con posibilidades de triunfar más adelante”

Tanto el brillante educando como el probo educador, nos confirman que para saborear las  mieles del triunfo hay que experimentar los sudores de la exigencia. Pero lastimosamente estas son las raras excepciones de nuestra realidad académica, pues a pesar de que en las salas de las rectorías de muchos planteles se exhiben poéticas misiones con propósitos nobles y visionarios, en la práctica se atiende al estudiante más como a un cliente - al que hay que evitarle la más mínima incomodidad o disgusto - que como a un ser al cual se le debe capacitar, instruir, orientar y animar para que se merezca y obtenga un título profesional luego de superar los trabajos, las pruebas y las exigencias que todo proceso formativo demanda. En muchos ambientes se reclaman más los compromisos del profesor o del docente que los deberes del colegial o del estudiante universitario. Hasta por el pavor de que en una asignatura fracasen, es decir, pierdan la materia, cinco o diez estudiantes por una mal llamada “morbilidad estudiantil”, se  sugiere y recomienda sutilmente la ley de arrastre para evitarle tropiezos al alumno, holgazán, flojo e incompetente. Ese temor a exigir ha contagiado todos los espacios de la sociedad y esta acurrucando la autoridad de los padres de familia cuando encontramos en 2013 que en 15.829 casos de violencia entre familiares registrados por el Instituto de Medicina Legal, 1.679 son víctimas de hijos agresores.  

Sin duda estamos desconociendo el valor de la exigencia y sin ella, contribuyendo a la graduación infeliz de profesionales mediocres.