sábado, 19 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2014-02-05 02:35

Quino y Mafalda

Celebra otro cumpleaños Mafalda, la gordita irreverente que en 1964 entró a Colombia por Barranquilla. La engendró hace ya medio siglo Joaquín Salvador Lavado Tejón (Guaymallén, provincia de Mendoza, Argentina, 17 de julio de 1932).

Escrito por: Redacción Diario del Huila | febrero 05 de 2014

Esta niña gritona y subversiva, “tiene a quien salir inteligente”. Su padre,  pensador singular, creador de historietas hispano-argentinas, está reconocido como uno de los más importantes humoristas gráficos de Buenos Aires. Un éxito sin precedentes, traducido en cuantiosas exposiciones nacionales y foráneas, murales emblemáticos, dibujos memorables y series de animación editadas en Argentina y Cuba, lo desbordó de 1950 hasta  2013,  año en que Quino y Panarea Digital lanzan  la primera aplicación oficial de la tira cómica Mafalda,  que hace del autor lúcido intérprete de la   clase media y de sus eternas frustraciones.

Quino es uno de los referentes obligados en su país, fenómeno explicable por el trasfondo ético    que mediante crítica mordaz desnuda las hipocresías y miserias de la sociedad.   Reconocimientos  concedidos al talento artístico y a la  calidad humana como “Al autor que amamos” (2000), “B´nai B´right Derechos Humanos” (1998), Catedrático Honorífico  del Humor de la Universidad Alcalá de Henares (2000), Ciudadano Ilustre de Buenos Aires (2004), son, entre otros muchos, perlas de su corona. Brasil, China, España, Francia, México, Japón, Taiwan y diferentes ciudades argentinas, lo han visto pasar con la palabra y el dibujo al hombro. Cuarenta años de ordeñarse el recuerdo y el alma en calles, plazas,  auditorios, cafés para la bohemia y la esperanza. Como un ave de presa, otea y atrapa. Sus textos y dibujos son producto de esta tormenta en que nos cocinamos. Intérprete de la verdad conocida y a menudo negada, el entorno que brota de sus tintas de colores y el filo de sus lápices, los chicos y las chicas  doctorados en una profesión difícil de ejercer, el adulto manchado de hojas secas, los vientres henchidos, la falsa armadura puesta al sol, lo atrapan y   lo echan a volar. 

Valeroso e impredecible como todo explorador que se respete, no es un augur, es un profeta. No un coleccionista de fantasmas, un practicante del juicio. Ni siquiera  un poeta encasillado en la perspectiva lineal; la palabra lo rastreó más allá de polvaredas académicas mostrándole  una niña  que desde su breve mirador avizora la estatura de la verdad, para decirnos que si eligiéramos observar el mundo con un lente de buena calidad, no sería este jeroglífico de cartón y puñales.

Mafalda es  voz de la conciencia y   desenterradora de  esqueletos amordazados. Una guerrera de piernitas parejas y melena a medio cepillar. Su patria es la calle soleada, los delirios de Susanita, el cuchitril de Manolito el tendero del barrio. Son los pañales  de Guille y el tambaleo de la madre ante su acometida. Una extraña mixtura de verdades e ironías dichas en castizo voceo. Una niña-mujer adelantada a su estación, consciente de lo que le pertenece y de cómo convertimos esta fábula maravillosa que es la vida en una ecuación imposible de despejar. Hecha de papel y tinta perdurables y sobre todo de oro de ley,  se imponen sus admoniciones y protestas. Política y economista, filósofa y pensadora, feminista y objetiva, un tiempo sin memoria la lleva en bandolera: “Hacer el amor despeina –dice- cantar hasta rabiar despeina, comer rico y amanecer alegre, despeina ¡deja que la vida te despeine!”

A veces los personajes llamados de ficción  se hacen vivos para siempre jamás. Quizá transcurrirán otros cincuenta, cien, doscientos años y la argentinita de diamante seguirá deshojando a su paso  palabras como flores de azúcar  o cristales de mar: “Puede ser que me sienta tentada a ser una mujer impecable, planchadita para adentro y para afuera. Comienza el día con una sonrisa, verás lo lindo que es ir por ahí desentonando con todo el mundo”.