Papás, enseñemos también a dar
Por: José Eliseo Baicué Peña
La temporada de navidad y de fin de año es por tradición una época de regocijo, de compartimiento, de descanso, de rumba, de cariño, de amor, y de muchos regalos. Claro, también se presentan, como en el resto del año, expresiones de miseria, de necesidades, de angustias, de sufrimientos, de hambre, de violencia, de engaños, de accidentes, de robos, de atracos, de una simbiosis de actividades.
Pero en general, es una temporada que todos queremos vivir en familia, en armonía, en absoluta confianza. Un periodo en el que pareciera que todos se conocieran con todos. Se ofrecen tragos, se da el popular “feliz año” casi que de memoria, maquinado, como si automáticamente se accionara un disparador en nuestro vocabulario por esos días.
Todo eso está bien. Así no sea exclusivamente la familia la que reciba los saludos y felicitaciones típicas de esos tiempos. Pues me parece que, por lo menos en esta época, debería existir más solidaridad con aquellas personas menos favorecidas que, aunque no nos demos cuenta, con su trabajo y acciones, nos hacen la vida más amena. Me refiero al vigilante de la esquina, al voceador de periódicos, al que hace la limpieza de la ciudad, a los conductores, a los campesinos. Y por supuesto, que también a los niños desamparados, a los enfermos, a los reclusos, a los huérfanos, a los limitados físicos, a los habitantes de la calle.
Claro que para que todo esto suceda es preciso hacerlo primero en el hogar, en familia. Se hace necesario que suceda al interior de nuestro entorno familiar. Pues resulta un poco difícil que se haga en sociedad, cuando no se ha practicado con los suyos. Es por eso que es importante enseñarles a nuestros hijos y allegados que dar, también es un acto de humildad, de solidaridad.
Y es que de alguna manera, hemos acostumbrado a nuestros hijos que en navidad tienen que recibir un regalo. Acción que la hemos hecho parecer como una obligación infaltable, intransferible, impostergable. Nadie discute que ese es un bonito gesto. Pero, por favor, aprovechemos la oportunidad de regocijo y enseñémosles que dar es también un noble gesto. Es más, la biblia dice que hay más virtud en dar que en recibir. Ellos, los niños y jóvenes no tienen la culpa, pues los hemos acostumbrado solamente a recibir.
Los niños y jóvenes de hoy conforman lo que se ha llamado la Generación del Merecimiento. Menores que sólo saben recibir, que sólo quieren tener, que sólo quieren alimentar su egocentrismo, su posición de recibidores, de acumuladores de regalos, de acumuladores de juguetes, de acumuladores de atención. Ellos son los embriones de otra generación: la de hombres egoístas, impositivos, excluyentes y antisociales. Es decir, una sociedad de adultos inútiles y débiles.
Es sencillo, a los hijos no se les está exigiendo nada, y por eso pertenecen a una generación del dame, dame y dame. Tienen el mejor «jefe» del mundo: un papá sobreprotector. Son chicos súper débiles: se traumatizan con todo, se deprimen con todo, se quieren suicidar por todo, … porque no saben luchar. Les quitamos la capacidad de trabajar, de crear, de decidir, de actuar, y …. hasta de sentir … ¿por qué?, por darles demasiado. No les enseñamos lo que cuestan las cosas, los alimentos, los bienes, la ropa, el mantener un hogar.
Les enseñamos algo muy grave a los hijos: que su función es recibir, y la nuestra es darles. Aprenden a recibir, pero no a dar. Estamos viendo una cantidad de niños malagradecidos, sin entusiasmo, vagos, de todas las clases sociales. Es la generación del merecimiento, la generación de los niños que se merecen todo. Ellos ya no piden sino que exigen y, precisamente, por eso, porque saben que sus «jefes» lo que pidan, se los dan. Papás exageradamente comprensivos, sobreprotectores, complacientes, blandos, formando hijos exageradamente atenidos, mantenidos, incapaces, intolerantes, imponentes.
Por eso es tan importante y valioso, enseñarles desde ya, que es necesario compartir, regalar, dar. Que las otras personas también valen y cuentan. Que todos necesitamos de todos. Que todo eso contribuye a su formación, a su carácter, a su proyecto de vida. A propósito, muchos éxitos en el año venidero.