La vergonzosa infraestructura educativa de Neiva
Un informe de prensa da cuenta del estado lamentable de las instalaciones de colegios y escuelas en la ciudad de Neiva. En verdad, es tan deprimente la condición física y la precaria dotación con que cuentan, que al rompe las preguntas saltan:
¿cómo estudian los niños y en qué condiciones enseñan los maestros?, ¿podrán aprender algo en la situación infrahumana en que trabajan?, en el mundo del conocimiento en que vivimos, ¿qué oportunidades tendrán estos niños?, esos abnegados maestros, ¿cómo podrán impartir una educación de calidad?
Aunque el ejemplo es Neiva, esa situación vergonzosa de desidia y abandono, es similar en cualquiera de los municipios del Huila o de Colombia: esa es la realidad de la educación pública, agravada desde que, siguiendo las orientaciones neoliberales de libre comercio, el Estado ha ido recortando el presupuesto de inversión social. Hoy el gobierno transfiere un millón de pesos, promedio, estudiante año a las municipalidades para que de allí se paguen maestros y funcionarios administrativos; se haga mantenimiento de las instalaciones; se doten de pupitres, tableros, laboratorios…; se paguen los servicios públicos; se contrate seguridad y vigilancia, etc. Con esos escasísimos recursos el gobierno pretende que quienes administren hagan milagros, porque solo un milagro puede hacer que cubran sus gastos más apremiantes. La carencia es la norma. Pero la tapa de la demagogia gubernamental es la publicitada “gratuidad de la educación”: el gobierno transfiere para este programa 60.000 pesos estudiante año, 200 pesos día. ¡Es o no, una burla miserable para quienes nada tienen!
Hay que decir que aunque el principal responsable de esta situación de precariedad en la educación pública es el gobierno nacional, los gobernadores y sobre todo, los alcaldes tienen su cuota de culpa. Porque no tienen el valor de pararse en la raya y, exigir los recursos suficientes para cubrir las necesidades de un servicio vital para el progreso de los pueblos. Estos alcaldes de medio pelo, ignorantes en la mayoría de los casos, prepotentes sabelotodo en otros, solo atinan a mirar que comisión pueden sacar de cifras millonarias en compras de bienes y servicios, que como vemos son irrisorias frente a las urgencias de miles de niños, los más pobres. La inversión ineficiente de los escasos recursos agrava el problema. Igual responsabilidad tienen los parlamentarios –hoy en trance de reelección–, cuando permiten que el gobierno nacional presente y haga aprobar presupuestos deficitarios para atender la educación.
¿Por qué nos extrañamos de los resultados en pruebas como PISA? Antes no son peores, si se tiene en cuenta la condición de precariedad en que se trabaja. Los miles y miles de maestros que con las uñas y grandes sacrificios personales mantienen el estatus de la educación pública, son los verdaderos héroes de este país. La civilidad, la civilización, la democracia, la sociedad, son su construcción más destacada. Gracias a ellos Colombia es aún la nación que queremos.