sábado, 19 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2014-02-12 07:56

La pandemia de la corrupción

¡Qué tristeza!, parece imparable la corrupción. Es como un monstruo que tiene cien tentáculos y si se controlan cinco, los otros quedan a sus anchas. Por otra parte ha entrado en el colectivo social la ley del desquite.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | febrero 12 de 2014

Como me han robado, pues yo hago lo mismo. La corrupción crece en espiral. De alguna manera se va aceptando y terminamos por destruirnos unos a otros. La voracidad por el tener va haciendo carrera y la sociedad de consumo ofrece en grandes vitrinas, lujosos artefactos que dominan la voluntad de los hombres. ¡Qué horror!, la locomotora de la corrupción parece incontrolable.

Ante la realidad de la corrupción no existe ni Dios ni el diablo. Todo es posible con tal de obtener jugosas utilidades. Ante el dinero, todo mundo se siente necesitado. Ante la “oportunidad”, todo se justifica. El becerro de oro exige postración y hay que ver cuántos están arrodillados. La conciencia moral no existe. Este es un salvaje oeste en donde siempre ganan los más fuertes. El darwinismo biológico, ha inundado lo social. Se trata, entonces de sobrevivir, aplastando a los más débiles. El secreto del “éxito” en el robo es no dejarse pillar. Frases como: “el vivo, vive del bobo”; “robe, pero no robe tanto”; van haciendo carrera. El descaro ha tocado fondo, se roba hasta en nombre de Dios. Parece que estamos en un laberinto o en un callejón sin salida. Hablar de honradez es meternos en el taller de Pedro Picapiedra. Los honrados estamos resultando trogloditas en esta sociedad cleptómana. Somos un espécimen de los tiempos prehistóricos.

Se está volviendo a la concepción primigenia del Antiguo Testamento en donde la prosperidad y la abundancia eran las muestras de bendición de Dios. Hasta que el autor sagrado en la experiencia de Dios constató que no es en la riqueza en donde se puede centrar la felicidad. La historieta del libro de Job, es un ejemplo del cambio de paradigma. Jesús fue pobre sin menospreciar la riqueza, centrando la felicidad en amor, especialmente a los indefensos.

La cleptomanía ha llegado a todos los estamentos sociales. No se piense que sólo roban algunos ordenadores de gasto. También el obrero raso se lleva el cemento de la obra; el cuidandero de la finca se roba la leche; el conductor le presenta a su empleador facturas falsas en donde se “constata” la compra de llantas nuevas; cuando se carga el vehículo de combustible, se presentan soportes adulterados. ¡No!, mi querido lector, la corrupción es un mal que parece incontenible. Aquí roba el rico, roba el pobre; roba el instruido, roba el ignorante; roba el viejo, roba el joven. Entonces, ¿qué hacemos? Llorar, pues no. Los honestos debemos morir en la batalla. Colombia será un país próspero cuando optimicemos los recursos y manejemos los colosales impuestos, traducidos en obras que beneficien a todos. Nuestra patria nunca saldrá de la pobreza, mientras no salga de la cultura de la corrupción. Los entes de control deben ser firmes, acuciosos y objetivos en la búsqueda de esta pandemia que nos azota a los colombianos. Tendrá que haber mártires en esta lucha, pero, parece que no hay otra salida.  A veces, quienes son críticos y no tienen una recia moral, les llenan la boca y entonces, se callan. Pero de todos modos, es rentable  ser honesto.