sábado, 19 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2014-02-12 07:54

La incredulidad política

Según el diccionario de la RAE la primera acepción de la palabra incredulidad es: Repugnancia o dificultad en creer algo.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | febrero 12 de 2014

Este es el sentimiento generalizado sobre la clase política colombiana. La verdad es que la descomposición y degeneración de los partidos políticos tradicionales –a quienes identifican los ciudadanos como “los políticos”–, da para calificarlos como personas sinónimo de corrupción, mediocridad, incapacidad, interés y provecho personal, etc. La calidad de los “personajillos” que en su gran mayoría conforman la fauna política nacional, da verdadera grima: son de una ignorancia descomunal, expertos en empresas electorales que buscan beneficios personales para ellos, sus familiares y amigos a través de contratos, puestos y canonjías oficiales, pero sobre todo, son de un grado de servilismo frente a los gobiernos, de cualquier nivel, que permiten la aplicación de políticas nocivas para los ciudadanos que los eligieron.

Sin embargo, hay que hacer una salvedad: hay honrosas y escasísimas excepciones. No todos los políticos son iguales, hay quienes de verdad representan los intereses de sus elegidos, tienen claro el concepto de actuar privilegiando lo público sobre lo privado, sin perder de vista que los derechos ciudadanos en general deben garantizarse en un estado de derecho, y no actúan para recibir beneficios personales. Personas como Jorge Enrique Robledo, a quien conozco, son ejemplo a destacar. Congresistas del estilo de Robledo son los que hay que elegir, y en eso los ciudadanos no nos podemos equivocar.

Aunque el tema es complejo, y un análisis completo exige un espacio mayor al de una columna de opinión, quisiera llamar la atención sobre un resultado inesperado y novedoso del posible comportamiento ciudadano en las próximas elecciones: la fuerte tendencia que muestra el voto en blanco en las últimas encuestas. En un país donde las prácticas electorales han conjugado viejos y nuevos vicios: clientelismo, coerción, fraude, soborno y compra de votos…, es evidente que los resultados no reflejan el querer ciudadano. De ahí que la rebeldía creciente a no votar por los candidatos tradicionales es un síntoma de  insatisfacción ciudadana. Pero es una rebeldía que no comprende la causa de por qué no funciona el sistema político y la razón de que este se haya degenerado hasta los niveles extremos que ha alcanzado.

La descomposición política es una constante del mundo de hoy. La globalización económica universalizó la política de libre comercio, que ha llevado a la más gigantesca concentración del capital en la historia, y ese poder omnímodo ha corrompido los sistemas políticos de todos los países, donde impone la inmensa mayoría de los parlamentarios, los gobernantes y los representantes de la justicia. Es tan abrumador el poder del gran capital que el mundo que ha construido: su legislación, las normas de comportamiento, los valores sociales…, ha terminado separando su modo de vida de la del resto de la población. En consecuencia es lógico que no nos sintamos representados en su mundo de privilegios y excesos. La reacción contra la exclusión de las mayorías sociales, es la causa de la rebeldía generalizada: los tiempos que vivimos son tiempos de turbulencia. ¡Preparémonos!