Ese cuento chino no lo cree nadie
Los pasados comicios nos dejan asuntos políticos y electorales muy serios para considerar. Sin embargo el más importante y el que menos se ha resaltado en los medios, es la tranquilidad que se vivió durante la campaña.
No hubo alteración del orden público asociados con la jornada electoral en ningún punto de Neiva y el Huila y esto nos alegra.
Con razón, no pocas personas resaltan el trabajo del Gobernador Carlos Mauricio Iriarte, del alcalde Pedro Hernán Suarez, de la fuerza pública y de las demás autoridades responsables de la seguridad en el departamento.
Los mandatarios no han sido señalados de favorecer a algún candidato en particular, o de interferir administrativa y políticamente contra movimientos o partidos opositores a su gobierno.
En cambio advertimos que la gente en lugar de aprender a votar está dejándose llevar por las pasiones, las consejas, las patrañas, las mentiras y la compra de su voto, prácticas que demuestran la ausencia de líderes que con entereza defiendan los intereses de los colombianos.
Me atrevo a manifestar que el Centro Democrático, el partido del presidente Uribe la sacó barata, debido a que era muy fácil votar por ellos porque no era sino buscar su logo y su número que estaban de primero en el tarjetón, que hasta un ciego lo veía.
Su posición fue un regalo o suerte que cualquier partido o candidato quisiera tener, por eso creo que muy pocos uribistas pudieron haberse equivocado a la hora de votar, los votos que sacaron son los justos, no sé porque ahora se quejan, ¿o es que creen que todos son uribistas?
Mientras que para los demás votantes era una odisea leer el largo e indescifrable tarjetón, que parecía una hoja de directorio telefónico triple, difícil para leerlo estando bien de los ojos o sin tener gafas nuevas.
El logo pequeñito del partido y el numero del candidato en letra chiquita, lo que sumado al abultado número de votos nulos crea muchas dudas acerca del resultado, que para mi favoreció particularmente las listas uribistas, quienes en lugar de estar contentos siguen generando malestar con el cuento de que le robaron los votos, ese ficción no la cree nadie.
Irreconciliable la diferencia entre los defensores del proceso de paz esperanzados en una solución negociada al conflicto, y los que prefieren a Uribe, que no conjugan el perdón y eligen la guerra antes que acompañar el proceso de Habana.
Ya no se vota por programas, sanas costumbres, ni se mira el pasado, a nadie le importa cuántas investigaciones en la fiscalía o señalamientos sociales que casi siempre son verdades sin prueba judicial, tiene el candidato.
La razón es que desde que se separó la ética y la moral que eran inherentes a la legalidad, la política ya no es protagonizada solo por hombres y mujeres de sanas costumbres que propongan cambios estructurales, sino bochinches y cuentos chinos para ganarse el voto.
La Colombia que esta alzándose no es uribista como lo cree el ex presidente Uribe y sus ocasionales contertulios, se necesitan reformas profundas a la salud, la política, al manejo responsable del campo y el medio ambiente, pero sobre todo respeto al ser humano y menos actos de cinismo.