domingo, 20 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2014-02-28 09:18

El demonio de la corrupción

No cesan los casos de escándalos sobre corrupción, ya sea en el orden local o nacional. En menos de quince días hemos visto desafortunados ejemplos del inadecuado manejo de lo público en las Fuerzas Militares, hechos que originaron la salida de la institución a unos generales.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | febrero 28 de 2014

También se presentaron actos irregulares en la compra de unas cartillas en la Secretaría de Desarrollo Social de Neiva, hoy en investigación por parte de los organismos de control, hecho que produjo la renuncia de su Secretaria de Despacho. Lo triste es que actos como estos pululan por todo el territorio. No hemos salido aún de la triste historia que dejaron los Nule y sus lazos con políticos, cuando afloran otros similares. Es como si se tratase de una peste que carcome lo más profundo de la sociedad, impidiéndole avizorar el camino del desarrollo. Sería interminable esta columna si describiéramos cada caso, lo común a todos ellos es que se originan, como los sustenta Kiltgaard, en la presencia de riesgos bajos, castigos y multas leves y recompensa alta por cometer un acto de corrupción.  Es casi como un premio el que llega a generarse, incluso reconocimiento social y político. 

La corrupción nos quita lo que nunca llegamos a tener, quizás por esto no nos duela tanto y socialmente lleguemos a permitirla. Es el puente que nunca se construyó, el parque que jamás disfrutamos, o el centro médico al que jamás pudimos asistir. De eso se trata la corrupción, de quitarnos algo que nunca llegamos a disfrutar. 

El poder saltar socialmente gracias a la corrupción y el reconocimiento automático que se obtiene en este país, al lograr el éxito económico de manera acelerada, hacen de este delito el camino predilecto para alcanzar el reconocimiento social, en especial por aquellos con intereses políticos. Ya lo decía el actualmente condenado excongresista del Valle Juan Carlos Martínez, que hoy en día  resultaba mucho mejor  ser político que narcotraficante, refiriéndose a los altos dividendos y los bajos riesgos que se corrían. 

Quizás la corrupción sea una manifestación de la enfermedad social que padecemos, en donde como lo dice Cambalache, famoso tango del maestro Enrique Santos Discépolo, “hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor”. Entonces para contrarrestar la corrupción, se requiere de la participación de todos, del control social que rechace de forma tajante actos delictivos,  moderando comportamientos ilegales, sin caer en el pensamiento mediocre  de llevar la corrupción a sus justas proporciones, como lo señaló un expresidente, ejemplo de muchos funcionarios.