Descubren que el agua moja
La Universidad Nacional ha descubierto, en un estudio focalizado, que en los lugares más aislados de la geografía nacional los índices de lectura son los más bajos de Latinoamérica y a nivel mundial.
¡Qué gran descubrimiento! Aunque en el campo nadie lee, porque la lectura no da expectativa de vida, porque los profesores no tienen hábito de lectura, porque los padres, muchos analfabetas, no conocen un libro, han tenido en sus manos un periódico cuando compran pescado seco o encargan sus hojas para utilizarlo como papel higiénico, no tienen la culpa pues el estado nunca ha garantizado ese derecho de todo ciudadano.
Para completar, las autoridades de educación han cohonestado el atropello de los derechos de autor, permitiendo ediciones resumidas, compendios, textos guías culpables de que los estudiantes tomen animadversión por la lectura, ante cada trozo, al final, son sometidos a cuestionarios absurdos, sobre contenidos, gramática y ortografía, impidiendo el disfrute desprevenido de un texto, la curiosidad por abordar una historia, la inquietud por profundizar en determinada rama del saber. No han entendido que la lectura es un espacio para copar el asueto, que la felicidad de la lectura está en disfrutarla acostado en el sofá o meciéndose en la hamaca como una afición permanente, convertida en hábito.
Por lo demás, los docentes, tampoco han sido formados para la lectura libre, su ejemplo de lectura es escaso, la posibilidad de acceso al libro es limitado, con los bajos salarios que devenga un profesor recién reclutado, difícil es comprar un libro; y por la pereza de los experimentados, con baja motivación por los textos escritos, limitan su interés a libros que están lejos del interés de los jóvenes. De igual manera, quienes tienen poder de decisión en las entidades de educación, aconsejan libros “basura”, de pésimo contenido y poco valor cultural y científico.
Dos problemas más aportan en los bajos niveles de lectura no solo en las áreas aisladas, sino también en los centros urbanos: Uno, los altos costos de los libros. En Colombia, el valor promedio de un libro está sobre los $ 50.000.oo, monopolizados por dos editoriales de origen español que por hacer su agosto impiden que la inmensa mayoría puedan acceder al libro, sino es que el estado no brinda ningún subsidio, y aunque producimos la materia prima para el papel, como en el caso de la gasolina, pagamos los precios más elevados, mientras en los países vecinos el libro hace parte de la canasta familiar con verdaderos incentivos para su adquisición. Y, dos, las cartillas, los compendios, la clasificación eentre sus manos libros reales, aborden autores de primer nivel.
En el estudio, no se menciona el papel de los medios de comunicación frente a la disposición a la lectura de nuestros niños y niñas, cuando ellos han influidos para crear una mentalidad por lo frívolo, lo fácil, lo vacío. Parece como si el contacto con la televisión y la Internet fuera contraproducente con los libros, cuando deberían ser complementarios. Descubrir esto, evidente a todas, luces, es llover sobre mojado. Lo importante es crear políticas serias, sostenibles en el tiempo, para que nuestros niños y jóvenes vuelvan sus ojos al papel escrito. No nos gastemos más tiempo y plata en estudios de lo que todo el mundo sabe.