domingo, 20 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2014-03-06 08:33

Del dicho al voto

Sólo dos cosas nos restan a los ciudadanos que creemos en la civilidad y la ley en esta democracia maltrecha y refundida: la voz y el voto.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | marzo 06 de 2014

Con respecto a la primera hemos ido aprendiendo; de los balbuceos iracundos y del matoneo diario vamos entrando en los terrenos del debate, de hacer uso de la palabra pública sin levantar la mano, de escuchar más y hablar menos, con el entendido de que al compartir una idea, enlace o artículo, estamos comenzando a dialogar. Ahí vamos. 

No pasa lo mismo con el sagrado derecho al voto, de cuyo valor pareciera que sólo tenemos la experiencia pesimista o referencias materiales que van desde las proverbiales lechonas, tamales y tejas, hasta el clientelismo en su forma más burda. 

Por eso hay que repetir hasta el cansancio de aquí al domingo, de aquí a mayo, de aquí a que se elija el reemplazo de Petro que cada voto vale lo que vale un sueño, una esperanza, una apuesta de país; y hay que recordar que cuando la ciudadanía consciente ha salido a sufragar, algunas cosas han cambiado.

El mejor laboratorio ha sido la capital. En estas dos décadas largas se ha podido, por lo menos, constreñir el accionar de esa casta soberbia y delincuencial que se ha creído dueña no sólo de nuestros bienes sino de nuestros designios. Un voto por Mockus, Lucho o Petro no era, como no fue, una defensa de esos estilos de gobierno, polémicos a cual más. 

Más que eso era un no rotundo a la voluntad caprichosa y manipuladora de quienes han hecho y quieren seguir haciendo de Bogotá (y del país) un botín, una clientela, una finca sabanera.

Por eso hay que mantener la voz en alto y “combinar” todas las formas legales del sufragio. Hay que “decir” pero también hay que actuar con el voto convencido (buenos candidatos hay), o el voto en blanco (otra forma de protesta), o con el voto útil y hasta con el voto-protesta para rechazar a los mercenarios de la corrupción, los privilegios, la violencia y la guerra. Claro que se puede.