Curiosidades globales para el 2014
Siempre que un año comienza en la gente surgen muchas expectativas, proyecciones, metas, y deseos de toda índole. Todo, por supuesto, impregnado de esperanzas, anhelos y buenos deseos.
Siempre que un año comienza en la gente surgen muchas expectativas, proyecciones, metas, y deseos de toda índole. Todo, por supuesto, impregnado de esperanzas, anhelos y buenos deseos.
Sin embargo, hay que decir, que también son varias las cosas que se presentan en contra de nuestra voluntad, cosas que no hemos imaginado, o simplemente cosas que preveíamos pasarían pero que no les prestamos mucha importancia.
En el campo tecnológico, por ejemplo, y más exactamente en el mundo digital, el 2013 se caracterizó por un desmedido avance evidenciado, en gran medida, en la masificación de las tabletas (o Tablet) y en la producción de otros artefactos como las impresoras 3D y las interfaces portátiles. Hechos éstos que, indudablemente, marcan la pauta en el proceso de expansión de los límites de la aldea global de la cual hablaba Mc Luhan en los años 60, por un lado; y el resquebrajamiento del factor tiempo a la hora de comunicarnos con alguien en cualquier parte del mundo, por otro. Pues, hace tan sólo una década el imaginario del ciudadano común no concebía estos alcances y dimensiones de conexión.
Este es el lado positivo de la cosa. Pues qué bien que la tecnología se convierta sea una aliada del desarrollo social y de la calidad de vida de la humanidad. Bienvenidos los adelantos y avances en ciencia y tecnología. Pero hay, también, hay un lado no muy acogedor. Se trata del lado “oscuro” del universo digital al que nos adentramos cada vez más … sin quererlo, o como diría el Chapulín Colorado, “sin querer queriendo”: que estos dispositivos, adquiridos para nobles funciones y servicios, están siendo utilizados por poderosas organizaciones para espiarnos. Nos están vigilando incansablemente. Nos están siguiendo a todas partes. Estamos siendo objeto de un desmedido espionaje digital del que será difícil escapar. Todos los días, en todas partes estamos entregando información personal a entidades, bancos, corporaciones, instituciones educativas, operadoras de teléfonos, y muchas más. ¿Sabe usted quién y cómo utilizará esa información en algún momento? Es posible que de muchas maneras. Es decir, se ha desvirtuado la finalidad para la que fueron pensados estos artefactos en su fase inicial: los pioneros de Apple, por ejemplo, sostenían que sus computadoras eran como “bicicletas para la inteligencia”.
No obstante, las tabletas, por ejemplo, despliegan una estructura de poder muy novedosa: maniobran programas y acciones autorizados por una jurisdicción central. Es decir, nosotros ejercemos control sobre la información que depositamos en una computadora, pero los datos que se encuentran en una tableta, generalmente, están manejados por un servicio central de alto rango y cobertura. En otras palabras, nos hemos convertido en unos consumidores digitales a cambio de paquetes y ofertas novedosas con las que aceptamos el espionaje y la vigilancia desmesurados.
Y como si fuera poco, aceptamos que manejen nuestra información confidencial a su antojo y en los tiempos que les parezca. Tal vez, sin darnos cuenta de que en el mundo interconectado de hoy, quien tenga el control de la información tiene no sólo el poder, sino la posibilidad indiscutible de hacer capitales colosales, que en un futuro serán casi imposibles de destronar o superar.
Pero seguimos felices con nuestros dispositivos en la casa, en la oficina, en el automóvil, en el gimnasio, en la calle, en la cama, y hasta en el baño y comedor. Continuamos felices entregando información y proporcionando mayores posibilidades de ser cada vez más consumidores digitales. Unos consumidores digitales que están perdiendo paulatinamente la capacidad de asombro, la capacidad de actuar, la capacidad de hablar, de mirarnos cara a cara, de compartir momentos sin la “compañía” de estos artefactos. Se está sacrificando el factor humano por el avance tecnológico, sin darnos cuenta de que estamos construyendo una aldea ultra-superconectada habitada por ciudadanos ultra-introvertidos que gradual y paradójicamente, están retrocediendo, porque están perdiendo hasta el habla, están comportándose casi como autómatas. Como lo predijo Einstein: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad, ese día el mundo sólo tendrá una generación de idiotas”.