Comentarios de Gustández
RELIGIÓN, ETICA Y CONVIVENCIA
Cuando se inicia otro calendario escolar, resultan seriamente preocupantes los comportamientos antisociales que ya se masifican en amplios sectores de nuestra juventud colombiana. Estallan cada vez con mayor frecuencia la cólera vandálica de las “barras bravas”; el humillante matoneo estudiantil; la penosa participación de menores en narcomenudeo y atracos; y hasta la violación y orgía grupal por parte de adolescentes entre los 15 y 17 años de edad, dejando secuelas de maltrato, degradación y muerte. Las actitudes de estos despistados muchachos se enmarcan en el “todo vale”, pues en una investigación sobre convivencia publicada en el 2002, donde se entrevistaron a 1.400 jóvenes de 9° grado en Bogotá, sobresalieron las respuestas con estas concepciones: “Yo me guío por mi conciencia, los demás por la ley y la cultura” y “Yo entiendo por las buenas, tú por las malas” Entonces, ¿qué papel está jugando la educación?
Es conveniente que los padres de familia, en materia de educación, examinen y constaten no solamente qué le están ofreciendo a sus hijos sino qué le están negando en el catálogo curricular que se desarrolla en las aulas. Esta preocupación me nace al leer el editorial del periódico colegial “El Oliverista” donde se presenta como un logro de 2013 “…archivar la mecanisista (sic) y adormecedora actividad Religiosa (sic) y Ética, para retomar los mismos saberes con la rigurosidad que la academia exige y trasladarlos a la vivencia diaria de cada experiencia pedagógica…”
Si esta propuesta lo que trata es cambiar los docentes porque sus testimonios de vida no están siendo coherentes con sus prédicas de Ética y Religión, vaya y venga. Pero si lo que se pretende es recortar la intensidad horaria en estas disciplinas con la excusa de que se dictan de forma rutinaria o provocan letargo estudiantil, para ser tratadas trasversalmente a discreción de cada profesor en su materia correspondiente, eso sí es lamentable.
Se educa para “hacer” bienes y servicios, pero también para forjar “seres” humanos, íntegros y participativos de una sociedad tolerante y democrática; afianzando en el niño y el adolescente los valores de ética, religión y cultura, porque en nuestro mundo adulto cada día están siendo más relegadas la filosofía, las ciencias sociales y sobre todo las disciplinas de la reflexión interior.
Esto no es romántico, ni requiere mucha discusión pedagógica. Es pragmático; de simple sentido común.