domingo, 20 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2014-02-19 07:47

Cinismo

“El asunto no es que la salud no es un negocio; la pregunta es cómo hacemos compatible el negocio con el bienestar del paciente”.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | febrero 19 de 2014

Estas palabras, que podrían haber sido dichas por cualquier usufructuario de los altibajos del mercado, fueron pronunciadas por  Alejandro Gaviria, nuestro flamante Ministro de Salud como respuesta al tsunami  en que se ha convertido la administración de la salud de los colombianos.

Los requerimientos del Ministerio de Salud rebasan cualquier expectativa. Quien lo administra debería responder al perfil de un inteligente y sensible ser humano acorde con el compromiso contraído: la salvaguarda del más grande tesoro con que cuenta un país: la vida honrada como merece;  es decir, respetada en todo su comprometedor significado.

Si el bienestar del pueblo, una vez más no desvela a sus empenachados dirigentes, al menos deberían cuidar la brizna de prestigio que resta a esta jauría ávida, ciega y sorda que solo ruge cuando le tocan el bolsillo. La salud, ciudadano Gaviria, no es una mercancía. La salud, ministro, es incompatible con las cuadraturas del negocio. ¿En manos de quién estamos? ¿Alguna vez,  entre coctel y coctel,  le habrá preguntado al oráculo en qué galaxia flota esa nebulosa lejanísima que se llama la salud de los otros?  ¿La alienación que petrifica a los detentadores del poder, le dará permiso para ahondar en los desbalances y omisiones que nos hacen tan insensibles, tan obsecuentes, tan oportunistas, tan desamparados?

Si no enmiendan este gigantesco raponazo que hace de las EPS desalmadas intermediarias de un lucrativo negociado con costosísima burocracia, al país no le alcanzará el tiempo para pedir cuentas al ex presidente Álvaro Uribe Vélez, entonces senador  ponente de la fatídica Ley 100, aprobada el 23 de diciembre de 1993, que pasa el sistema de manos del Estado a las de las corporaciones privadas “las cuales fungen como aseguradoras, pero que en realidad funcionan como intermediarias financieras que se han llevado una enorme parte de los recursos, los cuales, por su carácter parafiscal, son dineros públicos con destinación específica: la atención de la salud.  Probablemente no hay en el mundo otro sistema de salud más regresivo que el de Colombia y por ende, más corrupto y que más corrompa” (Un Periódico No. 174, Universidad Nacional de Colombia, 2-9-14), dando así vía libre a la privatización de la salud en el país.

Hoy el enfermo no es un paciente, es un cliente que debe ser discriminado a fin de lograr los menores costos para el intermediario financiero (las EPS), víctima del tipo de atención gerenciada donde el médico  hace lo que puede asfixiado en las fauces de este modelo perverso, hoy  revaluado en Chile y fracasado en los Estados Unidos.

Cada quien maneja su casa como puede. El gobierno anterior, dirigido por un comerciante de la tierra, fue por encima de todo, un Debe y un Haber con saldo contante y sonante. Los resortes sutiles, las insinuaciones, las licencias del arte y el anhelo de la supervivencia espiritual, le fueron inalcanzables por desconocidos. Un monólogo  retador y perdonavidas, tronó sin cesar en las paredes, en las calles, en los micrófonos, en los medios de comunicación.   Los derechos  del hombre y la mujer desprovistos de relumbrón, sucumbieron ante el ejercicio de la fuerza bruta en todas sus acepciones. Ahí está el resultado. Hasta un funcionario que por obvias razones debería cuidar la fachada, enarbola el cinismo como un argumento de peso.