Ante el don sagrado de la vida (VIII)
Bajo el título “Ley Santa de Dios”, y con llamado especial a guardar debidamente Quinto Mandato, presenta el Papa el Capitulo III de su gran Encíclica “Evangelio de la Vida”, cuyo contenido seguimos resaltando.
Dentro del cumplimiento de los Mandatos divinos surge la enaltecedora verdad sobre la verdadera vida, que presenta, con gozo, el Papa, con invitación a aprovecharse de ella, que se da con enaltecedora “participación en la vida misma de Dios”. (nn 52 a). Esa participación se da cuando, se observan sus enseñanzas (Jn. 15,15) y se vive así en íntimo amor con El (Jn. 14.15).
Colocados los humanos en esa magnifica realidad, indica el Papa, deben ser custodios de la vida en tal grado de real exaltación, y de cuanto presenta el Evangelio, y pasa a recordar (n.53) lo expresado por Dios al reorganizar el mundo después del diluvio universal: “Pediré cuentas de la vida del hombre: al hombre”. Atender ese llamado al respeto a la vida humana como “don sagrado” (Gen. 9,5), lo recuerda con otra enseñanza, la más antigua no bíblica en el cristianismo, de la Didaché: “Dos caminos hay, uno de vida y otro de muerte; pero grande es diferencia que hay entre estos caminos” (n.54b).
Tiene a bien, el Papa, referirse al discutido tema de la “pena de muerte”, aplicado ante delitos atroces reiteradamente cometidos por alguien, en donde habla del respeto debida a toda vida humana. “incluida la del reo”, por lo que, sin un rechazo absoluto ante gravísimas crímenes y depravación, pide que, si se admite tal pena, debe ser “con aplicación muy limitada” (nn. 56 y 57). Insiste en que hay qué tener siempre en cuenta “el absoluto carácter inviolable de la vida humana inocente” (n.57b). ¿Si hay tanta exigencia de cuidado con la vida, aún de los grandes delincuentes, ¿cómo se sentencia tan fácilmente a muerte a los inocentes niños en el vientre materno?
Es con esas bases tan claras y dignificantes de la vida humana por los que clama el Papa, en este preciosa Encíclica, y continúa en veinte numerales más (del 57 al 77) en firmísimo reclamo por la defensa de este don sagrado, y por leyes civilizadas a todo humano viviente, desde su situación embrionaria (nn. 57 al 63). (Continuará).