Ante el don sagrado de la vida (IX)
Culmina, el Papa, el Capítulo III, de su “Evangelio de la Vida”, con un llamado, para bien de la humanidad, a profundizar en el valor y respeto de los “valores humanos” (n.71), y a promoverlos ante la hoy impulsada “cultura de la muerte”, como una “cultura nueva de la vida, fruto de la cultura de la verdad y del amor”. (n.77d).
Es cumbre del recorrido por las páginas de esta preciosa Encíclica llegar a la hermosa situación de salir del egoísmo de disfrutar la vida solo personalmente, a cultivarla para bien de todos los humanos. Actitud que tiene por recompensa expresado por el propio Jesucristo y tema del Capítulo IV: “A mi me lo hicisteis” (Mt. 25,40).
Hacia el final de este magistral documento, pregona de nuevo el Papa el deber de difundir este “anuncio y fuente de gozo” (n.78) impulsado, a ello, por sentimiento similar al de S. Pablo:“¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (I Cor. 9,16). Esta afirmación contundente del valor de la vida de los humanos, es que la gran misión del Hijo de Dios hecho hombre es darnos “vida en abundancia” (Jn. 10,50).
Ejemplo de ofrenda de la vida por bien de los demás, la da el mismo Jesús al asumir nuestra naturaleza humana, para estar en íntima comunicación con nosotros (n.81 a), dar su vida por nosotros, con un amor inmenso” (Jn. 13,1). Son preciosas realidades que llevan al Papa, a reafirmar, que, como gran consecuencia de todo el Evangelio es que: “la vida humana, don precioso de Dios, es sagrada e inviolable”. (81 b).
Es insistente el Papa en saborear verdades que la Iglesia, asume y difunde sobre la vida humana, y exclama: “¡Somos el pueblo de la vida!”, y “hemos sido redimidos por el amor de la vida” (Hech. 3,15) (n.79 a). Ratifica: “Somos enviados a estar al servicio de la vida, que no es para nosotros una vanagloria sino un deber” (n.79 b). Exclama, todavía, y con gran fervor, que este maravilloso anuncio es una “novedad sorprendente” (n.87 ac). (Continuará).
*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional