domingo, 20 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2014-03-14 08:08

A vivir la alegría del evangelio (IV)

Son de destacar, todavía, enseñanzas de la Exhortación “La Alegría del Evangelio, en cuyo mensaje hemos venido reflexionando con verdadero gozo espiritual, algunas expresiones del Papa Francisco al final del Capitulo III.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | marzo 14 de 2014

Dice: “Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios, en Cristo Jesús”. En relación con la entrega del mensaje destaca que: “la homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo” (n. 135). Esto exige que toque la propia vida del predicador en la oración, “si no será falso profeta, un embaucador, un charlatán vacío” (n. 151).

Culminando esta tarea de poner de relieve lo más diciente de la Exhortación, es de destacar el contenido  del precioso  Capítulo V titulado “Evangelizadores con Espíritu”  (nn. 259 a 288). Expresa el Santo Padre, ante todo, que son indispensables “evangelizadores que se abran sin temor a la acción del Espíritu Santo”, apoyados en la oración para entregar con “parresia” (audacia) del gran anuncio (259). Se cumplirá así “una etapa evangelizadora fervorosa, alegre, generosa audaz” (n.261).

Urge, el Papa, a lo anterior, porque estima que: “una persona que no está convencida, entusiasmadora, segura, enamorada, no convierte a nadie” (n. 266). Máximo evangelizador es Jesucristo, que entregó su vida para cumplir esa misión que se ha de adelantar en su nombre, con integración total a la sociedad, no como un peso sino como una “opción personal llena de alegría” (n.269). Así “Un misionero entregado experimenta el gusto de ser un manantial”  (n. 272).

Como sello del gran amor a Jesús, a su Iglesia, a los humanos, está el amor y devoción a María Santísima, a la que el Papa Francisco, como la gran mayoría de sus antecesores, invoca al final de este trascendental documento. Que bajo su amparo y bendición este mensaje sea acogido en mentes y corazones, y que se difunda en ese estado de ánimo de “alegría del Evangelio”, con el que se inicia y se concluye. Está bien repetir con frecuencia con el Papa: “¡Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega,  por nosotros. Amen.  Aleluya!