domingo, 20 de julio de 2025
Opinión/ Creado el: 2014-03-13 08:49

A bajar la propaganda

En Colombia, si se trata de política, no hay paréntesis, a no ser breves interludios, los justos para bajar la propaganda de los postes y muros de nuestros pueblos y ciudades.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | marzo 13 de 2014

 La política, que debería ser una actividad seria, es una afición mediática y apasionada, un reality de televisión, un “Yo me llamo”, un “África, el origen”, o una competencia deportiva semejante a un partido de fútbol o una carrera de ciclismo.

Nos gusta la política atada a nombres como manera de botar adrenalina, más que opción de desarrollo o mecanismo para plasmar ideas sobre la sociedad que queremos. Los colombianos no tenemos ideología, sino una remota prevención al cambio, una viva alerta a los experimentos; más bien una chata percepción de conveniencias orientada por el constante martilleo oportunista de los medios de comunicación, que a una estrategia organizada de partidos. Quien tiene los medios, tiene la opinión mayoritaria, tiene los electores, así los candidatos gocen de antecedentes funestos y sus decisiones anteriores sean desafortunadas, o sus nombres figuren en los anales de la penalidad con autos de investigación exhaustiva.

De igual manera la forma mediática como se elige inquieta. Por ejemplo, un candidato fallece en accidente de tránsito, y su madre, inocente, que poco sabe de política, de los problemas nacionales, de la realidad nacional, toma su puesto; la candidata improvisada en medio del llanto de los deudos, inconsciente de lo que sucede a su alrededor, obtiene una arrolladora votación y logra su curul, dejando en el camino a quienes con seriedad han recorrido pueblos y ciudades haciendo públicos sus propósitos. Derrota a los varones electorales. Este aspecto no es extraño pues ya en el pasado un púber en medio del emotivo impacto de la muerte de su padre, propone un candidato inmaduro que se convierte en presidente, para imponer un país que aún lamentamos.

La “sagrada sabiduría del pueblo” no es precisamente sabia, ni reflejo de los intereses de la mayoría. Por lo menos los resultados electorales no la muestran. Las inquietudes en manifestaciones y movilizaciones masivas son una clara contradicción a los resultados electorales. Quienes tanto protestan, no votan. Los sectores pauperizados muestran ser los más conservadurizados, quienes sustentan la derecha nacional. Se esperaría de ellos beligerancia.

El caso más patético es un candidato, cabeza de lista a senado, a quien en su periodo de ocho años se le debe la quiebra del sector agropecuario, a las deficiencias en la infraestructura de transporte, a la crisis de salud, y es elegido con una amplísima votación proveniente, precisamente, de los sectores más golpeados por sus políticas. Los votos de esta lista, desde el espacio geográfico, pertenecen a las zonas agrarias, las mismas que hace escasos meses protestaban en las vías públicas y pedían mayor atención a sus problemáticas.

Es, pues, este, un país político, que apenas entrega elegidos a casi trecientos parlamentarios con amplísimo desprestigio, se alista para elegir un presidente cuestionado, en un sistema que nos gusta, así no sea el más conveniente por la demasiada concentración de poder en un solo individuo.