MUJERES RURALES
POR TANIA BEATRIZ PEÑAFIEL ESPAÑA
Han pasado 13 años desde que la ONU proclamo el 15 de octubre como el día internacional de las mujeres rurales; en la resolución 62/136 del 18 de diciembre del 2007 se insta a los estados miembros y a la sociedad civil a implementar medidas que puedan mejorar la vida de las mujeres rurales, incluidas las de las comunidades indígenas y aquellas con discapacidad.
Este año la pretensión implica enfatizar en la resiliencia de las mujeres rurales en medio de las consecuencias de la Covid 19, en el Huila alrededor de 150.000 mujeres viven en la zona rural, el 30% del total de la población femenina en el Departamento, todas ellas trabajan por más de 12 horas al día, son el núcleo de la familia aportan como madres, esposas y además cooperan con la labranza y las actividades agropecuarias propias de nuestra región, sin embargo siguen padeciendo de condiciones de pobreza en cuanto a que el acceso a los servicios públicos como el agua potable y la educación no llega aún a todos los hogares.
La pandemia también ha aumentado la vulnerabilidad de los derechos de las mujeres rurales a la tierra y los recursos. Las normas y prácticas discriminatorias de género impiden que las mujeres ejerzan los derechos sobre la tierra y la propiedad en la mayoría de los países y las viudas de COVID-19 corren el riesgo de ser desheredadas.
El balance sobre todos estos años de trabajo intentando visibilizar y reivindicar el trabajo del género femenino en el campo muestra resultados positivos, pero las inversiones son lentas y los recursos destinados no generan el impacto trazado en las metas anuales de este compromiso. Recordemos también que casi la mitad de las mujeres rurales en Huila son miembros de comunidades indígenas las cuales por idiosincrasia y arraigos culturales establecen actividades que consideran son obligación de las mujeres y como prioridad de ellas no pueden ser modificadas.
Hay que garantizar entonces que aquellas mujeres que siguen trabajando, protegiendo y amando la tierra, mantengan su actividad mejorando sus condiciones de vida y laborales, con equidad, acceso, el total reconocimiento de sus derechos, incluida la posibilidad de crecimiento económico; pertenecer al sector rural en Colombia no puede ser más sinónimo de pobreza, hay que insistir también en la sensibilización del trato con respeto y admiración hacia nuestras mujeres, modificando conductas que gozan de reconocimiento cultural pero que desintegran hogares, y hoy son causales de castigos establecidos en las leyes de nuestro país.