“El mejor vino es el que tú disfrutas”
Rodeada de colinas, bosques y viñedos se encuentra la sexta ciudad más importante de Alemania: Stuttgart. Allí, en medio de ese ambiente rural, vive hace 13 años Luis Carlos Reyes Sierra, vitivinicultor y enólogo nacido en Neiva que se confiesa adicto a las achiras huilenses y para quien la producción de vino es un arte en el que el agro juega un papel protagónico.

Si como en la serie infantil Plaza Sésamo, existiera una versión del “monstruo de las achiras”, ésta se inspiraría seguramente en Luis Carlos Reyes Sierra. Este vitivinicultor y enólogo de 31 años nacido en Neiva que reside actualmente en Stuttgart (Alemania), reconoce que este manjar tostado, autóctono del Huila, es como una adicción.
“Uno de los primeros sitios a los que voy cuando llego y uno de los últimos cuando se terminan mis vacaciones es a la Plaza Cívica “Los Libertadores” y al Centro Comercial Popular “Los Comuneros”, pues allí es donde están las vendedoras de bizcochos”, comenta entre sonrisas, mientras afirma que buena parte del sobrecupo de su equipaje de regreso a Alemania lo suelen ocupar las docenas de paquetes de estos panecillos que le recuerdan, a más de 9.000 kilómetros de distancia, el sabor de “la tierrita”, esa de la que salió hace 13 años.
Casi tan pronto como se graduó en la institución educativa Inem “Julián Motta Salas” en 1998, su hermana Marta Lilián, casada con un alemán, le invitó a visitarla. “Me encontraba un poco decepcionado porque lo que más me llamaba la atención era ingresar al Ejército y no había sido posible, acepté su ofrecimiento como una forma de aclarar las ideas sobre lo que sería mi futuro”, cuenta.
En ese tiempo los colombianos podían permanecer hasta seis meses en Alemania con visado de turista. Tras ese periodo, Reyes regresó a Colombia sin tener claro todavía a qué quería dedicarse. Tocó las puertas del periodismo y de la psicología, pero no se abrieron. Así que aprovechando una nueva invitación de su hermana regresó al año siguiente. Esta vez, su ofrecimiento venía acompañado de un consejo: “aproveche que va a estar por aquí para estudiar, recuerde que todo lo que aprenda le servirá para salir adelante”. Y así ha sido.
Superando barreras
El primer contacto de Luis Carlos con la producción del vino fue en una vendimia en 1999. Unos familiares de su cuñado tenían una bodega y le propusieron participar en ella. “Fue como el descubrimiento de un universo”, afirma. Tuvo la oportunidad de conocer todo el proceso de elaboración del vino. Pese a que el procedimiento requiere varias etapas se dio cuenta que era un trabajo que él podía realizar, entonces pensó: “si no puedo ser periodista o psicólogo, seré enólogo, así que di el paso y empecé a estudiar en el año 2000”. La sencillez con la que expresa esta idea no se corresponde con las barreras que tuvo superar, especialmente las del idioma.
Los estudios realizados por Luis Carlos comprendían tres partes teóricas y prácticas, una básica (viticultura), otra intermedia (vitivinicultura) y, finalmente, la avanzada (enología). Las dos primeras las terminó en el Instituto DLR Neustadt y la última en el Instituto DLR Nahe/Bad Kreuznach.
“Los primeros años fueron muy difíciles porque además de tener que aprender las materias propias de la carrera, mi nivel de alemán era prácticamente nulo”, recuerda. Como no iba a tirar la toalla recurrió al ingenio, “grababa las clases y escribía todo lo que los profesores ponían en la pizarra, cuando llegaba a la casa mi hermana me ayudaba a traducir. Los exámenes eran de sólo 20 minutos y no había excepciones para mí por ser extranjero”. Sí, fue complicado, pero ahora que lo ve en perspectiva asegura que también fue muy positivo porque le obligó a esforzarse más para no quedarse rezagado.
En 2003, por razones de la normativa migratoria alemana, Reyes tuvo que regresar a Colombia y esperar a que pasara un año antes de tramitar nuevamente el visado. Durante ese tiempo, trabajó en Villa de Leyva, en la bodega “Tierra prometida”, propiedad del ingeniero agrónomo germano Joachim Herzberg, radicado hace 23 años en este municipio. “Fue una experiencia positiva en la medida en que pude conocer un poco más acerca del sector vinícola del país, el cual tiene enorme potencial aún por desarrollar”, afirma.
Transcurridos los doce meses obligatorios, Luis Carlos emprendió nuevamente el viaje de regreso a Alemania, estaba punto de culminar su carrera y deseaba hacerlo cuanto antes. “La situación del idioma ya había cambiado y me sentía a gusto entre los estudios y la vida de aquí, ya había hecho algunos amigos y estaba más integrado”.
Profundamente cautivado
En 2007 recibió el título de enólogo y se confiesa profundamente cautivado por el oficio que eligió. Destaca que uno de los aspectos que más le gusta de su labor es que la realiza con un producto ciento por ciento natural que, además, está soportada casi en su totalidad por el trabajo agrario, desde el cultivo de la uva, pasando por la vendimia y el procesamiento hasta llegar al producto final. Cada proceso en la elaboración del vino exige mucho cuidado.
En la actualidad, Luis Carlos es el jefe de producción de la bodega Christel Currle, en Stuttgart. Allí, es el encargado de todo el proceso de elaboración del vino. Se manejan 14 variedades diferentes de uvas de las cuales se producen 22 tipos de vinos, todos, de una u otra manera llevan su sello. El resultado del trabajo de un año es expuesto en ferias y pruebas o catas tanto a nivel regional como nacional e incluso internacional. “Es una experiencia maravillosa porque cada vez que presentas los vinos en público es como si mostraras algo tuyo que has estado cuidando durante un año”, dice emocionado.
Tiene razones para estarlo, pues hace unos años por su mente no pasaba la idea de que su presente y su futuro estuvieran en tierras germanas y menos que se dedicara a algo tan absolutamente desconocido para él, algo en lo que hoy es un experto. Alemania le abrió las puertas y por eso también se ha convertido en su país, gracias a su profesión aprendió a quererla más. Bueno, por eso, y porque además, es donde conoció a Elizabeth, su esposa, también colombiana, y donde han nacido Manuel y Simón, sus hijos. En otras palabras, es donde está construyendo un hogar.
“Del Huila echo mucho de menos a mis padres, a mi familia; extraño las tradiciones, el afecto de la gente colombiana, pero cuando te adaptas a un nuevo lugar las personas que te encuentras también pueden llegar sorprenderte, te acogen, te apoyan, te dejan entrar en sus hogares y en sus vidas, y poco a poco uno se va dejando querer”, concluye.
“Mi primer contacto con la producción del vino fue como el descubrimiento de un universo”.
“Presentar en una feria los vinos que has producido con sumo cuidado a lo largo de un año es como si mostraras algo tuyo, como un hijo que has criado durante doce meses.”
Por: Diana Manrique Horta y