Discusiones sobre agua
Por Álvaro Hernando Cardona González
La semana pasada escribimos sobre algunos aspectos a tener en cuenta a la hora de administrar el agua. Y ha sido muy grato hallar en el correo de los lectores de este diario, en nuestro blog elambientalista.blogspot.com, en las redes de Twitter y Facebook e incluso en nuestro correo personal, cómo se abrieron debates y opiniones muy enriquecedoras.
Un gran amigo nos “jaló las orejas” diciendo que le costaba creer que hubiéramos excluido el papel de la deforestación en las problemáticas del recurso hídrico, especialmente aquella que rodea los “nacederos” como una de las causas de disminución de caudales. Una estudiante de ingeniería civil, de La Plata, nos manifestó su interés por participar activamente en la política tomando como bandera las soluciones de los conflictos en el sector rural generados alrededor de la administración de acueductos. Ella sostiene que en los problemas del acceso al agua potable, se ven reflejados varios de los problemas sociales de Colombia.
Son dos de muchas aristas que pueden reflejar las relaciones humanas cuando varias personas o grupos de personas quiere acceder al recurso hídrico. Porque el recurso natural renovable es, junto al aire, el de más se demanda y por tanto más conflicto genera.
Al primero debemos decirle que la cantidad del agua en el planeta permanece más o menos estable. Lo que varían significativamente son los caudales (aguas continentales) sus estados (el agua del mar aumenta pero por el deshielo de los casquetes polares ante el cambio climático) y su calidad.
El agua no nace. Brota, proveniente de los acuíferos. Las capas vegetales y forestales alrededor de las fuentes conservan y graduan los flujos. También, claro, la deforestación influye en los cambios climáticos (ya no lleve tanto allí sino en otra parte del planeta). La mayor causa de disminuciones de caudales se generan por más usuarios y más caudales derivados (ejemplo, se amplía la frontera agrícola y se usa más agua en predios cultivados).
A la segunda, esos conflictos deben sincerarse y deben ser abocados racionalmente. El sentido común, que no necesita títulos profesionales sino amor sincero por el prójimo y por Colombia, ciertamente necesitan personas que hagan política para cambiar tonterías por sensibilidad. Más aún, aquí se necesita más sabiduría que inteligencia.
Las decisiones públicas se deben asumir con valor y amor para hacer de este un país mejor. El politiquero nunca sincerará los problemas, porque eso no trae votos. Es más fácil echarle la culpa al Estado, a un partido, a un gobernante, que señalar a los pobres y a los ricos que toman agua sin concesiones o que incumplen las condiciones impuestas y racionales para administrar el agua y alcance para todos.