Del amor y otros demonios
Profesor de Derecho
En 1994, después de pensarlo 40 años, Gabriel García Márquez decidió narrar una historia compleja de amor. Recordó que el 26 de octubre de 1949 no fue un día de grandes noticias. Estaban vaciando las criptas funerarias del Convento de Santa Clara. El histórico convento de las clarisas iba a ser vendido para construir en su lugar un hotel cinco estrellas. Actualmente, quien visite el centro histórico de Cartagena observará un espléndido hotel en la plaza San Diego, con paredes vinotinto, enormes columnas, detalles rústicos y empleados muy cordiales que resaltan la presencia de Hotel Santa Clara, el cual ostenta una historia desde antes de existir, cimentada en un enamoramiento ocurrido en el siglo XVIII. Sierva María de todos los Ángeles y Cayetano caen en un enredo que los lleva a actuar desde lo más profundo de su ser. Sus corazones palpitaban con más fuerza a medida que compartían tiempo, pese a las restricciones de la Iglesia. El peculiar romance empezó con mucha incredulidad, la que resiste más que la fe, porque se sustenta de los sentidos. A partir de su desconocimiento, Sierva empezó a indagar, le dijeron que “el amor era un sentimiento contra natura, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa”. También preguntó si era verdad, como decían las canciones, que el amor lo podía todo. "Es verdad", le contestaron, "pero harás bien en no creerlo". Las visitas prohibidas, el poco tiempo para comunicarse los puso en situaciones de soledad e indecisión. Incluso, Cayetano decía “siento que la conozco menos cuánto más la conozco”, Por otro lado, curiosamente sabía que el sexo era un talento y él no lo tenía. Pese a las notorias vicisitudes, Cayetano no podía disimular lo que su corazón dictaba, por eso “le confesó que no tenía un instante sin pensar en ella, que cuanto comía y bebía tenía el sabor de ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes, y que el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella”. Fue tal su ahínco y vehemencia para convencerla de su fiel cariño que lo intentó casi todo, menos preguntarse si aquel era el modo de hacerla feliz pues no hay medicina que cure lo que no cura la felicidad. Ante las negativas recurrentes de Sierva, él le opuso una fuerza tierna pero resuelta, luego le imploró: “acuérdate siempre de mí, ha de ser mi única gloria” para luego recibir una solicitud desde el alma: “no dejes que me olvide de ti”. Ante la inminente tristeza generada en varias de sus conversaciones nocturnas, Cayetano le pidió: “no más lágrimas, bastan las que por vos tengo lloradas”. A veces el amor es físicamente desgastante pero siempre reconforta el espíritu, por eso dicen que el cuerpo humano no está hecho para los años que uno podría vivir. Al final, la belleza de Sierva se tornaba intacta para la historia, pese a que su imponente cabellera cobre y su hermoso rostro fenecían. Ahora todo esplendor pertenecía al pasado.