Cuando el arte duerme en los anaqueles
Por: Gerardo Aldana García
Este Huila que nos suena a Sanjuanero y Rajaleña, pintado en óleos, pasteles o carboncillos, contado desde el repentismo de narradores nutridos por los mitos, por la identidad regional. Un Huila hecho en barro, piedra, madera y fibras naturales en las manos y encanto de artesanos. Un Huila celebrado en el vuelo de las faldas que, en coreografías de danza, llenan el corazón. Es el Huila que nace y habita desde la visión única de los creadores del arte y la cultura. Los hay por cientos en el Departamento: danzarines, poetas, novelistas, narradores orales, cuentistas, músicos, escultores, pintores, fotógrafos, artesanos, realizadores y productores de audio visuales, entre otros. Son artistas que se han formado de manera autodidacta o también en escuelas de arte y universidades, y viven de su creación, aunque muchos de ellos, apenas sobreviven.
Es un contrasentido que, en una región tan rica de expresiones culturales y arte, sus creadores tengan que padecer un marginamiento económico que los deja sin mayores posibilidades de elevar su nivel de vida y el de sus familias. Y la razón estriba de forma sensible en el hecho de la imposibilidad de acceder a los mercados del arte desde donde es más fácil lograr la decisión de compra del muy particular consumidor de estas obras que, si bien son generalmente materiales, poseen un significado intangible, capaz de mover la sensibilidad humana hacia estados de conciencia y emocionales, indefinibles. El artista huilense se ha quedado solo, sin un tutor, en su tarea de comercializar. La región no tiene empresarios privados dedicados al comercio del arte. Las entidades públicas consideran que el comercio o el asesoramiento en este ramo, no es competencia de su institucionalidad. Los merchantes, como los compradores de arte escénico, visual, literario o cineasta, no tienen al Huila como un territorio del cual puedan sacar ofertas para el mercado nacional y menos internacional. Sin embargo, en cada versión del Sanpedro, o en las salidas que los mismos artistas de vez en cuando gestionan para salir del país a mostrar la identidad del territorio, todos nos emocionamos y admiramos sus sonidos, colores, trazos y relatos.
Mientras esto ocurre, las obras dormitan en anaqueles, en las casas o estudios de los creadores, o en la carpeta de Windows que alberga el lenguaje en partitura de composiciones musicales inéditas, o las orquestas y bandas siguen allí, con su riqueza apenas llegando a las frondas del parque o a las paredes de un sótano en donde cada día afinan sus toques. Los grupos folclóricos continúan ensayando en los espacios que se franquean para afinar el movimiento de cuerpos danzantes, que gritan por ser vistos, por ser leídos, por ser puestos en valor económico y así garantizar para el pueblo del Huila, su legado de cultura por el arte y para el arte.
Qué bueno le haría al Huila cultural, que desde el ente seccional o de los locales, desde la Asamblea Departamental o de los Concejos Municipales, se dieran a la tarea de crear un tipo de organización o un programa especial, dirigido al apoyo de la comercialización de las ofertas e industrias culturales. Más aún, la responsabilidad es tan exigible a los entes públicos, que la misma política nacional derivada del Plan Nacional de Desarrollo, consigna a la Economía Naranja, en la cual se adscribe la oferta artística huilense, como la estrategia clave para el impulso de este injustamente deprimido sector de la sociedad colombiana.