31 años del asesinato de Luis Carlos Galán
Por Julio Bahamon
Estoy recopilando episodios de mi vida política, y dentro de las distintas crónicas he escrito un capítulo especial en el que cuento todo lo que a mí me consta sobre este doloroso suceso que enlutó a Colombia, al igual que tengo otro sobre el crimen de Rodrigo Lara Bonilla mi amigo del alma, crímenes que abrieron un inmenso agujero negro a nuestra historia, y por ese agujero, surgieron todos los males que desde entonces entristece la memoria de nuestra patria.
Es posible que, 31 años después, a la generación milenios esto no les interese, pero todos deben saber que el narcotráfico sigue vigente creciendo amenazante como espuma, exponencialmente, como la peor peste de la historia de la humanidad que ha permeado hasta los tuétanos a nuestra sociedad. A partir de ese momento fue que se “jodió” Colombia.
El año de su vil asesinato me encontraba terminando de construir un sector importante de la carretera El Recreo – San Guillermo, en el Caquetá, y contaba como centro de operaciones a Garzón debido a que el acceso a la obra se hacía a través de la inspección del Recreo. Recuerdo que semanas antes el Dr Galán me llamó para agradecerme la publicación de una carta suscrita por la dirigencia del nuevo liberalismo huilense en la que le expresábamos nuestro apoyo y solidaridad a raíz de un frustrado atentado que los violentos quisieron hacerle en Medellín. A esa reunión asistí con los Drs Miller Muñoz Ibarra y Abelardo Serrano Fierro.
Ante nuestra preocupación por su seguridad me contestó: “Julio, no basta la seguridad que tengo, esa gente está muy bien armada y dispuesta a liquidarme”: Esas fueron sus palabras antes de despedirnos, como frase premonitoria de lo que sucedería pocos días más tarde. En la fecha del magnicidio regresé a Garzón desde el campamento de Piedra Gorda en horas de la noche y por ese motivo no me entere de la dolorosa noticia. Al día siguiente, temprano me comunique con Neiva con don Carlos Iriarte amigo leal quien muy alarmado me ratificó el crimen de nuestro jefe y líder.
Esa mañana logré conseguir cupo en el primer vuelo a Bogotá y cuando llegué a la capital me dirigí al capitolio nacional en donde ya se encontraba en velación, en el salón elíptico, el cuerpo inerme del hombre que encarnaba el verdadero cambio para el país. Luis Carlos Galán cayó asesinado en la plaza principal de Soacha, cinco años después de que en similar atentado muriera acribillado el ministro Rodrigo Lara, su escudero y director de su campaña a la presidencia en 1.982 por orden del cartel de Medellín, y bajo las balas asesinas disparadas por confesos criminales pertenecientes a la nómina de Gonzalo Rodríguez Gacha, alias “el mejicano” y sentí, en ese instante, un profundo dolor personal; lamente todo lo que había perdido nuestro movimiento y el país entero.
Esa misma noche del 19 de agosto fuimos convocados los coordinadores regionales del movimiento por los representantes José Blackburn y Rafael Amador al restaurante del Senado de la Republica en donde nos leyeron una carta que había sido escrita por el director y candidato Galán, días antes de su muerte, de puño y letra, en la cual manifestaba su preocupación por lo que le pudiera suceder ante las permanentes amenazas de muerte de parte de los carteles de la droga. En esa carta, Luis Carlos Galán declaraba que, si algo le llegara a pasar, era obligación del Nuevo Liberalismo continuar con sus banderas y, debíamos proveer un candidato que prosiguiera con el gallardete y ocupara su puesto en el camino hacia la presidencia de Colombia.
Tengo en mi memoria muy claro que analizamos las distintas posibilidades, y la que vimos como muy evidente fue la del Dr Gabriel Rosas Vega en ese momento ministro de agricultura del gobierno de Virgilio Barco. A mi juicio, era la persona indicada. Su lealtad y su profundo conocimiento de la situación del país le garantizaba a Colombia, y a la memoria de Galán, que era el ciudadano recomendado para sucederle. (Continuara en la semana entrante).
