Rosas con sabor a café
“Nadie enciende una lámpara y la guarda en un lugar escondido, ni la tapa con una vasija, sino que la pone en el candelero para que su luz alumbre a todos los que entren en la casa. Los ojos son lámparas para el cuerpo. Si tus ojos son limpios, todo tú serás luminoso; pero si en ellos hay maldad, todo tú serás oscuridad”.

Por Darwin Méndez Losada
Al conocerla y saludarla, pude ver en sus pequeños ojos claros lo transparente de su alma; unos ojos que irradian alegría, esperanza, sueños, amor y vida. Una mirada que contagia y reconforta en medio de tanta penumbra y de corazones egoístas. Por suerte, esa luz que irradia ha podido ayudar a transformar la vida de muchas mujeres, que encontraron una lámpara en medio de la oscuridad.
Nelly Saavedra es una líder campesina nacida en el municipio de La Plata, al occidente del departamento del Huila, de padres cafeteros que le enseñaron el amor al campo y al café. Sus primeros años los pasó entre cafetales, aprendiendo los pormenores de la siembra, cosecha y secado, de ese producto que le ha dado lo necesario para vivir. Siempre tuvo un espíritu de liderazgo y de trabajo en equipo que le permitieron adelantar iniciativas que ayudaran a los demás. Pero su gran gesta se empezó a materializar en el año 2.008, cuando logró capacitarse sobre equidad de género y los derechos de las mujeres.
Este aprendizaje le permitió tener otra visión del papel de la mujer en el campo. Se convenció que la mujer campesina debía empoderarse de sus capacidades y de su rol protagónico en la formación de una mejor sociedad y aprender a aceptarse y quererse como es; un cambio cultural difícil de alcanzar en una sociedad machista, pero que con paciencia y educación se empezó a dar lentamente.
También entendió que el mejor, y tal vez el único, camino para lograr estas transformaciones era trabajar unidas, conformando un gran equipo. A partir de esta necesidad surge la asociación de mujeres cafeteras del occidente del Huila “Las Rosas”, que nace en el 2.014 como un ejemplo de cooperativismo a nivel mundial. Actualmente asocia a 287 mujeres caficultoras de los municipios de Paicol, La Argentina, La Plata y próximamente Nátaga.
Una líder de admirar
Días antes, Doña Nelly me había invitado a participar del encuentro de las asociadas y sus familias en el municipio de La Plata, y consideré que era la ocasión perfecta para conocerla personalmente y observar de cerca el relevante trabajo que vienen adelantando.
Al llegar, fue grata la impresión de ver a cientos de mujeres que, junto a sus familias, disfrutaban con alegría del evento: cantaban, reían, compartían y se integraban como una sola comunidad. Se percibía un ambiente familiar y de hermandad entre mujeres de diversas edades y grupos étnicos que habían logrado vencer el miedo a expresarse, opinar y liderar su destino y el de sus hogares.
En la mesa principal estaba doña Nelly, una mujer con la que solo había hablado por teléfono y había visto en la foto de perfil de su WhatsApp. Su dinamismo y carisma eran sorprendentes. Durante el evento estuvo al tanto de todos los pormenores: tomaba el micrófono y hacía algunas acotaciones, luego volvía a la mesa principal; a los pocos minutos se levantaba de nuevo e iba a donde estaban los jóvenes de los grupos artísticos y coordinaba con ellos el momento de entrar; volvía a la mesa y al llegar algún invitado especial, bajaba a recibirlo y lo ubicaba junto a ella; atendía a las asociadas que le consultaban alguna novedad y, a la hora del almuerzo, la pude ver atareada con varios platos de comida que entregó a los invitados. Tanta vitalidad y actitud de servicio, me hizo recordar a las mujeres de mi familia, al igual que Doña Nelly, ellas, simbolizan a la mujer huilense, descendientes de Guaitipán (Cacica la Gaitana), luchadoras, emprendedoras, soñadoras y defensoras de la justicia y la equidad.
El inicio de las Rosas
Al acabar el evento, doña Nelly sacó un tiempo para atenderme y dialogar sobre la experiencia de “Las Rosas”; empecé por conocer la finca que tiene arrendada la asociación; allí se reúnen, capacitan y siembran las plántulas del café que luego comercializan con los cafeteros de la región. Al lado de la finca están las oficinas de Cadefihuila, una cooperativa que ha sido la gran aliada de la asociación, brindándoles la asistencia técnica, compra de las cosechas y tostado. Actualmente la asociación exporta café a Canadá y Estado Unidos y comercializa en Neiva y Bogotá.
Doña Nelly Saavedra me hablaba con pasión y orgullo; un orgullo que no es personal sino comunitario, porque ella siempre lo deja claro: “Es el esfuerzo y trabajo de todas las mujeres asociadas”, que, venciendo los obstáculos y barreras impuestos, han logrado avanzar hasta este punto. Y, precisamente, mientras nos tomábamos un café en la tienda de “Las Rosas”, Doña Nelly me contó con detalle de las muchas dificultades que tuvieron en sus inicios, la principal, “el machismo”, que no permitía que la mujer pudiera capacitarse, tener su propio pedazo de tierra, cultivarlo y comercializarlo; entre risas me dijo que muchos las llamaban “viejas locas” y no creían que ellas fueran capaces de asociarse y salir adelante. Hoy, muchos de esos machistas las acompañan a las reuniones y las apoyan. Ella agradece a su esposo e hijos porque han sido su sostén y han estado junto a ella en los momentos difíciles y en los de gozo y recalcó la importancia de la unión familiar como el motor principal para que la sociedad pueda avanzar en el alcance de sus proyectos.
El empalme generacional
Entre anécdotas y risas, disfrutando mi café, seguía cautivado con la mirada de doña Nelly y podía entender, porque así lo sentía yo, como esa mirada que transmite entusiasmo y vitalidad, había iluminado a cientos de mujeres del campo para arriesgarse a adelantar un proyecto de las características de la Asociación de Mujeres Cafeteras. Mi celular timbró y tuvimos que hacer una pequeña pausa mientras contestaba, al continuar me habló de un tema que considero fundamental para el futuro de la humanidad y que ella llama “empalme generacional”. Se trata de la necesidad de que los hijos de los campesinos se enamoren del campo y quieran seguir cultivando y trabajando la tierra. Es algo urgente porque el campo se está volviendo viejo y es prioridad que las generaciones jóvenes asuman con dedicación y nuevas ideas esa herencia.
Pronto serían las 4 de la tarde y Doña Nelly tenía que sustentar, junto a otras compañeras, un proyecto productivo en el SENA; nos subimos al taxi que la llevaría a ella a su destino y a mí al parque principal, quería tomar algunas fotografías. El paisaje de La Plata era hermoso, la luz del sol resbalándose por las montañas daba una diversidad de colores deslumbrantes; de nuevo esa ilusión llamada tiempo se diluía en el espacio y tenía que partir, pero antes de salir del taxi le pregunté a mi emprendedora acompañante si tenía interés en hacer política, mirándome a los ojos me contestó que para servir no era necesario, por el contrario, se convertía en un dolor de cabeza.
El taxi se alejó apresurado. Me acerqué al parque y saqué mi cámara fotográfica. Un desfile navideño pasaba frente al templo San Sebastián. Mientras cuadraba el plano y la composición para la fotografía, empecé a ver a las mujeres que caminaban por el parque y sentí vergüenza de ser hombre. No pude tomar la foto, me senté en una banca y reflexioné en tanto sufrimiento y maltrato que han padecido las mujeres; cuántas luchas y sangre derramada para alcanzar un peldaño, un derecho, un poquito de algo que la estupidez y arrogancia del sexo opuesto les han negado, y, abrumado, me cuestionaba ¿desde cuándo unos testículos nos hicieron creer los dueños del mundo?