Recuerdos de Semana Santa
La celebración piadosa y consciente de los grandes hechos que se conmemoran, ha marcado huellas indelebles en los ya abundantes calendarios en los días de las Semanas Santas ya vividas.

Por Mons. Libardo Ramírez Gómez*
Obispo Emérito de Garzón
Email: monlibardoramirez@hotmail.com
Cada día trae su afán, cada año sus especiales circunstancias; cada Semana Santa sus especiales gozos para quien quiera aprovechar su valiosa realización para el crecimiento espiritual. Por allá, en el lejano año 1939 comencé a interesarme por cuanto se realizaba en esta semana que atraía el interés de mi creyente familia y la casi totalidad de las buenas gentes de Garzón, al Sur del Huila. Creció mi interés por sus celebraciones en 1942, ya en el Seminario Menor, con su Oficio de Tinieblas desde el miércoles en la noche, con ceremonias y fervorosas procesiones hasta el Domingo de Resurrección. Después de ordenado Sacerdote (1956) y de Obispo (1972), me correspondió presidir ceremonias y predicar sobre el precioso mensaje de estos Días Santos. Luego llegué a las muy especiales celebraciones de este año, gracias a Dios con especial fervor, en la situación de “cuarentena” en que nos ha ubicado un enemigo invisible que ha cobrado miles de vidas en el mundo.
La celebración piadosa y consciente de los grandes hechos que se conmemoran, ha marcado huellas indelebles en los ya abundantes calendarios en los días de las Semanas Santas ya vividas. Providencialmente en las naciones evangelizadas por España y Portugal hemos tenido la hermosa tradición de celebrar, con especial fervor estas épocas, agradeciendo a Dios el don de la fe y renovando el propósito de vivir a la luz de ella. Cada año ha dejado algo precioso en nuestro espíritu al haberle dedicado, gustosos, el debido tiempo a estas celebraciones.
Pero el Señor nos trae especiales sorpresas como las de este 2020, a puerta cerrada pero más cercana que nunca a revivir y disfrutar los grandiosos misterios de amor de Dios que revivimos en estos Días Santos. Gracias al Señor, por nuestro interés de dejar toda otra preocupación aún la del peligro de infección, para seguir por los medios de comunicación las sagradas ceremonias, muy unidos al Papa Francisco y a otros Prelados que con gran recogimiento presidieron las celebraciones. Hubo inspirados mensajes para convertir en algo positivo la misma aterradora emergencia que afrontábamos, algo permitido por Dios para “bajarnos del delirio de omnipotencia humana” y convertirnos a la solidaridad, centro del pregón de Jesucristo.
Yo había celebrado con infantil y juvenil emoción mis primeras Semanas Santas, había acompañado de Diacono a veterano Sacerdote a quien suplí en casi todo menos en la absolución de pecados y consagración de la Eucaristía (1956), había participado en estas santas celebraciones en Tierra Santa (1959), había colaborado con piedad en programas tradicionales en Popayán (2.004) y Mompox (2.014), había colaborado a hermanos Obispos en Diócesis como Málaga, Líbano, S. José de Guaviare, pero nunca había tenido una experiencia tan profunda como la de este año participando desde mi refugio en las celebraciones tan sentidas, trasmitidas por televisión al Papa y a algunos hermanos Obispos. ¡Gracias al Señor, Aleluya¡.
De parte mía y de millones de creyentes traemos a nuestras mentes, con indecible gozo, estos recuerdos de Semana Santa, momentos cimeros de nuestra fe y de la alegría y esperanza, dones de Dios que llenan nuestras mentes y corazones. Gracias infinitas a nuestros mayores que con su fervor nos han llevado de la mano a estas felices realidades. Gracias a María Santísima la Madre dolorosa de Viernes y Sábado Santo. Madre de indecible gozo con la Resurrección de Jesús, que nos ha protegido en nuestra exultante vivir cristiano. Gracias a los primeros Apóstoles, y a los de todos los tiempos, y a nuestros educadores, a nuestros padres y familiares que nos han llevado de la mano a esta sublime vivencia y recuerdos dichosos que seguimos disfrutando.