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Enfoque/ Creado el: 2019-08-26 02:12

Orgullosos de ser “doblemente colombianos”

Más allá de sus problemas, el municipio de Colombia tiene maravillosos paisajes que merecen ser visitados.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | agosto 26 de 2019

Por: Darwin Méndez

Cuando inicié este proyecto de Crónicas de Viaje, quise empezar por el municipio de Colombia, del que tenía pequeñas referencias dispersas en artículos de prensa y ligeras impresiones construidas a partir de las conversaciones con algunos amigos que habían tenido la oportunidad de visitarlo. Infortunadamente, toda esa información estaba llena de noticias negativas y estigmatizadoras.

Una mañana de domingo tomé mi motocicleta y partí rumbo a este pueblo, ubicado al norte del departamento del Huila.  El día apuntaba a ser soleado; con algunas nubes a lo lejos. El viaje raudo  en motocicleta me exponía  a brisa calcinante y la percepción de los olores del trópico. Los colores embravecidos por la canícula me anticipaban una maravillosa experiencia de libertad.  

Luego de una hora de viaje, entre trayectos pavimentados, reparchados y en mal estado, me fui acercando a las estribaciones de la cordillera oriental, un paisaje de altas montañas de color rojo con un tapete verde, conocida como la “Ciudad de los cardos”, gracias a las más de 13 especies de esta vegetación Xerofítica me enseñaban su jerarquía bajo dominio del manto solar.

Exótica belleza topográfica

Aun maravillado por la exótica belleza de la topografía, me topé con la falla geológica que ha partido literalmente la carretera en dos, dejando el terreno al descubierto.  Unos metros más adelante la vía se tornó nuevamente destapada  y mientras bajaba la velocidad de la motocicleta, pensaba en la innumerable cantidad de carreteras que conducen a muchos municipios a lo largo y ancho del país y que son verdaderas trochas, intransitables, ninguna región puede pretender desarrollo y bienestar para sus habitantes  sin tener vías de comunicación  en buenas condiciones.

Después de sortear huecos y derrumbes, arribé al alto de la Virgen, divisando a lo lejos el casco urbano de Colombia y la imponencia del rio Ambicá.  Este afluente desciende de la cordillera oriental y a medida que llega a la planicie del municipio cobra fuerza y su anchura se hace imponente, muchas veces pude verlo en las fotografías de los periódicos que informaban sobre sus crecientes, pero verlo personalmente y sentir su fuerza, me causó asombro y mucho respeto.   Al cruzar el puente El Milagro que atraviesa el rio y sirve de entrada al casco urbano, dimensioné los estragos dejados por el Ambicá sobre la estructura del puente, reflejados en los constantes arreglos y remiendos que lo divide en tres secciones.

Llegué al parque principal y estaba desolado, algunas personas empezaban a salir de misa.  Entré al templo y me presentaron al presbítero Walter Zapata, un joven sacerdote de la congregación de los pasionistas, que desde el 2005 están al frente de las dos parroquias de la iglesia católica que tiene Colombia Huila.  Amablemente me recibió y me indicó que no tenía mucho tiempo, ya que salía para una de las veredas a oficiar una eucaristía y estaba retrasado, le prometí hacerle unas pocas preguntas y me invitó a una sala a la entrada del templo.  Me senté en una pequeña banca de madera,  el sacerdote se ubicó en una silla mucho más grande a mi lado, a simple vista hubiese parecido un acto de confesión, pero debo aclarar que mi última confesión fue hace más de 25 años.

Las problemáticas de Colombia – Huila

Sin preámbulo indagué por las problemáticas del municipio, con una risa sincera y acento paisa, (es de Amagá Antioquia), me contestó que existían muchas problemáticas, pero la más importante eran las de las vías de acceso al municipio, señaló que los campesinos sufrían mucho para movilizar sus productos, algunas veredas estaban incomunicadas por la creciente del rio y los continuos derrumbes pero, aclaró, que en los últimos días, algunas de estas habían mejorado por el trabajo que adelantaba la gobernación del Huila.  Le pregunté por el orden público y las resultados del proceso de paz con la Farc.  El sacerdote tomando en sus manos una pequeña camándula, me contestó que la situación había mejorado considerablemente y que la gente se podía movilizar sin problemas por las veredas, que quedaron algunas secuelas de esta situación, como los desplazados que llegaron al municipio y  los muertos que dejó el conflicto, pero muy convencido me dijo: “puedo afirmar que Colombia es un municipio tranquilo”.

Gente trabajadora

Noté su preocupación por el retraso y le hice la última pregunta, ¿de qué viven los doblemente colombianos?, El presbítero emocionado, me respondió que la gente era muy trabajadora,  cultivan café, frijol, maíz, granadilla, lulo y en algunos lados estaban cultivando pitahaya, además de la lechería y que pese a las dificultades, la gente se las ingeniaba para sacar sus productos.  Le agradecí por el tiempo, el sacerdote se despidió y apresurado entró en la sacristía. 

Salí del templo y caminé por la acera, el parque seguía desolado.  Llegué a una esquina y me encontré con un almacén de ropa y zapatos, tal vez el más grande del municipio, sentado a la entrada estaba Nelson de Jesús Botero Gómez, conocido como “el paisa”, un hombre amable y dicharachero como buen antioqueño.  Se radicó en Colombia desde hace 10 años, aquí conoció a su actual esposa, con quien formó un hogar y  montaron el negocio, le pregunté si  era pariente de Iván Botero Gómez, y sonriendo me contestó que aunque eran del mismo pueblo, (El Santuario) no tenían ningún parentesco.  El paisa es un líder social, que se ha ganado el respeto del pueblo por su trabajo, ayudando a los más necesitados y liderando iniciativas sociales.  Me contó de la difícil situación que vivía el municipio por el mal estado de la vía principal, así como la problemática del acueducto, que se dañó con la creciente del río y desde hacía varios días los tenía sin agua potable, pero que seguían adelante poniéndole el pecho a la adversidad. 

Me despedí del paisa y salí en busca del barrio San Francisco, como fue llamado en un comienzo el municipio de Colombia, me fui alejando del casco urbano y encontré al Hogar Geriátrico municipal, una nueva edificación que permite dar un hogar digno a los abuelos de esta localidad.  La calle pavimentada se volvió un camino de polvo y en contraste con la edificación del  Hogar se presentó San Francisco, un barrio humilde con las vías en mal estado, tan solo una está pavimentada.  Ante este desolador panorama decidí marcharme, pero antes de salir del barrio me hablan de Gustavo Trujillo, un joven microempresario que luego de conocerlo,  me invitó a conocer su proyecto empresarial.

Llegamos a su casa y allí su esposa, una joven con varios meses de embarazo empacaba de manera artesanal algunos dulces.  Caminamos al solar donde  tiene la maquinaria con la que trabaja el cardamomo, una hierba aromática de exquisito sabor y agradable aroma.  El olor me hizo retroceder muchos años y recordar mi infancia, cuando en lugar de halls o chicles usábamos el cardamomo para refrescar el aliento.  El joven profesional, me mostró entusiasmado los diferentes equipos que realizaban los procesos de separación, secado y limpieza de la planta.  Todo este proceso ha requerido de inversión que se ha logrado gracias a su familia.  El joven empresario me comenta que se trabaja con campesinos que tienen los cultivos del Cardamomo en veredas como: la Legiosa, Dorado y Diamante, ubicadas a más altura que Colombia, pero  como lo reiteró: “ha sido difícil hacerles entender que se puede vivir de este producto, un proceso de capacitación y de convencimiento que hasta ahora se está logrando”. 

Dulces de cardamomo

Gustavo es el representante legal de Navicar, una microempresa que con esfuerzo se abre espacio en la comercialización del cardamomo, generando más de 30 empleos a mujeres del municipio y que le apuntan a la producción de productos derivados de este.  Un primer paso son los dulces con sabor a cardamomo que ya están comercializando en el Huila y Antioquia.

Eran pasadas las 2 de la tarde, el sol había menguado y grandes nubes se posaban sobre el firmamento.  Recordé que estaba sin almorzar y regresé a la plaza principal en busca de un restaurante, encontré uno y pregunté si quedaban almuerzos, una joven alegre de ojos grandes me dijo que sí y me invitó a seguir.  El lugar era una sala adecuada con varias sillas y mesas rimax, al frente una pequeña puerta que daba al interior de la casa y a la cocina, con un refrigerador y una estante de vidrio.  El menú incluía sopa de plátano con principio de frijoles acompañado de carne sudada, pollo frito o sudado y jugo de lulo, escogí la carne sudada.   Mientras me servían el almuerzo, le pregunté a la joven de ojos grandes y bonita sonrisa sobre las actividades de recreación que se podían hacer en el municipio y ella me confesó que no había mucho que hacer, que el mejor plan era ir al rio, que existían unas cascadas y lagunas muy hermosas, pero que para llegar hasta ellas era muy complicado por el mal estado de las vías.  Mientras almorzaba, la joven me seguía hablando de las pocas oportunidades que tienen los jóvenes, que algunos se iban para Neiva y otras ciudades, como su caso, que vivía en Neiva y estudiaba en la Universidad Surcolombiana, y los que se quedaban, se dedicaban a trabajar la tierra junto a sus padres. Me habló orgullosa de las fiestas del San Pedro, de las fiestas patronales en honor a la Virgen de las Mercedes, me comentó también de los temblores que se habían generado en esta zona del Huila y sin preocupación me afirmó que ya ni los sentían.

Pagué el almuerzo y me despedí de la joven, encendí mi motocicleta y despacio me fui alejando.  Tomé la carretera que me llevaría a Neiva y mientras pasaba el puente El Milagro, miré de nuevo la imponencia del Ambicá,  recordé a las personas que conocí, amables, alegres y orgullosas de su municipio, pese a las dificultades y necesidades seguían creyendo en un futuro mejor, próspero y lleno de oportunidades, solo necesitan la ayuda decidida del gobierno departamental y nacional, al menos construyendo  carreteras dignas, por donde  entren el bienestar y el desarrollo.