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Dominical/ Creado el: 2017-10-29 12:23 - Última actualización: 2017-10-29 12:26

Las regeneradoras de Núñez

En 1847 fallece su padre en Panamá, la tristeza se acrecienta pero conoce a Concepción Picón, mujer de temperamento fuerte de la que alcanza pedir la mano pero el genio de la dama lo arruina todo.

Escrito por: Orlando Mosquera Botello
 | octubre 29 de 2017

Decía la semana pasada, que Rafael Núñez Moledo, siempre tuvo a su lado una mujer en quien apoyarse para descansar de su tremenda acción política. Los biógrafos lo señalan como un hombre inteligente, de ojos azules hundidos, cabello rubio fino, pómulos salientes, tez blanca y facciones irregulares que le afeaban el rostro pero que no le quitaban cierto toque mágico con indefinible atractivo masculino. A cuatro de estas damas dedicó bellas poesías, las que según historiadores, verdaderamente amó.

De la primera solo se dice que era joven, atractiva por lo pizpireta y fresca (Hoy una mujer buena, complaciente y descomplicada). Parece que no tenían el mismo status social en una Cartagena siempre marcada por clasista. Se dice también que la amó mucho, que quedó embarazada y que el poeta quiso asumir su responsabilidad pero su padre, el Coronel Francisco Núñez García, se opuso a su matrimonio. Por tal motivo lo retiró de la Universidad para llevárselo a Tumaco y Panamá, donde logró emplearlo como Juez en la población de David, capital de la provincia de Chiriquí, la quinta más habitada del istmo. No se sabe si tuvo el niño o no, lo cierto es que terminó casada con un amigo de Núñez con quien tuvo dos niñas. Nunca se olvidaron, siete años después se volvieron a encontrar, ella viuda y él casado con Dolores Gallego. Sobra decir que le propuso volver, pero el no de ella le causó dolor y nostalgia.

Manuela Arosemena fue su consuelo -1846-. La suerte no los acompaña, ella fallece pronto. Se dice que era bella y amena -una cajita de música como se suele decir-. “¡Todo acabó! Precioso Meteoro. /Fue tu existencia, ejemplo de virtud. /Por eso el pobre, acongojado lloró / Vierte, mirando tu glacial quietud”.

En 1847 fallece su padre en Panamá, la tristeza se acrecienta pero conoce a Concepción Picón, mujer de temperamento fuerte de la que alcanza pedir la mano pero el genio de la dama lo arruina todo. Regresa a David donde termina casándose el 13 de junio de 1851, con Dolores Gallego, hija del segundo matrimonio del dirigente empresarial y político, Lorenzo Gallego y de María Clemencia Martínez. Se dice que era una enamorada del arte y que tocaba a la perfección el piano. Bella, dura y fría, tal vez por la epilepsia que la atacaba. Concepción era cuñada de José de Obaldía, el político más importante de Panamá, militante del ala radical del Partido Liberal, quien se convirtió en el protector y consejero de Núñez. Siete años después -1858-, nace su hijo Francisco y pronto vendrá Rafael junior. La diferencia de temperamentos los separará, a finales de 1859 será elegido parlamentario, abandonará Panamá y desde luego también a Dolores.

En tertulias literarias conoce a la bogotana María Gregoria de Haro de Logan, hija de Juan de Dios de Haro y Felipa Trespalacios, hogar distinguido pero de escasos recursos económicos. Se dice que era bella, elegante, ilustrada y amena. Hablaba inglés, le encantaba la literatura y escribía poesía. Nicolás del Castillo e Indalecio Liévano Aguirre coinciden basados en una fotografía facilitada por un familiar, que era de cara redonda, cutis rosado, cabellera abundante y ondulada, nariz recta, frente alta, boca bien dibujada con labio inferior ligeramente saliente, y ojos alargados de color pardo claro que hacían dulce su mirar. Se había casado la primera vez de trece años con Proto Rodríguez, un oficial del ejército que le llevaba sus años, de quien había quedado viuda muy joven. Dundas Logan fue su segundo esposo, había nacido en Gran Bretaña y exportaba quina; era 40 años mayor que ella, que por entonces tenía 17. Apuesto, borrachín, frío y cruel. Parrandeaba semanas completas y cuando retornaba le daba puño y pata.

Barrio Bolívar – David (Panamá).

Separada y con 22 años conoció a Núñez, llegando a quererse intensamente. Existen cartas que muestran al Regenerador como un gran conocedor del alma femenina a quien le costó trabajo conquistarla. María Gregoria se separa de su marido y parte para Nueva York. Decepcionado de la política radical promovida por sus opositores, Núñez la sigue. En 1865 cuando fue nombrado cónsul en El Havre, Gregoria se le une. Visitaron París y vivieron momentos de gran felicidad en Francia. No se sabe cuántos años vivieron allí y cómo ese amor se agotó. El hecho es que Núñez fue trasladado a Liverpool y Gregoria no se fue con él. Prometieron escribirse pero no se vieron más. En 1868 ella regresó enferma a Nueva York, allí la recibió el fabulista y diplomático Rafael Pombo y Rebolledo y otros amigos. Dickson -Médico Norteamericano-, la atendió en su clínica y, probablemente, le presentó al que sería su tercer marido, H.P. Gad, un escandinavo que le dio felicidad y quien falleció en 1889-. Luego va a París donde llevó una vida tranquila y discreta rodeada de libros y buenos amigos hasta su muerte en 1913.

Núñez conoce a Soledad Román en 1857, en la residencia del General Juan José Nieto, quien gobernaba Cartagena. Soledad nunca estuvo sola, fue la mayor entre 17 hermanos, hijos de Manuel Román y Picón -español natural de Moguer- y de Rafaela Polanco. Él Había estudiado Química y Farmacia en París, donde aprendió la depuración de la Quina para producir Quinina. En Cartagena montó una farmacia con la que hizo especial fortuna.

Muerta doña Rafaela, Soledad se hizo cargo de la casa y educación de los hermanos. Le colaboraba a su padre en la botica y le gustaba leer y enterarse de política. Era novia de Pedro Meciá, hijo de un comerciante catalán, cuando Rafael Núñez le propuso matrimonio. Al ser noneado, Núñez parte para Panamá. Al morir el padre de Soledad en 1874, ella heredó varios inmuebles, entre ellos la Casa del Cabrero -hoy museo- y un dinero con el que montó la Cigarrería el Dique.

Núñez regresa en 1874, siendo ya uno de los liberales más influyentes de la política nacional. Soledad tenía 42 años y él se aproximaba a cumplir 50. Era la época en que el matrimonio civil y el divorcio vincular eran instituciones legales. Tan pronto le anularon su matrimonio con la panameña, se casaron civilmente por poder en París -1877-.

Elegido Presidente en 1880, viajó solo a Bogotá para que no le hicieran el vacío social, pues el matrimonio por fuera de la iglesia causó escándalo. La llevó a Bogotá cuando se posesionó como Presidente la segunda vez. Los liberales del Olimpo Radical lo trataron de bígamo, los conservadores lo fueron a recibir a la estación del ferrocarril con sus esposas. Doña Soledad siempre colaboró en la ejecución de la política de la regeneración y supo ganarse la admiración de quienes la conocieron, entre ellos el Arzobispo de Bogotá, Monseñor Paul y Carlos Holguín, jefe del Partido Conservador y su esposa Margarita Caro.

Como ya lo dije, cuando se discutía la firma del Concordato con la Santa Sede, Núñez exigió para ella el reconocimiento y el respeto de la iglesia. El Papa León XIII entendió la situación y lo que estaba en juego para la iglesia y Colombia. Años más tarde elevaron su matrimonio civil a la categoría de Sacramento Católico. Monseñor Biffi, Obispo de Cartagena, presidió la ceremonia en la Iglesia San Pedro Claver.


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