miércoles, 04 de junio de 2025
Enfoque/ Creado el: 2020-02-24 03:19

Jimeno, un octogenario apasionado de las antiguedades

A su edad, Jimeno Falla evoca desde su lugar de trabajo en Los Comuneros, aquellas vivencias que en sus más de ocho décadas de vida ha trasegado. Uno de sus hobbies es la colección y venta de antigüedades entre las que se destacan billetes y monedas de diferentes partes del mundo.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | febrero 24 de 2020

Por: Liz Farfán

“Y sigo vivo, rumiando mis recuerdos”.

Ser un libro abierto es su más grande cualidad, a sus 84 años Jimeno Falla García, habla más que un niño cuando está iniciando a tararear sus primeras palabras. Llena crucigramas como una entretención que le sirve para la mente porque según él, de a poco se le empiezan a olvidar las cosas, aunque dichoso, también aclara que todavía tiene buena memoria y que, precisamente por esta razón, es que lo hace.

Siendo modesto o no, enfatiza que lee mucho y que sabe mucho. No me queda duda. Me  leyó hasta la mano. No ahondó mucho en el tema, pero según él, tengo larga vida. Habla de política y religión como sus más grandes fortalezas, a pesar de que casualmente, es el ser humano más ateo de todos sus tiempos. Jimeno, con J, como me repitió en tres ocasiones antes de iniciar la entrevista, sostiene que aún no sabe si el Dios del que todos hemos oído hablar alguna vez, exista realmente. Y es que él todavía no se explica cómo ese mismo ser, justo y poderoso o uno de los 8 mil dioses que asegura que existen, permite tanta precariedad en el mundo.

Al instante, me pregunta si estoy grabando y el tono de su voz se endurece al recalcar que Dios no existe. A diferencia del planteamiento de la Iglesia Católica que enseña que Dios creó el hombre a su imagen y semejanza, don Jimeno, asegura todo lo contrario; pues para él, fue el mismo hombre quien imaginó a Dios a su imagen y semejanza. Comenta que las personas son malas, perversas y egoístas por naturaleza y que así mismo, es Dios. Por tanto, este fue el imaginario que se creó al percibir que la tal misericordia divina, tal vez no exista.

Digo tal vez porque se cuestiona que a pesar de no creer en él, no le ha ido tan mal en la vida. Que si fuera por el mismísimo Dios, lo tendría (...), lo que ustedes imaginarán, exacto, pasando, quizás, por las más angustiantes penas; porque reafirma que cómo carajos va a existir alguien que hable tan mal del todo poderoso  y aun así, se sienta en la mejor etapa de toda su vida, más que muchos de sus amigos o conocidos que son fieles a la oración y que al parecer, van como el cangrejo, pero don Jimeno, aunque renegando y maldiciendo, con 84 años bien vividos, no se queja y vive más que feliz y contento. En el fondo, muy en el fondo, cree que tiene una especie de ángel guardián.

Izquierdista, marxista, leninista, materialista y hasta poeta, don Jimeno, tiene entre otras cosas, una bandera roja que representa el día de su partida. Tanto así que le ha pedido a sus seres queridos que si de verdad lo aprecian, el día de su muerte, deberán arroparlo con ese trapo rojo que guarda con amor y antojo en su lucha en pos de una quimera. Este verso, sin duda, es de su autoría, pues lo relata cómo solo los poetas saben hacerlo. De esta manera, continúa recitando y yo, expectante, solo puedo escucharlo atentamente mientras termina diciendo: el rojo es vida, amor, es alegría; y yo, que idolatro estas tres cosas, me llevo la ilusión tan poderosa de que no se perdió la lucha mía. Y que la libertad de la justicia y la paz, redunden para siempre una vez más.

Atraída ante este sutil verso, le expreso mi agrado y le pido que me enseñe otros de los tantos que conserva dentro de una carpeta vieja. Y aunque don Jimeno no tiene estudios ni un cartón que lo certifique, tiene la habilidad de un escritor que relata lo que fue presente al compás de sus experiencias más agalludas y mejor vividas. Escribe y recita versos, y me cuenta que su mujer indispuesta le reclama por no componérselos a ella, aun cuando él, ventajoso le responde, que son solo mentiras las que compone y que ella, nunca será digna de sus fechorías escritas.

Es un ocioso y en su fiebre de izquierdista, disfruta narrar sus más anecdóticas historias. Solo le faltó ser herido en combate, pues a raíz de sus inclinaciones políticas se ha ganado un par de personajes osados que han querido acabar con sus ideales. Ha sido alcalde de Villavieja, también de San Vicente del Caguán y hasta juez es sus ratos libres. Y estas mismas historias las quiso consignar como memorias en un ejemplar al que le llamó Aquí entre nos, como recuerdos que aún permanecen en su memoria antes del que mismo destino sea quien las borre para siempre. Dice que este es un testimonio para sus descendientes.  

Jimeno y sus antigüedades

Y aunque don Jimeno me ha dejado conocer su vida y tal vez, algunos de sus momentos más íntimos, mientras charlamos cobijados por el calor que se encierra en el lugar, puedo adentrarme en su pensamiento y notar en sus ojos que, a su edad, lo que más disfruta, es sentir la compañía de alguien. Y si bien, tiene en casa a su esposa que lo ha acompañado por más de cinco décadas, su verdadero polo a tierra ha sido por años, quizás, su más grande pasión y tal vez, también la misma que lo mantiene con vida. Celosa debe vivir su esposa al tener que compartir a su conyugue con personajes que han representado tanto para la República de Colombia como para la vida misma de este sabio hombre y es que, a la hora de la verdad, el indiscutible valor que han representado estos pequeños trozos de papel asociados también a las piezas de cobre o metal que enfrasca en recipientes de pasta marcados por nombres de países, solo se han quedado represados en el pasado y en un devaluado precio monetario en el presente.

No obstante, don Jimeno asegura que esto lo llena de vida y le regala felicidad. Como consecuencia, sale todos los días de su casa después de desayunar y llega a este lugar que, dice más de él, que él mismo y eso ya es demasiado. Su espacio se centra en tan escasos 3 m² y aunque lleno de polvo y oscuridad, logra representar un poco de aprensión por las antigüedades que guarda allí dentro, puede más la intriga que brota de momento. Don Jimeno es un fanático de la numismática y la notafilia. Y sin conocer sus pasiones por el nombre técnico, era evidente que coleccionaba monedas y billetes. Pero más que coleccionar, le gusta lo que esto representa en su vida. Allí se le ha pasado el tiempo y le ha llegado la plata. Mucha, poca, pero le llega. Aunque eso no le interesa; es pensionado y no encuentra inconveniente en pagar el arriendo de un local que puede llegar a generarle más gastos que ingresos.

Teléfonos antiguos, una máquina de escribir, un mortero de piedra indígena y hasta una porcelana italiana, hacen parte de su legado para los que también encuentran gusto en el arte de coleccionar o simplemente quieren adquirir una pieza antigua que trae consigo una gran historia. Vende lo que sea, aunque para comprar, es mucho más exigente. Y si de dinero se trata, este prima por encima de lo que sea, tanto así, que si tuviera que vender a su mujer o en su defecto, la moneda más valiosa que tuviera, lo haría sin importar qué. Aunque entre risas me asegura que lo de su mujer no podría hacerlo. Afirma que le gusta más la plata que almacenar las cosas. Y quizás, esto último, es también lo que le ha ayudado a librarse de tantos líos. No es millonario, pero vive bien, no le falta nada y la tranquilidad le sobra sabiendo que puede cerrar los ojos en cualquier momento del día y volver a despertar, sin que el acecho perturbe su sueño. Su negocio, es su mayor placer y su memoria, lo más valioso que pude tener.