Gritos por verdadera independencia
Este año 2.020 revive ese fervor al conmemorar 2010 de ese memorable 20 de julio, con símbolos de recordatorios como la Casa del Florero en esquina de la plaza mayor de nuestra Santafé de Bogotá.

Por Mons. Libardo Ramírez Gómez*
Obispo Emérito de Garzón
Email: monlibardoramirez@hotmail.com
El año anterior conmemoramos con fervor patrio el bicentenario del final glorioso de la Campaña Libertadora de nuestra Patria (07-1819). Este año 2.020 revive ese fervor al conmemorar 2010 de ese memorable 20 de julio, con símbolos de recordatorios como la Casa del Florero en esquina de la plaza mayor de nuestra Santafé de Bogotá. Los nombres de Antonio Villavicencio, Francisco y Antonio Morales, José Acevedo y Gómez, del agitador popular José María Carbonel, Camilo Torres, del Canónigo Andrés Rosillo y 17 Sacerdotes más firmantes del Acta de la Independencia más todos los firmantes de esa Acta son nombres, gran parte de ellos mártires de la causa libertadora despiertan en nuestra mente y corazón afecto y gratitud.
Pero no basta un romántico fervor patrio anclado en el pasado, así sea tan noble y justo, sino que así como hace un año invitábamos a “nuevas marchas libertadoras”, ahora hemos de emitir, entre todos, sonoros “gritos de independencia” de las cadenas de todo mal y de corrosiva corrupción, más rechazables que las que buscaban romper los patriotas en las que los tenían atados los gobiernos coloniales. Son cadenas que con el grito de testimonio honesto, con desinterés personal y político propicien obras de bien que exigen notables sacrificios, con firme honor a la verdad, y rechazo de todo dolo y engaño.
Es el momento de que no solo se reclame sino que se practique la solidaridad en el actuar, y, en las mismas privaciones, pensar en lo que más convenga no solo a lo personal sino en lo del prójimo y de la comunidad si es permanente grito de la rectitud y de la caridad vividas que, con total ofrenda, se cultiven en todos los ambientes para lograr transformación universal que traiga gozo estable.
“¡Señor te pedido perdón por todas las veces que con mi obrar no he gritado el Evangelio!”, dice una sincera súplica de perdón a Dios. Qué bien que en ese ambiente sintamos nuestro deber de decidida vida de honestidad y de fructuoso servicio a los hermanos como lo señaló Jesús si queremos premio eterno y pide ser imitadores suyos en no estar exigiendo servicios sino en ser servidores de los demás (Mt.20,27-28).
Hay cadenas esclavizantes que es preciso romper si queremos el verdadero bien personal y comunitario, así aparezcan como criterio para el vivir humano pues son al fin causantes de atraso y de guerras. Si queremos estable bien, y construir una sociedad próspera, es preciso romper el egoísmo, los odios y resentimientos, el abuso de los bienes en provecho propio y con daño de los demás. Del desprendimiento, la honestidad y la generosidad vendrán días mejores para todos, y libertad de actitudes esclavizantes portadoras solo de atraso ruina e íntima tristeza.
Sí lanzamos gritos de independencia que no tengan en cuenta las anteriores sensatas reflexiones, y sean solo lastimeros acentos sin serios propósitos de amor y sacrificios ante ineludibles exigencias, nos acontecerá como a nuestros admirados héroes de la Independencia que pronto cayeron en notorias fallas que ha llevado a calificar su época de “patria boba”. Los hechos subsiguientes al 20 de julio, vividos con personalismos, consiguieron encontrarlos débiles frente a la reconquista de Pablo Morillo. Lamentablemente algunas páginas de nuestra historia, por no dar gritos de permanente honestidad he impregnados de depurado animo de bien, pueden calificarse de idéntica manera.
Que echemos adelante un país mejor, sin triste y ridículas polarizaciones y falta de unidad para afrontar la problemática nacional. ¡Adelante con gritos de verdadera y estable independencia! Más que en errores de los demás que es preciso pensar en superar los propios, con necesarios sacrificios, y no quedarnos en fervorines pasajeros.