miércoles, 04 de junio de 2025
Tendencias/ Creado el: 2020-08-01 03:37

Fe, confianza, perseverancia  

Sencillo todo lo de esta reflexión, pero útil y llena de verdad, aplicable a momentos de agudas necesidades en las que urge el formidable apoyo de la oración.

“Fe y devoción”,  cualidades necesarias pero que sean verdaderas.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | agosto 01 de 2020

Por Mons. Libardo Ramírez Gómez* 
Obispo Emérito de Garzón 

Email: monlibardoramirez@hotmail.com 

Hemos señalado, en columna anterior, sobre “Fe y devoción”, como cualidades necesarias pero que sean verdaderas, y, cómo la Fe, y que, tiene poder transformador al estilo de lo soñado obtener con la “piedra filosofal”. Son un sabio conjunto de  cualidades que ha de tener la oración para que sea eficaz. Se ha enseñado que ha de ser “con fe, confianza y perseverancia”, agregándose que ha de hacerse “en nombre de Jesucristo”. 

Continuando en este flagelo que ha golpeado a la humanidad, el “coronavirus”, de tanto poder destructor, la mayor parte de la humanidad siente la necesidad de orar ante Dios, pidiendo protección, y que cese. En tales circunstancias no sobra insistir en cómo se haga la oración, para que tenga eficacia importante repasar los elementos que han de darle valor a esa alabanza a Dios y súplica de concesiones, que la hacen, así, todopoderosa.  

Se insiste, en primer término, que se haga con fe, lo cual es reclamado aún solo psicológicamente, porque la duda desvanece su eficacia. Una mujer enferma, le arranca a Jesús el milagro de su curación, con solo tocar su manto, sin decir Él palabra alguna. Pero advierte, que “alguien me ha tocado”, y, con solo esto, haya sentido que una fuerza había salido de Él.  Al acercarse la mujer curada, Jesús le dice: “hija, tu fe te ha salvado; vete en paz” (Marc.5,34). He ahí una poderosa fe, que, según el Maestro, “transforma  las montañas”, pues “nada le será imposible” a quien la tiene (Mt. 17,20).  

La plena “confianza”, es fruto de aquella fe, algo que  aparece en el relato anterior, y, sin la cual, se repetiría lo que advirtió  Jesús suceder, en cierto lugar, en donde, a pesar de su poder divino, “no pudo hacer milagros” (Marc. 6,5). “¿Por qué tenéis  miedo?”, dijo  a los discípulos en medio de fuerte tempestad (Mt. 8,28). Llena de confianza cuanto dijo,  también el Verbo Encarnado: “todo lo que piden a mi Padre en mi nombre yo lo haré” (Jn. 14,18). 

Complementando las condiciones para eficacia de la oración está la “perseverancia”.  Dios no necesita palabrería ni gritos para escuchar la oración, pero sí hace pensar que espera se le reiteren las súplicas. Él sabe nuestras necesidades, pero hace sentir su exigencia de perseverancia en las súplicas para conceder sus gracias y bondades.  

Puso Jesús, en su modelo de oración al Padre, culminarla diciendo: “hágase  tu voluntad así en la tierra como en el cielo” (Mt. 6,10), para que dejemos en su poder divino la concesión a  nuestra súplica. Si no nos concede algo es deber interpretar que es porque no nos conviene, pero que concesión mejor nos dará, y no prohíbe perseverar, pacientes, en concreta petición, dejando al fin de cuentas todo en sus manos. Ejemplo admirable de perseverancia, y entrega en manos de Dios, es la expresión de Job ante las crecientes necesidades, después de haberlo perdido todo: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó” (Job. 1,21).  Expresiones de reproche o maldición a Dios, cuando no nos concede algo, suena a blasfemia y falta de humilde perseverancia. 

El sentir cristiano  ha agregado: “en nombre de Jesucristo”. Esto va en consonancia con lo dicho por Él, ya recordado (Jn. 14,18), y prenda de efectividad de nuestra súplica. Esa intercesión de Jesús no arrincona, ni menos prohíbe, la de la Virgen María y de los santos, pues su apoyo a nuestras súplicas las hace agradables a Él.  Diciente lo de la película piadosa en donde S. Pedro pide a María Stma., que le presente,  de nuevo, a Jesús,  sus palabras y lágrimas, “porque, si Ella lo hacía, le iba gustar más”.   

Sencillo todo lo de esta reflexión, pero útil y llena de verdad, aplicable a momentos de agudas necesidades en las que urge el formidable apoyo de la oración. No son superficiales consejos, sino algo basado en la palabra empeñada por el mismo amado Jesús.