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Enfoque/ Creado el: 2014-02-16 01:32

El Pastuso Narváez, el desaparecido más antiguo de Pitalito

El pasado 8 de febrero se cumplieron 27 años del fatídico día en que el exmilitante del M-19, tras asistir a un entierro en San Agustín, no regresó nunca a su casa.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | febrero 16 de 2014

“Te canto porque no es cierto que te hayas muerto, Camilo / te canto porque estas vivo y no porque te hayas muerto: / porque estas vivo en el alma del pueblo de tu cariño, / en la risas de los niños y en el verde de las palmas”, Carlos Puebla.

 Aunque no nació en Pitalito, porque hizo parte de la famosa migración de finales de los años cincuenta de nariñenses y caucanos que llegaron a estas tierras y se quedaron para siempre, Armando Narváez Martínez, el Pastuso, como le decían su amigos de la época, fue un hombre ampliamente conocido en el Valle de Laboyos, por las dos facetas que marcaron su vida en esta ciudad: la de comerciante y la de dirigente político de izquierda.

La misteriosa desaparición del Pastuso, hace 27 años, fue atribuida a un peligroso escuadrón de la muerte que a mediados de los años 80 operó en Pitalito y cuyo objetivo era el exterminio de las personas señaladas de militar o apoyar movimientos de izquierda como el M-19 y la Unión Patriótica.

Entre los sobrevivientes de este criminal escuadrón figura el exconcejal y ex docente de Pitalito, Meyer Rivas, quien tras el atentado quedó reducido a una silla de ruedas.

Aunque el exdocente nunca entró en detalles, siempre se le escuchó decir que quien le salvó la vida fue el extinto senador Héctor Polanía Sánchez.

Meyer, acusado de pertenecer al M-19, estuvo preso durante algún tiempo en la cárcel de Neiva, donde junto a su compañero de lucha y de prisión el exalcalde de Pitalito Germán Calderón, fundaron en el penal el tristemente famoso “caspete” Jaime Bateman Cayón, sitio de reunión a la hora del almuerzo de los revolucionarios de la época que  permanecían entre rejas en  tiempos del gobierno del creador del Estatuto de Seguridad.

 

Narváez

El Pastuso, oriundo de la Unión, Nariño, contrajo nupcias con Florecita Galindez, la propietaria hoy de la hostería Ullumbe. En los inicios de esta relación matrimonial, Armando con el apoyo de su esposa se dedicaba a la comercialización de zapatos, negocio próspero en los años 60 del siglo pasado en Pitalito.

Dada la prosperidad del negocio de la venta de zapatos, muy pronto la pareja, fundó la primera cacharrería de remates que tuvo Pitalito, donde a precios populares se conseguía desde un alfiler hasta una elegante minifalda que las damas laboyanas exhibían en las rumbas de la época que por lo regular, eran a puerta cerrada, en las casas coloniales de los años 50.

 

La cacharrería

El negocio de los Narváez – Galindez, funcionó durante muchos años en una céntrica esquina de Pitalito, y aunque su nombre era cacharrería la Venta, todo mundo la conocía como la “cacharrería del Pastuso” y era inclusive un  buen referente para ubicar direcciones contiguas.

Armando, desde su llegada a Pitalito, se unió a las tertulias políticas que se organizaban en diferentes partes del municipio entre ellas en las bancas del parque José Hilario López, donde con su acento pastuso, exponía sus tesis inminentemente de izquierda, con acentuadas críticas a los gobiernos de turno.

 

Seguidor de López Michelsen

Fue uno de los primeros seguidores que tuvo en el Valle de Laboyos, el expresidente Alfonso López Michelsen, cuando fundó el famoso Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) a principios de 1964, en pleno apogeo del gobierno del payanés Guillermo León Valencia, segundo presidente del nefasto Frente Nacional.

Tras desencantarse de las volteretas del MRL, el pastuso recaló para las elecciones del 70, en la Unión Nacional de Oposición (UNO) partido de tendencia comunista que en esas elecciones logró varias curules en concejos y asambleas de varios municipios y departamentos de Colombia.

Aunque nunca hubo una prueba que lo demostrará, el Pastuso Narváez, a principios de los 80, fue capturado, torturado y encarcelado; señalado de pertenecer a un comando armado del M-19  en Pitalito.

Bajo la temeraria sindicación de subversivo, el Pastuso estuvo preso durante seis meses y tras recuperar su libertad, Amnistía Internacional logró sacarlo del país y conseguirle asilo en Francia, bajo el rótulo de perseguido político.

“Fue un año muy duro para mi padre. Yo, lo acompañé durante todo el tiempo que estuvo exiliado en la ciudad luz, donde a pesar de la exuberancia, del significado histórico de la ciudad Europea y de la  gran cantidad de exiliados de todo el mundo que habían en esa época en París, mi padre extrañaba mucho a Colombia, y especialmente a Pitalito, su tierra adoptiva”, dice su hijo Felipe Narváez Galíndez, sociólogo egresado de la Universidad del Valle, con postgrado en la Complutense de Madrid, alumno aventajado de Estanislao Zuleta y quien se desempeñó como asesor de paz en el Huila,  en el gobierno de Jaime Bravo Motta.

 

La desaparición

Tras su regreso a Colombia, el Pastuso continuo dedicado a sus actividades comerciales, hasta que el fatídico 8 de febrero de 1987, a sus 52 años de edad, Armando Narváez Martínez, desapareció para siempre sin que su familia, a pesar de la intensa búsqueda que del líder político hiciera tanto en el Huila como en Colombia, obtuviera rastro alguno.

“El día de su desaparición mi padre partió a bordo de su tradicional motocicleta inicialmente rumbo a San Agustín, donde asistió al entierro del padre de su entrañable amigo el médico Chávez y tras las exequias donde fue visto por última vez por todos los asistentes, emprendió viaje a Guadalupe, donde tenía una cita de negocios a la que nunca llegó”. 

“Durante estos 27 años los hemos buscado, hemos indagado incansablemente por su suerte y no hemos obtenido una sola respuesta que nos indique con claridad que pasó con nuestro padre, a quien no le perdonaron en este país de intolerantes el derecho a controvertir, a cuestionar a divulgar las grandes injusticias sociales que el Estado y la elite cometen a diario”, apostilló  Felipe, el primogénito  del Pastuso.

 

GUILLERMO LEÓN SAMBONÍ

Diario del Huila, Garzón