lunes, 02 de junio de 2025
Enfoque/ Creado el: 2020-03-07 10:54

El placer de ser bacterióloga

Después de años 30 años ejerciendo su labor, Rosa Alcira Carreño sigue enfrentándose diariamente a los retos que le impone su profesión; pues ser bacterióloga es un oficio que quizás, requiere perder la repulsión, pero jamás el tacto y la empatía que existe detrás de cada muestra.  

Escrito por: Redacción Diario del Huila | marzo 07 de 2020

Por: Liz Farfán

30 años son toda una vida, pero no para Rosita –como prefiere que la llamen- al trabajar en lo que más le gusta y la llena de vida. En definitiva, cualquiera no podría enfrentarse a escudriñar e investigar qué clase de virus, bacteria o microorganismo existe detrás de una muestra de fluidos corporales o quizás, qué condición podría estar enfrentando la persona dueña de esa muestra de sangre que tiene todos los días atravesando su mirada frente a un microscopio.

Capacidad diferente

Esta, sin duda, fue la vida y la carrera que Rosa Alcira eligió, cuando por circunstancias de la vida, alguien le sugirió que de estudiar algo relacionado con la medicina, se fuera por la bacteriología, ya que sería mucho más fácil por la condición con la que convive desde que tenía dos años de edad. Pues las secuelas que le dejó la Poliomielitis, un virus con el que irónica y posiblemente se ha encontrado a lo largo de su carrera y que su principal característica es atacar la médula espinal, provocó en ella un atrofia muscular e  hizo que desde entonces hasta la fecha, camine con un bastón que se convirtió en su mano derecha, literalmente.

Rosita, en medio de un café y la brisa tardía que refresca las tardes neivanas, comenta que su discapacidad se convirtió en una siembra que cosechó infinidad de beneficios, porque donde unos vieron limitaciones, ella  visualizó un mar de oportunidades que le abrieron y le siguen abriendo puertas a donde quiera que vaya; pues el trabajo, por fortuna, jamás ha le ha faltado y en él, siempre ha tratado de dar lo mejor de sí, específicamente por dos razones. La primera, trabajar feliz y a gusto, y la segunda, transmitir justamente esa alegría que la caracteriza, pues afirma que todo, siempre, se trata de actitud.

En los zapatos de los demás

Asimismo, reitera que la responsabilidad social que debe tener y ejercer bajo su bata de bacterióloga, es directamente proporcional a la que maneja en su hogar, pues así como se convirtió en amiga de los microorganismos y aprendió a verlos como tal, es la relación que maneja con cada uno de los miembros de su núcleo familiar. Su esposo e hijos, son su  mayor tesoro al igual que cada una de las muestras que recibe diariamente en el lugar donde trabaja, el Hospital Universitario, Hernando Moncaleano Perdomo, donde ya lleva cerca de 12 años poniéndose en los zapatos de la persona que está detrás de cada una de esas muestras, porque quiéralo o no y poniendo de lado todo el protocolo que se maneja en esos casos, no deja de pensar en la posibilidad de qué llegaría a pasar si se llegase a encontrar con que una de esas muestras, fuera de alguno de sus seres queridos. No obstante y precisamente por esa razón, es que la sensibilidad, es la virtud que rige y representa cada una de sus etapas, desde ser hija, madre y esposa, hasta una profesional de la bacteriología.

Dentro de todo, esta mujer afirma que también ha sentido la necesidad de avanzar en todos los ámbitos que suelen caracterizar al ser humano y por esto, el que trata de fortalecer con más ímpetu, es el espiritual, pues cree que a partir de este, se reforzarán los demás y en la medida en que haya alcanzado el gozo absoluto de su corazón, lo habrá logrado con todos los demás. Sin embargo, tampoco abandona la posibilidad de seguir preparándose, pues fuera de ser bacterióloga, ha sido profesora bajo la línea de la microbiología en la Universidad Surcolombiana y el solo hecho de poder enseñar por medio de su pasión, le abona más mérito al reto de aplicar su conocimiento en otras mentes que apenas sienten deseo o curiosidad por esta misma línea.

Dejando huella

Complementa, que de dejar un legado como ser humano y como profesional, más allá de ser bacterióloga, es el don de servir a la comunidad, porque asegura que la persona que no nace para servir, no sirve para vivir y más en un mundo donde la mayoría, vive sumergido en una capsula que no le permite identificar ni sentir empatía con el dolor ajeno. Por eso, ahora que vuelve al camino de la enseñanza como profesora, tratará de dejar huella como siempre lo ha hecho, sembrando una semilla en cada uno de sus estudiantes que indique, que fue ella quien les enseñó y les infundió la misma pasión con la que ella vive día a día.

Sin duda, esta bacterióloga cada vez que habla acerca de su desafiante labor, reitera que no se arrepiente un solo instante de haberla elegido como proyecto de vida, pues el camino que adoptó para convertirse en una profesional que constantemente desafía los retos más microscópicos de la vida en sí misma, han hecho de ella una mujer cada vez más fuerte y con una capacidad diferente al resto de la gente.