Dos cómplices de la paleontología en Villavieja
En la vereda la Victoria, ubicada al noroccidente del municipio de Villavieja, donde se han realizado hallazgos muy valiosos para la paleontología. Al frente de este redescubrimiento científico están los hermanos Vanegas, Andrés y Rubén Darío.

Por: Darwin Méndez
De acuerdo a la definición dada por la Real Academia de la Lengua Española, la paleontología es “La ciencia que estudia los organismos que han existido en el pasado de la tierra, a partir de sus restos fósiles”. Por fortuna, el desierto de la Tatacoa es una de las regiones con mayor presencia de estos restos, junto a Villa de Leyla en Colombia. Y es precisamente en la vereda la Victoria, ubicada al noroccidente del municipio de Villavieja, donde se han realizado hallazgos muy valiosos para la paleontología. Al frente de este redescubrimiento científico están los hermanos Vanegas, Andrés y Rubén Darío. Andrés se hizo conocido a nivel nacional e internacional por los artículos de prensa realizados por el Espectador y el Tiempo a comienzos de este año, aunque su nombre ya era referenciado por los mejores Paleontólogos de Colombia y Suramérica.
Aventura
Su rostro no me era desconocido, varias veces lo vi en el desierto de la Tatacoa como guía y escuché sus conocimientos respecto al origen de la zona, pero luego de leer y ver sus entrevistas a medios de comunicación, decidí conocerlo personalmente. Para llegar a la Victoria, se puede hacer por Villavieja o por la ruta 45 que nos lleva al Espinal en el departamento del Tolima. Luego de analizar las opciones me decidí por la vía nacional o conocida como “ruta 45”, que actualmente está en proceso de ampliación a doble calzada y que me ahorró 40 minutos de viaje. Dos kilómetros antes de llegar al peaje del Patá, me desvíe a mano derecha por una carretera angosta que me llevó al río Magdalena, allí un planchón por tan solo 3.000 mil pesos, hizo la labor de pasarme junto a mi motocicleta al otro lado del rio, pasé del municipio de Aipe al de Villavieja.
En 15 minutos estuve en la vereda la Victoria, un poblado pequeño y tranquilo que poco a poco empieza a organizarse para recibir a los turistas amantes de la paleontología. Después de preguntar a una niña que montaba en bicicleta por los Vanegas, llegué al Museo de Historia Natural la Tatacoa, que se ha construido al lado de la vivienda de la familia, en un lote que sus padres le cedieron a Andrés.
El primero en recibirme fue Rubén Darío, un joven simpático y amable que me invitó a pasar e inmediatamente empezó a mostrarme el museo y a explicarme todos los hallazgos encontrados en la zona. Luego de enseñarme con orgullo los fósiles y las características fisiológicas y anatómicas que pudieron tener estos animales prehistóricos y sus respectivos nombres, me habló de sus inicios junto a su hermano mayor, su inspiración y mentor en esta ciencia y cómplice en todas las aventuras.
“Yo tendría como 3 años, cuando empecé a ver a mi hermano que traía piedras que él decía que eran fósiles, las miraba y organizaba, con el tiempo emprendimos los dos esta peripecia, primero a pie y luego en bicicleta, nos íbamos casi todo el día y llegábamos asoleados, recuerda.
En esta empresa, que para muchos era de locos, recibieron el apoyo incondicional de sus padres, Denis Vanegas Calderón y Octavio Vanegas Olaya, quienes los han apoyado en todo momento, pero especialmente la protección de su madre, que se encargaba de buscar cajas de cartón y bolsas de arroz, para que ellos pudieran guardar los objetos que iban encontrando. Hoy, en medio del reconocimiento que reciben sus hijos, ven orgullosos que ese esfuerzo se ha ido materializado.
Conocimientos en paleontología
A los pocos minutos llegó Andrés, alegre y amable como su hermano menor, nos saludamos y retomó la explicación que venía dando Rubén. La impresión fue grata, sus conocimientos en paleontología son sorprendentes, recibí una clase magistral que difícilmente la podría dar un doctor en esta ciencia. Y es que como lo contó el propio Andrés, “muchos científicos llegan a la zona a “descrestar” con sus títulos, pero al escucharme y ver mis conocimientos, no les queda más que ajustarse a las reglas que manejamos aquí, no lo hago por vanidad, muchos de los procedimientos que ellos realizan ha conllevado a la pérdida o daño de las piezas, así que por salud se ajustan a mis sugerencias e indicaciones”. Ese respeto que se ganó en la comunidad científica, sin ser profesional, se logró a partir de horas de lectura, trabajo de campo, con la dedicación de reconstruir piezas, darles el adecuado cuidado y organización. El museo cuenta con una colección interna de 1.860 especímenes, entendiendo especímenes como un individuo, porque si se hablara de fósiles o piezas individuales, la cifra sería muy grande y difícil de calcular.
Pero en medio de toda esta novedad que se gestó, es triste saber que el apoyo económico y científico lo reciben de entidades ajenas al departamento del Huila, que sí ven la importancia y valor histórico del proyecto. Porque aquí, en la tierra donde se está desarrollando, existen intereses personales que priman sobre los generales, y esos intereses han querido meter las manos en este loable proyecto. Por suerte, Andrés ha sabido librar las respectivas batallas y mantenerlo a salvo.
Su tesoro
Luego de dos horas de una charla amena y enriquecedora, los hermanos Vanegas me invitaron a conocer la bodega donde protegen gran parte de su tesoro, allí pude observar, las diferentes cajas con la información detallada de cada una de los especímenes protegidos, un trabajo riguroso que les tomó mucho tiempo, pero que permite a los investigadores del mundo, hacer los respectivos análisis y estudios.
Sentados en los asientos del comedor y apoyados en una mesa de madera, me mostraron los objetos más valiosos, donde se destacaban los fósiles de dos cráneos de primates, que han llevado a una estricta indagación evolutiva, ya que estas piezas conservan características similares a los primates actuales. Dentro de ese espectáculo, que me hizo sentir como un niño que descubre un mundo desconocido, observaba y escuchaba atento a mis expositores científicos huilenses, mientras el mayor hablaba, el menor callaba y solo intervenía para hacer los aportes necesarios o recordar cuando uno de los complejos nombres científicos se escapaban de la memoria, son un complemento sorprendente, por lo que le pregunté a Rubén sobre las funciones que cumplían dentro del proyecto, contestándome que Andrés era el líder, el que generaba las ideas creativas y él era el apoyo, que suplía a su hermano cuando se ausentaba y ayudaba aterrizaba esas ideas.
20 años de protección de la historia
Esta hazaña empezó cuando Andrés tenía 11 años, motivado por las historias que escuchaba de sus familiares y vecinos sobre el saqueo realizado por algunos expedicionarios japoneses, que se llevaron gran cantidad de fósiles sin ningún control de la Tatacoa, por lo que pensó que era necesario resguardar todo ese legado y se puso manos a la obra. Ya son casi 20 años desde ese momento que tomó la gran decisión de ser el protector de la historia, una labor que no ha sido fácil y en la que ha tenido que superar muchos obstáculos, pero que se convirtió en su gran pasión y proyecto de vida.
Hoy, junto a su amigo, cómplice y hermano, dirigen lo que hace unos años era impensable, un museo de historia natural al servicio de la comunidad y de la ciencia. Y en construcción, el Centro de Investigación “Valerie Anders”, donde profesionales y estudiantes del mundo, tendrán un laboratorio para el estudio de los restos prehistóricos.
Pronto sería medio día y esperaban la visita de un canal de televisión de Chile que grabaría un programa infantil, no quise quitarles más tiempo y les agradecí la atención, con la humildad intacta me dieron las gracias por la visita, mientras me acompañaban a la salida. Partí en mi motocicleta saludando con la mano a sus padres, que descansaban sentados en dos sillas mecedoras en el antejardín de la casa.