“No tuve juguetes pero tuve fusil”
El resultado de las elecciones presidenciales de 2014 que reeligió a Juan M. Santos en segunda vuelta presidencial como lo señala Enrique Santos, “puede interpretarse como una suerte del primer referendo favorable al proceso de paz. Aunque falta el decisivo, ya que el pueblo debe ratificar lo que se acuerde en la mesa de La Habana”.

Quizás estemos cerca del fin del reclutamiento de menores que como Beto un día de 1975, cuando tenía 12 años entró como recluta y “allí permanecí durante nueve años en el monte en Río Negro, Santander, al mando del comandante del frente 11 de las FARC Adalberto Galindo (Robledo)”, junto a 150 menores de edad provenientes de diferentes regiones. Aprendió a colgarse un machete al cinto, portar un fusil y hasta matar, como recuerda el asesinato a machetazos de una mujer acusada de informante, luego descuartizada en 36 “presas” y tirada al río sin importar su llanto timorato e intimidado por la orden del jefe: “Nosotros no estamos acostumbrados a ver lamentaciones y mucho menos verlos llorando como unas niñas, porque aquí estamos formando es hombres, no estén pensando que están en la casa hablando con la mamá, aquí la ley es la del más fuerte”.
Este caso se repitió en el reclutamiento de menores que no tuvieron juguetes pero sí tuvieron un fusil. Algunos como Beto desertaron, se entregaron al Ejército y llevado a la “Escuela Militar de la calle 80 en Bogotá fue torturado”. Convertido en informante participó de los falsos positivos que “beneficiaban al Ejército y la Policía para sus nombramientos”. “A los 2 años los generales me vincularon con las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio” y formó militarmente al jefe paramilitar Carlos Castaño (Beto Avendaño, Ed. Oveja Negra, Bogotá 2011). Quizás estemos cerca del fin de esta escuela del crimen donde no importa la ideología, pues el fin es el mismo: una cultura de la violencia y el terror que ha dejado millares de víctimas durante más de 50 años en Colombia.
Por ello es esperanzadora la declaración del presidente Santos el 14 de enero del año en curso, cuando afirma que 2015 puede ser el año en el que termine el conflicto armado, que ha dado instrucciones a los negociadores para que inicien lo más pronto posible la discusión sobre el “cese del fuego y hostilidades bilateral y definitivo”. Reconoce que el cese unilateral e indefinido en diciembre de 2014 por parte de las FARC era el camino correcto, que podría ser el punto de partida para el fin de la guerra. La respuesta inmediata de la delegación de las FARC-EP en La Habana que recibe con beneplácito esta declaración es contundente: “Estamos listos para el cese bilateral del fuego, si ellos (los negociadores) vienen en calidad de Comando de Transición, se encontrarán para las discusiones con el Comando de Normalización”.
Soplan vientos favorables al proceso de paz sin desconocer que hay obstáculos que superar. Así como las FARC señalan contradicciones al intensificar acciones contra la guerrilla en tregua, al tiempo que se quiere firmar la paz, ponen de presente la necesidad de soluciones que superen la miseria, la desigualdad y la carencia de democracia como puntos pendientes de la agenda. Ignoran que el gobierno legítimamente constituido tiene el monopolio de las armas, que frente a un desescalamiento del conflicto, como anticipo al cese bilateral al fuego debe garantizar la defensa de la población civil. Pero existen otros problemas, agudizados estos por la caída de los precios del petróleo y la devaluación del peso, reducen los ingresos de la Nación para cumplir las metas en infraestructura, ejecución de obras (autopistas, carreteras, puertos y aeropuertos); cumplir las metas de vivienda; en educación (de ser los más educados de la región en 2025), durante su campaña el presidente habló de invertir el 7% del PIB en educación, hoy es del 4,6%; y cumplir con el campo (Pacto Nacional con el Agro). Según las recomendaciones de la Misión Rural, este debe ser más más competitivo y para ejecutar los acuerdos logrados, se requiere un presupuesto anual de $5,1 billones para acceso a tierra y recursos.
Las víctimas del desplazamiento según el DANE son del orden de 6 millones, el 90% vive en la pobreza, 33% en pobreza extrema, solo 20% tiene vivienda propia y un 8% tiene asegurados los alimentos. El reto sigue siendo enorme para tener un país en paz, con democracia económica y libertades políticas.
Tiene razón el presidente al señalar que nos espera un año complejo, un camino arduo que demanda una voluntad colectiva en torno al propósito de tener un país sin conflicto armado, que avance en la consolidación de la paz, que bien podría alcanzar un cese bilateral al fuego antes de la firma del acuerdo, lo que exige acelerar los puntos de los derechos de las víctimas, el fin del conflicto acompañado de la dejación de armas y el reintegro a la vida civil, así como la participación política de los desmovilizados, lo cual exige una firme pedagogía por la paz. Por ello voces como la de Clara López presidenta del Polo, manifiestan su respaldo a la decisión del presidente; y líderes políticos de la Unidad Nacional como el presidente del Senado José David Name, manifestó que es "urgente y necesario, como también lo es que las Farc definan la pronta dejación de las armas para hacer más expedita la firma del acuerdo de paz". Voces discrepantes ya conocidas como la del Centro Democrático, que representa la posición de extrema derecha, critican al gobierno por permisivo con la guerrilla frente a la extorsión, cultivos ilícitos y microtráfico, considerando que el cese es unilateral pero del gobierno, ignoran la importancia de la actual coyuntura histórica, pues parece que no han vivido en carne propia los estragos de la violencia, solo la han visto por televisión citadina o desde una cómoda posición burocrática en el Estado o la empresa privada, diferente a la que vive el colombiano raso, en la zona rural o en la zona urbana pauperizada.
El resultado de las elecciones presidenciales de 2014 que reeligió a Juan M. Santos en segunda vuelta presidencial como lo señala Enrique Santos, “puede interpretarse como una suerte del primer referendo favorable al proceso de paz. Aunque falta el decisivo, ya que el pueblo debe ratificar lo que se acuerde en la mesa de La Habana”. De manera sintética lo resumió Michael Schifter, director del Diálogo Interamericano de Washington: “Santos ganó la segunda vuelta, pero para él la más importante va a ser la tercera: la refrendación del acuerdo de paz” (“Así empezó todo”, Enrique Santos, Bogotá 2014, pág. 81).
Beto Avendaño interpreta mejor esta necesidad cuando señala que quiere un nuevo norte para Colombia, “estar en paz y armonía con la sociedad, y que el Todopoderoso me brindara otra oportunidad de vida”. Esto es lo que queremos todos los colombianos dispuestos a conquistar la cumbre de la paz, sabiendo que transitaremos caminos escabrosos.