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Dominical/ Creado el: 2014-08-31 09:48

Un pueblo donde se acabó la amapola, no venden trago y siembran higuerilla

Después de sentir en carne propia los efectos de la violencia generada por el narcotráfico, los pobladores de Puerto Quinchana entendieron que era mejor volver a vivir tranquilos:

Escrito por: Redacción Diario del Huila | agosto 31 de 2014

 

sin amapola, ni  expendios de licor. Ahora sus jóvenes se forman con el anhelo ser productivos y proteger el medio ambiente y la naturaleza. 

Entre 1988 y 1992, los habitantes de Puerto Quinchana, vereda de San Agustín, Huila, tuvieron que despedir definitivamente a 45 de sus pobladores, asesinados en forma violenta en esos cuatro años.

“Las muertes de habitantes de la región se debieron a peleas por la amapola”, afirma Édgar Martínez, nativo de la zona, quien en aquella época sin cumplir aún 30 años de edad, lamentó como muchos otros residentes la pérdida de tantas vidas humanas.

“Fue una mezcla de problemas generados por la guerrilla y la amapola. Entró mucha gente de otros departamentos con armas”, dijo.

En esa época, no faltaban los “ajustes de cuentas” debidos a conflictos generados por diversos motivos entre sembradores, recolectores, compradores, transformadores, transportadores y patrones o dueños, eslabones de la cadena de producción de heroína, a partir del látex de la amapola. Abundaba el dinero y con el los problemas y las borracheras por consumo de licor.

“Al ver que había mucho muerto y que mataron a una señora por defender al hijo, dijimos ya no más bebida y decidimos que no se volviera a vender en las tiendas y así fue. Los líderes y las comunidades tomamos la decisión. Hubo presencia de grupos armados que dijeron no más”, recuerda Martínez.

“Debido a eso desde 1993 o un poco después, no volvió a entrar el carro de Bavaria a Puerto Quinchana”, afirma Jesús Antonio Arcos, instructor del Sena, quien desde hace dos años dicta cursos en la vereda, por gestión de la docente de la Institución Educativa Puerto Quinchana, Fénix Cabrera de Herrera.

Sabía que por causa de la amapola un sino de muerte se había apoderado de la zona. “Para el Sena era un caso patético. El que viniera era un atrevido porque por acá rondaban la violencia y la guerrilla”.

Corrió el riesgo y se atrevió. A su llegada encontró un panorama diferente: “se había acabado la amapola y con ella uno de los factores causantes de la violencia que había dejado casi que en cada casa un muerto: el hijo o el papá”.

La comunidad estaba expectante. “El ambiente era propicio para trabajar”, entonces comenzó a dictar un curso técnico de Aprovechamiento Sostenible de la Biodiversidad Vegetal, a los alumnos del grado 11 de la Institución Educativa de Puerto Quinchana.

A manera de ensayo, dentro de la formación establecieron el primer cultivo de higuerilla con dos grupos que maneja hoy, conformados por los aprendices que terminaron el técnico en 2013, matriculados ahora en el de tecnólogos y por los alumnos de grado once de la misma institución.

“Esta vez, el Sena en forma excepcional, permitió realizar un convenio para que la práctica se realice directamente con los alumnos en Puerto Quinchana y no como es costumbre en el Centro Yamboró en Pitalito, porque además de impartir formación a lo que aspira el Sena es que cuando un joven se gradúe salga no solamente con su cartón sino con su empresa”, dijo.

Producción
“Somos 36 alumnos en total. En dos años de duración del técnico esperamos adquirir buenos conocimientos para proteger el medio ambiente, cuidar la fauna y la flora y recolectar semillas para que no se acaben los árboles en vía de extinción. En síntesis: para impedir la destrucción de la naturaleza y proteger toda clase de aves y animales”, dice Leiner Males Flórez, alumno del curso técnico en
Aprovechamiento sostenible de la biodiversidad vegetal

“Llevamos un año en este proceso y ya estamos produciendo aceite de ricino. Ya sacamos los tres primeros frascos en una máquina que diseñamos, similar a un molino de maíz. Nos costó dos millones de pesos y funciona con un motor de energía para que tenga más potencia y despulpe la semilla de la que se extrae el aceite. La diseñamos al no tener la posibilidad de comprar una máquina como la de Yamboró, en Pitalito, que cuesta 10 millones de pesos. Según cálculos 500 matas de higuerilla podrían dejar una ganancia de 16 millones de pesos por hectárea. El aceite tendría un valor de 46 millones de pesos, con un costo de producción de 30 millones aproximadamente”.

Según Arcos, la higuerilla es una buena alternativa para que los jóvenes se ocupen en un cultivo rentable. “Hace mucho tiempo fue un factor importante en la economía familiar. Se vendía como se vende ahora el café, por ello en algunos lugares aún queda una que otra mata.

FOTOS JÁDER RIVERA MONJE