Petro: un rebelde con causa
“Con el Tiempo uno empieza aceptar sus derrotasCon la cabeza alta y los ojos abiertos,Y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy,Porque el terreno del mañana es inseguro,Y los futuros tienen su forma de caerse por la mitad”(Jorge Luis Borges)

Gustavo Petro se dirigió a una masa de partidarios que colmó la Plaza de Bolívar a las 7:00 p. m. del 19 de marzo. Pronunció su último discurso al ser notificado de su destitución ordenada por el procurador general, ratificada por el presidente Santos quien desoyó la recomendación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Aun no aceptaba su derrota como lo sugiere el poeta argentino y por el contrario ataca: “Quienes dan el golpe de estado contra la Bogotá se han hecho elegir con la sangre y con los dineros de la cocaína” y hasta pone en duda el sistema electoral pues “hoy el voto en Colombia no sirve”.
Qué le ha ocurrido a este aguerrido luchador por la democracia y la Bogotá Humana cuya carrera política fue tan veloz que lo atropella la Alcaldía Mayor. Nació en Ciénaga de Oro (Córdoba), un 19 de abril de 1960 (coincidencia con su militancia en el M-19), se muda a Zipaquirá al Colegio Nacional La Salle donde estudia el bachillerato, dirige un periódico clandestino “El Estudiante Piensa” y recuerdan sus compañeros que no se arrodillaba en las misas pues su biblia eran los textos de Engels y Marx. El 20 de abril de 1976 culmina su bachillerato con el mejor ICFES, despierta su amor por la política y funda el Centro Cultural García Márquez influenciado por “Cien años de soledad” hace suya la historia de la masacre de las bananeras y se vincula con sindicalistas y obreros de Zipaquirá. Su disciplina intelectual lo lleva a la Universidad Externado de Colombia donde terminó estudios de Economía (1980) siempre becado por buen rendimiento y un año después se hace personero de Zipaquirá, luego concejal, se acerca al Movimiento 19 de abril (M-19) y por su trabajo de barrio es arrestado en 1985 acusado por porte ilegal de armas y sentenciado a 20 años de prisión.
Salido de la cárcel en 1987 junto a Carlos Pizarro y Antonio Navarro Wolf se comprometen a la dejación de las armas e iniciar la construcción de la paz lo cual fue premiado por los colombianos eligiendo la tercera parte de los constituyentes en 1991, igual que el Partido Liberal y el Conservador, que sentó las bases del Estado Social de Derecho, que creó nuevas instituciones como la Fiscalía y la tutela que será rechazada cuando la invoca para defender sus derechos políticos como alcalde de elección popular. Tras la Asamblea Constituyente fue elegido a la Cámara de Representantes en 1991 por la Alianza Democrática. Y al fracasar su reelección en 1994 es nombrado Agregado Diplomático en Bruselas, que aprovecha para estudiar en la Universidad de Lovaina (donde estudió a Camilo Torres) y se especializa en Medio Ambiente y Desarrollo Poblacional.
De regreso al país, es elegido representante a la Cámara (2002), segundo renglón de Antonio Navarro y luego en 2005 se lanza al Senado obteniendo la tercera votación (143.000 votos), la mayor del Polo Democrático. Candidato a la Presidencia de la Republica (2010) alcanza el tercer lugar con 1’300.000 votos, cuando fue elegido Juan Manuel Santos. Lidera las denuncias al cartel de la contratación en Bogotá que lo lleva a tomar distancia de Samuel Moreno, abandonar el Polo Democrático y fundar el movimiento Progresistas que fustigó al expresidente Uribe por sus relaciones con paramilitares y congresistas vinculados al narcotráfico. En 2011 es elegido alcalde de Bogotá con el 33% de los votos (721.308) derrotando a Enrique Peñalosa y a Gina Parody lo cual parece un salto al vacío en su maratónica carrera política que confronta al líder popular fogueado en el discurso pero inexperto como gerente de una ciudad que concentra todos los problemas de la macrocefalia urbana: crisis del espacio público, carencia de servicios públicos, urgida de transporte colectivo masivo (el Transmilenio hace crisis), marginalidad, inseguridad y violencia urbana, caos en la movilidad y basuras que son heredados y estructurales. Aunque bien intencionado improvisa apoyado en un gabinete inexperto sin buscar consensos para sus propuestas: 1) un nuevo modelo de aseo con inclusión de los recicladores y exclusión de lo que el llamo las “mafias privadas” del servicio, desafiaba monopolios muy fuertes que cavaron su caída; 2) frente a la inseguridad recibió una ciudad con una tasa de 22,1 por cada 100.000 habitantes y la entrega con 16,7 sin embargo, la percepción de inseguridad y el hurto callejero opacan esta cifra; 3) en vivienda fue en contravía de la política nacional: Santos celebra la construcción de vivienda gratis en todo el país mientras Bogotá no tiene proyectos; 4) la movilidad es caótica, recibió una ciudad paralizada y con el escándalo del carrusel de la contratación, con un de Sistema Integrado de Transporte Publico (SITP) que solo existía en el papel; 5) educación pública, una de sus propuestas bandera, aunque logró un aumento de un billón de pesos en el presupuesto fueron pocos los resultados, y los bajos indicadores de calidad empañaron el aumento en cobertura.
Todo ello creó una opinión desfavorable que en las élites bogotanas se percibe como la audacia de un “costeño de provincia” que condenó al infierno por décadas a los “cachacos”, concentrándose en su defensa frente a los ataques y viendo conspiraciones por todas partes. Pero quizás el estallido social se hace más patente ante el desespero de los capitalinos al padecer una ciudad desbaratada en su infraestructura, insegura y atrasada frente a otras ciudades que han superado la crisis como Sao Pablo, Caracas, Ciudad de México y hasta Medellín.
La sanción que origina el procurador Ordóñez que lo destituye e inhabilita por 15 años aunque tiene soporte de legalidad no oculta el sesgo ideológico y desproporcionado al decretarle la muerte política desoyendo al fiscal Montealegre y la propia CIDH que recomendó con medidas cautelares no destituir al alcalde. Es evidente que en su discurso hay un tono de desquite frente al presidente cuando afirma “lo que no hizo Uribe lo hizo Santos”, de rabia al llamar la huelga general por la Asamblea Constituyente y de continuar en “La lucha por los derechos, la lucha por la libertad, comienza en nuestros corazones. Vamos a librar esa batalla. ¡Viva, Bogotá!”.
Aprender a construir los caminos en el hoy y reconocer las derrotas, la necesidad de un movimiento, un partido pues Petro no puede desafiar a todo el mundo desde una perspectiva mesiánica o de príncipe que ignora a las masas pero convoca a su movilización desde el balcón del Palacio Liévano. Antonio Gramsci señala “… El Moderno Príncipe no puede ser una persona real, un individuo concreto, solo puede ser una organización, un elemento de la sociedad en su conjunto, donde ya se ha iniciado la concreción de una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. Esta organización está dada por el desarrollo histórico, y es el partido político, la primera célula donde se resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a llegar a ser universales y totales”, El Príncipe de Maquiavelo-1513.
* Ex rector de la Universidad Nacional y de la Universidad Surcolombiana. Profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia.