Pelotazos de CMaría
¿Y del detrimento patrimonial qué?Por José María Yepes

A punto de cumplir dos años sin estadio, sin pista atlética y casi cinco de ir y venir en medio de las irregularidades evidentes en todo el proceso mal llamado de remodelación del estadio Guillermo Plazas Alcid; hoy se acentúan las preocupaciones sobre la posible recuperación del escenario y resulta evidente la irresponsabilidad de quienes lideraron esta vergonzosa acción.
Así como ayer, hoy no hay respuestas claras a las inquietudes; no solo de los neivanos, sino de todos los colombianos, sorprendidos frente a uno más de los muchos gigantescos elefantes blancos, categoría a la que creo, alcanzan a clasificar las ruinas del escenario de los juegos nacionales del 81, de dos ascensos y dos subtítulos del Atlético Huila en la primera categoría, y no sé cuántos hechos más que no terminaríamos de relacionar.
Después de esto resulta sorprendente e inaudito que aún estemos como decían los abuelos: “…buscando el ahogado rio arriba”; entorpeciendo el recorrido aclaratorio y la búsqueda de verdaderas soluciones, tratando de inculpar a los de hoy para proteger y justificar a quienes destruyeron el estadio con acciones y omisiones de ayer.
Hoy nos quieren esconder la realidad en la destrucción del estadio de Neiva, disfrazando el hecho de una de las más elocuentes evidencias de progreso, construyendo un monumental estadio con capacidad para más de 30 mil espectadores en una ciudad con maya vial, acueducto y alcantarillado, servicio de electrificación y telecomunicaciones de pueblo, qué contradicción.
Resulta que después de todo lo que ha pasado, el culpable de la caída de una loza de las graderías del estadio, la pérdida de cuatro vidas de seres humanos y el no poder contar con el escenario, es Rodrigo Lara Sánchez, quien también terminará respondiendo por las muchas obras inconclusas e innecesarias de sus brillantes y progresistas antecesores.
La responsabilidad no solo es de los antecesores del alcalde, en lo del estadio en particular; no recuerdo en todo el recorrido inicial un sólo debate de control político desde el Consejo de Neiva, la Asamblea Departamental, o la intervención de alguno de nuestros beneméritos representantes en el Congreso de nuestro país; ni un solo llamado a la cordura, nadie dijo nada, todos permitieron que la fastuosa y desproporcionada y además costosa obra continuara.
Me llama poderosamente la atención que hoy se promuevan estos movimientos, que se convoque a debates en torno a la problemática del estadio; ¿ya para qué? Señores ya no hay estadio y la solución en el camino de su recuperación requiere de actuaciones diferentes y otros protagonistas exentos de responsabilidad en estos hechos, no creo que los honorables y experimentados concejales de Neiva, a los que se les pasó -no precisamente a sus espaladas- este gigante elefante blanco, tengan la verdadera solución para devolverle el Guillermo Plazas Alcid a Neiva y al Huila.
La realidad del escenario es una sola y es dramáticamente triste; el remedio es más grave que la enfermedad, presiento que tenemos que empezar a digerir, entender y aceptar la palabra demolición. La obra se acometió sin planificación, sin estudios serios de sismo resistencia y sin la responsabilidad que se requiere para este tipo de construcciones, hoy además surgen evidencias de la falta de experticia de los contratistas, que sumadas a las irregularidades y cuestionamientos a la interventoría, reafirman la desconfianza del común de la gente temerosa de una catástrofe mayor en un no muy lejano futuro.
Por todo esto, más que obstáculos al proceso en la intención de salvar algo del desastre, lejos de salvaguardar intereses particulares, es obligatorio buscar el camino que conduzca a la verdad, esa que ubique este despropósito en uno de los detrimentos patrimoniales para la región más grande de los que se tenga noticia.
A propósito de detrimento patrimonial, este fue el caballito de batalla de uno de los principales protagonistas del desastre, Carlos Ramos, quien siempre justificó su incapacidad, amparado en esta figura que hoy es una realidad por la que aún no responde nadie a consecuencia de la pobre gestión de los entes de control que parecen ciegos y sordos frente a estos acontecimientos que avergüenzan la región, y nos postran en el marcado atraso que nos hace ingenuos, digo yo, frente a todos los que se quieran aprovechar en su beneficio particular por encima del bien general.