Los Yo de Jhorman que actúan en las tablas
Jhorman con su familia. Jhorman y el conflicto armado. Jhorman y las sustancias psicoativas. Jhorman y el teatro. Los Yo de Jhorman que se encuentran cuando disfraza su rostro de otros o simplemente es él.

Como quien busca entender la vida y sus tránsitos, como un camino de preguntas sobre sí mismo. Así es Jhorman o parte de él. No importa si lleva el cabello largo o la cabeza rapada. La rebeldía la lleva en ese encontrarse con él y sus yo, en sus personajes, en la tarea continua de recordar y aceptar sus propias historias (narrarse). En esos relatos se confunden los seres queridos que murieron, los amores constantes, los rostros disfrazados o los alucinógenos.
Pero no quería empezar a contarlos sin tener un tinto servido. "Estoy que me tomo un tinto", dijo Jhorman Farfán en una de las cafeterías de la Universidad Surcolombiana- lugar donde nos citamos-. En esta institución trabaja y construye parte de su felicidad. El hombre de 35 años que se enamoró del teatro juega a encontrarse con él- los Jhorman- que confluyen en su existir y lo narra sin más pretensiones que la de hallar respuestas.
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En la sombra, con el constante trinar de los pájaros, Jhorman dirige su mirada a mí con insistencia para explicarme. Hace 12 años empezó a enamorarse de la actuación en las tablas. El teatro fue un amor que le fue llegando por etapas, unas de manera consciente, otras de pura emoción o conquista. Pero su vida es más que ello, es una búsqueda constante de libertad.
Han sido dieciocho personajes los que ha representado aproximadamente. Los cuenta con sus dedos. "No son muchos", expresa. Sus inicios están marcados por las obras en el Colegio Artístico. Allí tuvo su primer profesor de teatro. No era su pasión, lo eran más las artes visuales (dibujo, grabado, pintura). Aún le gustan.
Ingresó a la primera cohorte del programa de Educación Artística y Cultural en la Usco. Fue en el 2001 y entró en el grupo de teatro de la Universidad "más por una nena que por el teatro". Luego fue el director del mismo y se graduó en el 2010. "Este carreto" lo sedujo. Ya en ese momento el conflicto lo había perseguido, directa o indirectamente, como a miles de quienes vivimos en el país de más de sesenta años de confrontaciones político-militares.
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Le sirvieron el café y se demoró en mermar su contenido del vaso rojo. Su historia lo entretuvo. Hoy es el representante legal de la Corporación Cultural Alarte, integrada por diferentes colectivos artísticos y cuyo grupo teatral oficial lleva como nombre Peripecias. Para sus actores el objetivo principal es desarrollar montajes que aborden el conflicto armado colombiano. El festival nacional e internacional Averteatro nació en el cumplimiento de esa misión. Buscan un espacio para que quienes asistan puedan verse a sí mismos y "tomen una posición reflexiva frente a la realidad y ello repercuta en sus decisiones".
Y mientras el sol iba ganando espacio entre las copas de los árboles que nos cubrían, Jhorman recuerda sus contradicciones. El pasado jueves contó parte de ellas en la sustentación de su tesis de maestría en Conflicto, Territorio y Cultura. Allá llevó la cabellera que de nuevo crece- se rapó cuando quiso un día cualquiera- para develar el análisis de su vida.
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Su ejercicio autobiográfico cuenta que cuando era un adolescente supo de la muerte violenta de algunos de sus tíos. "Mis tíos van muriendo". Tendría 13 años y tres antes- dice- estaba totalmente ciego respecto a la situación del país. Su familia materna vivía en Florencia y el primer hecho trágico fue a manos de los paramilitares sobre la primera mitad de los años noventa. Más tarde, uno más moriría en combates con las Farc con el uniforme del Ejército Nacional y el rol de soldado profesional.
Pruebo el café y es demasiado dulce pero Jhorman me expresa que se llenó de odio en esa época. Él, que nació en la capital del departamento del Caquetá pero se crió en Neiva, decidió prestar el servicio militar con aires de venganza. Ira. "Quería honrar (hace la señal de comillas con sus manos) la muerte de su tío". Más tarde descubre que "esa vida" no es para él y tenía sus momentos de escape en las narraciones que hacía en el equipo de cultura juvenil.
Fue después cuando entró a la Universidad Surcolombiana y su cabeza se pone "en contravía". Encontró a familiares de amigos que estaban ligados a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Farc-; viajó a la zona de despeje en San Vicente del Caguán y allá vendió ropa en la plaza para ayudarse a pagar la carrera profesional. También empieza la militancia con la izquierda y las preguntas del porqué de la desigualdad.
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El teatro se convierte en la forma de solucionar sus interrogantes y sus luchas. Como la que libró con las sustancias psicoactivas cuando era estudiante universitario, que lo apartó por cerca de dos años de la academia y ocasionó la pérdida de su empleo como director. Además, Jhorman entendió que los guerrilleros de las montañas entran a la guerra con unos ideales, y que con ideales también trabajan los miembros de la fuerza pública.
Su metodología la comparte a sus alumnos en la universidad o en el asentamiento Brisas del Venado donde tiene un proyecto piloto de teatro comunitario. Quiere que las comunidades- y ésta de desplazados especialmente- pueda construir los actos que reflejen sus tragedias. "Que el teatro sea la válvula de escape, la forma de expresar sus sentimientos para que la Neiva que no los conoce y que los margina, también los vea. Así podríamos hablar de postconflicto, cuando se pueda pensar y sentir al otro".
De esa manera Jhorman se ha encontrado con las etapas de su existencia y no se juzga. Para sobrellevar cada una su familia nunca lo han dejado solo, "ha tenido las reacciones naturales a cada ciclo que ha vivido: positivas y negativas". La maestría que inició en 2010 es uno de los puntos finales de ese Yo que sigue en construcción. A aquel que le gusta pescar, que espera un bebé y termina su tinto antes de decir que vive estresado- en el buen sentido de hacer lo que le gusta- pero feliz.