Fundación San Ezequiel Moreno
La quebrada “El Curíbano” -hoy “La Toma”-, tuvo recorrido sinuoso y de poca profundidad, motivo por el cual fácilmente se desbordaba. También le derivaban aguas negras de los barrios “1º de Mayo”, “Mano Fuerte”, “Santa Librada”, “Chapinero” y “El Mango”.
.jpg)
Estos fueron los principales motivos para que los estudios de canalización incluyeran rectificación e higienización, temas que hicieron costosa su construcción. A esto se sumaba la reubicación de buen número de familias con asentamientos en lotes ejidales por donde iban a pasar las vías paralelas.
Se contaba desde luego con pocos recursos presupuestales, entonces estábamos lejos de las regalías petroleras. El país apenas comenzaba a adaptarse a la planeación y el impuesto de valorización, temas que llevaron al Concejo de Neiva a grandes debates.
Rodrigo Lara Bonilla decidió como Alcalde, dar el contrato de estudio a la empresa HIDROTEC, al tiempo que se creaba la “Empresa de Desarrollo Urbano de Neiva” EDUN, la que jugó papel importante diseñando los primeros bloques residenciales para que el sector saliera de la depresión urbanística y se desarrollara verticalmente.
Por fortuna, vino también el gobierno de Misael Pastrana Borrero que facilitó el proceso de construcción de la canalización con fuertes auxilios, lo mismo que las indemnizaciones por parte del cabildo municipal. Por la rectificación quedaron espacios secos bien valorizados, lo mismo lotes contiguos que fueron bien utilizados, cambiándole la cara al sector que en menos de dos décadas se convirtió en el eje central de la ciudad.
Como tengo en mi memoria bien grabada la ciudad antes del terremoto del 67, recuerdo que a mitad de cuadra de la calle 13 entre 6ª y 7ª, había un puentecito de polines para franquear “la Toma”, la que tras haber pasado bajo el puente “Félix Trujillo Falla” -calle 12 con carrera 7ª-, se sesgaba por el espacio que ocupa hoy el edificio “La Concordia”, para incursionar luego al espacio por donde se ingresa hoy al garaje del “Aranjuez”.
Por este trayecto solitario, mal oliente e infestado de sancudos, solo se transitaba de día. Recuerdo que en toda la mitad existía una casona que permanecía cerrada, dejando para nervios de niños la sensación que tenía espanto propio. Pero todo con la canalización y los años cambió, hoy dicho recorrido es parte del centro de la ciudad, sosegado por tener trecho peatonal, e interesante por desembocar a una de las esquinas más congestionadas de la ciudad sobre la “Avenida de la Toma”.
En el costado norte de dicha vía, tan diferente hoy -calle 13 No. 6-14-, la “Fundación San Ezequiel Moreno” edificó su sede, organización sin ánimo de lucro presente en 32 ciudades colombianas, que orienta humano-espiritualmente al enfermo de cáncer y su familia. Esta semana estuve por allí recordando, comparando y viviendo con intensidad, porque como decía Gabriel García Márquez, “La vida no es lo que uno vivió, sino la que uno recuerda, y como la recuerda para contarla”.
Los integrantes de la Fundación -en su mayoría mujeres-, van a donde se encuentre el enfermo para llevarle consuelo, amistad y calor cristiano. Siempre tienen en cuenta que al lado del enfermo hay una familia que sufre, a la que ayudan espiritual y económicamente. De ahí su lema de “Amor y Pan”.
En Neiva se constituyó el 31 de julio de 1982, reunión que presidió el sacerdote Agustino Sebastian López de Murga, español que llegó a Colombia en 1931, quien se caracterizó por su devoción a la Santísima Virgen María y a los santos de la Orden de los Agustinos Recoletos. Fue el Vicepostulador del proceso de canonización de San Ezequiel y fundador de la obra con su nombre, el 7 de mayo de 1976.
Cabe anotar que todo inició cuando el Padre Sebastián oraba al Santísimo por los enfermos de cáncer en la iglesia de “La Candelaria”, en el barrio más antiguo de Bogotá. Allí tuvo la idea de organizar una institución dedicada a visitarlos, procurando por todos los medios posibles aliviar su situación. López de Murga falleció en Bogotá el 3 de mayo de 1999.
Volviendo a Neiva debo agregar, que seis años después, la Fundación San Ezequiel logró comprar el lote que solo tiene 6m de ancho por 20 de fondo. Un Arquitecto amigo les donó los planos y como Dios todo lo bueno lo respalda y multiplica con generosidad, fueron llegando materiales y mano de obra donada para iniciar los dos primeros pisos. Desde luego también contaban con 4 millones que tenían ahorrados del “ropavejero”, indumentaria usada y donada en buen estado para luego vender. COLMENA le presta más tarde 20 millones de pesos, con lo que logran terminar el edificio.
Emociona ingresar allí donde todo es sobrio pero bello, dado que allí prima un ambiente de fe, amor y servicio con máxima ternura, tratado por gente cristalina, rica en dones y desde luego consiente que la vida es bella si se sirve con voluntad. Concordia que ratifica la presencia de Dios en todos sus espacios, como suele suceder también en toda familia que se esfuerza para salir adelante como Dios manda.
Para poder funcionar reciben donaciones de varias personas, y una mensual de “Flores del Beato”. Prestan o alquilan sillas de rueda a los enfermos y captan utilidades en el ropero del que ya expliqué su función. Con la donación de medicamentos tienen una pequeña farmacia para entregarlos a los enfermos de escasos recursos, con fórmula médica.
Los miércoles llevan comunión a los enfermos y el día 19 de cada mes, celebran en su sede la Santa Misa en acción de gracias y en conmemoración de San Ezequiel Moreno.
Fanny Vega de Rojas, María Elena de Falla, Lucía Pérez, Rafaela Campos, Josefina de Rojas, Saira de Cedeño, Clarita de Azuero, Sofía Martínez, Josefa Alvira y Elena de Sánchez dirigen la fundación, obra de la iglesia en la que trabajan con amor, sacerdotes, religiosos y seglares, a los que Dios ha dado tan especial Don.
Valga para ellos el reconocimiento desde esta modesta página, porque predican con su vida y hacen patria sin esperar aplausos. Valga la invitación a acompañarlos con oración, aportes económicos, profesionales y objetos útiles para su misión.
Por: Orlando Mosquera Botello