El Rincón del Botalón : Una historia saludable
En el pasado reciente, cuando solamente estaban Popayán, Medellín y Bogotá para estudiar Medicina, nuestros paisanos tenían que emigrar y las familias muchas veces tuvieron que vender sus pertenencias e inclusive trasladarse a esas ciudades con tal de poder sostener el costoso periplo estudiantil del más afortunado miembro familiar escogido para cambiar el azadón o el caballo por los libros y la academia.

Esta semana nos acompañó a nuestra habitual reunión de la tertulia, el investigador Oliver Lis, carismático personaje universitario que funge como escritor, psicólogo, director de cine y ahora como historiador, intentando realizar una difícil y compleja tarea como es la de elaborar una Historia de la Salud en el Huila. Lis hace parte de un grupo de investigación de la Universidad Surcolombiana en su carrera de Medicina denominado “Rafael Ucrós Durán”, en homenaje a este connotado científico campoalegruno del siglo XIX, quien fuera un prolífico médico en su cátedra de Ginecología de la Universidad Nacional y visionario funcionario público cuando siendo gobernador de Cundinamarca gestionó la construcción del Hospital San Juan de Dios en Bogotá. Nos ha relatado de manera amena una parte de esa historia trayendo la vivencia de los médicos huilenses que en los dos últimos siglos construyeron las bases de lo que hoy en día es el sistema de salud del departamento y que está repleto de distinguidos prohombres que con tenacidad y amor por el terruño fueron generando esas bases.
En el pasado reciente, cuando solamente estaban Popayán, Medellín y Bogotá para estudiar Medicina, nuestros paisanos tenían que emigrar y las familias muchas veces tuvieron que vender sus pertenencias e inclusive trasladarse a esas ciudades con tal de poder sostener el costoso periplo estudiantil del más afortunado miembro familiar escogido para cambiar el azadón o el caballo por los libros y la academia. Podemos cuantificar lo que significaba cuando se iban a especializar en Europa, lo cual solo era posible para las familias muy pudientes de la época, como efectivamente lo fue. Viajar en lomo de mula a Bogotá, luego en champán hasta la Costa, abordar un barco por más de un mes y solo comunicarse por telégrafo, no admitía debilidades ni ahorro de sacrificios. Por eso cuando el flamante profesional especialista regresaba al país estrenando sus ternos de pura textura inglesa, no podía regresar al terruño sino en plan de visita porque solo la capital brindaba las oportunidades para ejercer esos nuevos saberes. Pero poco a poco fue creciendo la ciudad de Neiva y mejoró el transporte y hace unos cincuenta años comenzaron a llegar especialistas y médicos no solo de la región y se fueron dando las bases para el salto cualitativo más significativo no sólo para la salud sino para la cultura y educación en el Huila como fueron la creación de la Usco (inicialmente Itusco) y su Facultad de Salud con las carreras de Enfermería y Medicina.
Y lógicamente cambió el contexto de la enfermedad que prevalecía en el pasado cuando los pacientes se morían del “cólico miserere” que no era más que la apendicitis aguda, o fueron menguando los cotudos que eran multitud entre nuestros paisanos gracias al uso de la sal yodada, o cuando las cesáreas permitieron el feliz nacimiento de miles y miles y cuando más la llegada de los antibióticos permitió desafiar enfermedades infecciosas como la tuberculosis y la sífilis que en otrora semejaban bíblica epidemia. Pero la historia de la salud iniciada en nuestro departamento por los apuntes vivenciales de los médicos Miguel Barreto y Roberto Liévano asume ahora un faraónico reto con el grupo de investigación creado en la Usco.
Por ello todos debemos colaborar en su desarrollo porque una historia de la salud de una comunidad es la historia de la vida y de la muerte, de la situación socioeconómica y ambiental, de la ciencia y de la superchería, de las políticas demagógicas como también de las buenas políticas de salud. Y tendríamos que hablar también de los valores éticos y civiles que reclama una comunidad que quiere estar sana y legar a sus descendientes familias fuertes, saludables, cultas, capaces de liderar procesos lo cual no es posible cuando se cierne la carroña de la corrupción y la politiquería sobre todas las actividades de la sociedad civil. Ojalá que nuestros noveles historiadores puedan incluir en sus agendas la tan esperada reforma a la salud que se trunca cada vez que compite el criterio mercantilista con la ansiada expectativa popular de que la salud sea un derecho fundamental y no una simple transacción comercial.
GERMÁN LIÉVANO R.
Especial para Diario del Huila