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Dominical/ Creado el: 2014-06-08 09:24

El más antiguo vendedor de quesillos en Neiva

Es feliz y con su canasta al hombro lleva 50 años recorriendo las calles de Neiva. No conoce el mar y hace 20 años no va a Bogotá.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | junio 08 de 2014

El próximo 15 de junio, cuando Neiva esté de fiesta,  José Ovidio Hernández Casas cumplirá 66 años. Él es el popular José Quesillo, el vendedor popular de quesillo más antiguo de la ciudad.

Nadie como él, todos los días desde sus 15 años y durante 50 años ininterrumpidos, ha caminado las calles de Neiva vendiendo quesillos. Tartamudea, es cierto, pero quizá la frase más contundente es la de “quesillos, quesos y bocadillos”; con esta sencilla oración ha persuadido a la clase baja capitalina para que lleve sus populares y sabrosos quesillos.

Él no piensa en la pensión que nunca tendrá, sino en el descanso que calcula darse a partir de los 70 años, si su hermana de buena fe le sigue dando posada. Desde hace mucho rato tiene claro que no será parte de los 1,5 millones de pensionados del país, ni que tiene tiempo para cotizar, pues los 10.000 pesos diarios que gana a duras penas le alcanzan para lo necesario.

Aunque el salario todos los años sube, el suyo es invariable, pasan los años y siguen siendo los mismos 10.000 pesos diarios, o menos, si no vende $100.000 de quesillos al día. Claro, dice él, el pago es libre de comida y dormida.

Sus extenuantes horas de trabajo van de domingo a domingo y comienzan desde las 8:00 de la mañana y se extienden hasta las 10:00 de la noche. Desde su casa en el asentamiento Buenos Aires, sale con la vasija llena de quesillos, camina todo el sur de la ciudad hasta llegar al centro, almuerza donde le de hambre y el regreso lo emprende en colectivo o en taxi.

Sus inicios

La vida de quesillero de José Ovidio Hernández Casas tuvo sus inicios en Campoalegre, el pueblo de donde es oriundo. Allá conoció a la señora Teresa Garzón, una buena mujer que lo buscó por primera vez para que le vendiera, pues los otros vendedores la robaban.

Allí trabajó un par de meses y luego fue contratado por la señora Rosalba Fernández con quien actualmente trabaja y quien obviamente es mucho mayor que él. Ella prepara los quesillos y a las 8:00 de la mañana lo espera en su casa en uno de los barrios del sur de Neiva para entregarle el paquete de quesillos.

“Soy un quesillero popular, no chiviado”, dice con vanidad José Ovidio, y no es para menos, pues es quizás el vendedor popular más conocido en los talleres de motos, en las panaderías, las funerarias, parqueaderos y todo el mundo popular de la ciudad donde encontró la principal causa de su separación de su único amor, Rosario Hernández, “se fue porque decía que yo era muy toma trago y muy pernicioso”, recalcó, con una nostalgia en su voz que se hizo más clara cuando recordó: “cuando pensé, ya pa’qué, ya era tarde”.

Sin embargo, el imparable tiempo hizo su trabajo y pronto quedó solo totalmente, sus tres hijos Juan, Belisario y Marco Polo escogieron el camino sin regreso que dirigió su madre. Ahora ya están casados y viviendo en el campo con sus esposas y sus cuatro nietos.

“Quedé pa’ vestir santos”, dijo con tristeza al tiempo que recordó aquellos días en que “tomaba bastante con las pininas y desbarataba la plata”. Ya no hay nada que hacer, dice, y recuerda aquel tiempo en que veía reír y pelear a sus hijos, cuando le decían ‘papi’ y más cosas  que le cuesta trabajo recordar.

Sus sueños

Si no fuera porque lo mejor que sabe hacer es vender quesillos, o  porque se resignó a vivir de su trajinar diario, hoy José Ovidio sería un ingeniero, pues eso quiso ser, pero no tuvo la fuerza suficiente y solo alcanzó a estudiar hasta primero de primaria.

Ahora sus aspiraciones son tan elementales y tan esenciales que moriría tranquilo si sus ojos claros no se cierran para siempre antes de ver el mar. Estuvo cerca del Pacífico pero nunca vio la inmensidad de sus aguas. Y dice con orgullo que Bogotá es el lugar más lejano al que ha ido y que desde hace 20 años no lo visita.

Mientras sigue enredando sueños recuerda que es el más antiguo y popular vendedor de quesillos que hay en el Huila, un detalle que quizá le sirva de aliento y felicidad el próximo 15 de junio el día de su cumpleaños.