De África y el Viejo continente a Colombia, dos historias de voluntariado
Nigeria y Eslovaquia. Más de nueve mil kilómetros de distancia separan a estos dos países de América Latina. Allí, dos historias de dos jóvenes que decidieron partir de sus lugares de origen para emprender un viaje a uno de los países más felices del mundo; el de los plátanos, Miss Universo, la fiesta, bandeja paisa, vallenato, lechona, tamal y dos mares: Colombia.
Eva Fedorčáková es del corazón de Europa: Eslovaquia. Dice que es un corazón y hace la forma de este con sus dos manos. “Es un país pequeñito, a nadie le suena”, dice. Eva salió de su pequeño país con la idea de ampliar el panorama de la vida y el mundo; sin ninguna base de prejuicios frente a Colombia como sí la tienen la mayoría de europeos. “En Europa la imagen de Colombia es muy mala, honestamente es muy mala”, afirma con un gesto de desaprobación y repite, “muy mala”.
“Y no es culpa de los colombianos, es su propia historia”, añade.
En 1993, Checoslovaquia decidió separarse y nació Eslovaquia. “Yo nací como checoslovaca, todavía. Pero en 1993 nos separamos, somos divorciados. Como yo digo, ‘happily divorced’”, comenta entre risas, refiriéndose al hecho de que sus países están felizmente divorciados.
Kenneth Oraduwen, de 32 años, llegó a Neiva procedente de Abuja, capital de Nigeria. Le dicen Shiga. Eva dice que Kenneth no puede conjugar los verbos del español y por eso se le dificulta hablarlo, sin embargo, lo hace. A Shiga le decían que no, que Colombia era peligrosa, una nación llena de cosas raras y diferentes, “pero aquí todo es normal”, dice. La diferencia, según él, la hacen los medios de comunicación y el internet, “que escriben cosas muy malas”, puntualiza.
Hoy Eva y Shiga son profesores de inglés del programa de Bilingüismo del SENA. Kenneth enseña inglés, puesto que es su idioma nativo. Eva, por su parte, domina ocho: Inglés, francés, alemán, español, checo, polaco, italiano y eslovaco.
Eva y Shiga junto con estudiantes del Programa de Bilinguismo del SENA
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A Colombia, Eva, la eslovaca de cabellos castaños y ojos color verde, llegó gracias a su amor por América Latina. “Yo siempre quise hacer un intercambio acá y pues habían ofertas, por ejemplo México, pero no tan buenas y no relacionadas con mi formación. Por eso elegí Colombia y este programa, porque me interesaba más y también porque me gustó el proyecto que es de verdad para apoyar al pueblo colombiano, a la gente”, manifiesta Eva.
En Eslovaquia se graduó como Ingeniera de Economía. Dice que estudió informática, matemáticas, estadística, comercio internacional, derechos humanos, derecho internacional, política internacional, lenguas, cultura, diplomacia, dirección de proyectos, “todo desde el nivel mundial”. Enseñar ha sido una labor que siempre le ha apasionado a Eva pero que su país de origen nunca pudo ejercer porque sus padres, pertenecientes a un grupo de profesores arraigados y conocedores de la profesión, entendieron que su hija, quizás, podía hacer algo mejor. “Que tú puedes hacer más, tú puedes tener…no sé, un parlamento europeo, ser una diplomática y yo, bueno, vamos”, dice sonriendo.
Terminó sus estudios y partió a Mallorca, España, para continuar siendo animadora de niños, una actividad que la acompañó durante cada verano mientras realizaba sus estudios universitarios. “Después volví a Eslovaquia y lo planeé, ya había dicho que después de eso quería hacer un intercambio, así que busqué las ofertas y encontré eso. Y bueno, buscar un trabajo bueno y buen pagado en Eslovaquia es difícil, aunque alguien tenga formación. A mí me encanta viajar y conocer nuevos países, nuevas personas y todo eso, porque eso impacta e influye mucho en la personalidad y por supuesto en la experiencia”, manifiesta.
Eva Fedorčáková
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“Yo estudié sistemas de computación en Nigeria”, dice Kenneth. En Abuja se graduó y ejerció por seis meses la carrera. En 2012, comenzó su travesía por América Latina. Llegó a Colombia para enseñar inglés y luego, en el 2013, partió a México para desempeñar esa misma labor. Pero en diciembre de 2014, un correo electrónico lo trajo de vuelta. Le preguntaban a qué nuevo destino quería ir o si prefería regresar a Colombia. “Volví sin pensarlo, Colombia es un país que cuando visitas una vez, tienes que visitarlo de nuevo”, dice entusiasmado. Y así fue.
“A mí me gusta trabajar donde puedo ayudar a la gente y tener relación con diferentes personas. Trabajé en sistemas de computación, solo con la computadora y nada más, pero eso no tenía ningún impacto en mi”, expresa el nigeriano.
Para él, su actividad diaria no es solo enseñar una segunda lengua, sino adentrarse en la vida de sus estudiantes para ser parte del proceso de guía. “Para mí, si alguien está viviendo sin ayudar a las personas, no está viviendo”, comenta.
Kenneth tiene dos hermanos y tres hermanas. “Si, es una gran familia, solo yo estoy afuera, viajando, porque creo que tengo diferente ideología, pero los extraño mucho”. En Neiva, sus días se mueven entre la tranquilidad de la mañana y la noche, y el desespero del calor en las tardes. “Las tardes es lo único que no me gusta. Mucho calor”, dice entre risas.
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Cuando Eva fue a Medellín, pensó que ya no estaba en Colombia. Los edificios y las calles le recordaban a Europa. “La gente es más fría, todo es demasiado organizado; los colombianos son muy orgullosos de Medellín, pero Medellín ya no es Colombia”, dice mientras frunce el ceño y añade que las grandes ciudades, con el componente del caos, hacen que las personas ya no se interesen entre sí. Luego fue a Cali y sintió que volvía a sentir el alma de Colombia, pues todos cantaban, reían y el clima caluroso la alejaba de esa idea del individualismo de las frías y grandes capitales.
“En Neiva la gente es súper amable y yo no entiendo cómo”. Eva recuerda la historia de un opita que conoció. Él la ayudó buscando un apartamento dónde vivir y sorprendida manifiesta cómo la solidaridad de los huilenses crea amistades tan fuertes, que ella creyó que esa persona era su amigo de toda la vida. “Nos vimos una vez y fue como amigos desde siempre; que yo te busco, yo te ayudo, qué necesitas. Wow, esa generosidad me impactó. Eso en Eslovaquia nadie, nadie lo haría”, afirma.
En África, los desiertos son de arena, extensos y muy calientes. Shiga tiene uno de los recuerdos más memorables cuando llegó al Huila. “Fuimos a acampar al desierto de la Tatacoa y para mí la Tatacoa es diferente, es con montañas y agua, en África no”, relata. También visitó otras ciudades de Colombia como Bogotá, Ibagué, Medellín, Santa Marta, Barranquilla, y otros pueblos como Chaparral, Natagaima, y Ataco en Tolima. “Cuando alguien viaja y visita Colombia va a saber que es diferente, que la gente es amable y que la comida es rica”. Shiga disfruta el tamal, las empanadas y una buena bandeja paisa, menos la lechona, “es que ver ese cerdo ahí”, expresa entre risas.
Shiga con estudiantes del SENA
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Cuando llegaron a Neiva, Eva y Shiga no sabían qué era el SENA. Volunteers Colombia, la organización de voluntarios con sede en Colombia que convoca a jóvenes alrededor del mundo, los vinculó con la entidad para ofrecer sus servicios de docentes de inglés. Eva asegura que no había estado tan contenta en mucho tiempo ejerciendo lo que realmente le gusta: enseñar. No obstante, recalca algunos aspectos negativos que sobresalen en el ejercicio educativo cuando de aprender se trata. “Acá todo es muy diferente, falta un poco de responsabilidad cuando se trata de que los jóvenes estudien porque no basta lo que se hace en el aula, y yo me doy cuenta que nadie ha leído un cuaderno cuando llego a la siguiente clase”, comenta con un tono firme.
Shiga, por su parte, quien ofrece las clases en el SENA industrial, asegura que aunque los jóvenes tienen la intención de aprender un segundo idioma, falta motivar para que el aprendizaje se dé. “Algunos dicen que es muy temprano para venir a clases, tipo siete de la mañana, con excusas”, expresa, a lo que Eva añade que las justificaciones son más, “que tengo hijos, que mi mamá está enferma, que no tengo a nadie quien me cuide al niño, que tengo chikunguña, que tengo dengue, que me duele el estómago, la cabeza, el dedo, me duele no sé qué, así, un montón de cosas, que para nosotros no caben, porque somos de otra cultura y eso se nota”, señala.
“Esto que pasa en Colombia se trata de la historia, porque todos los importantes en el mundo les conviene que la gente acá no sepa mucho y que solo trabajen físicamente para que ellos puedan sacar todo lo bueno para ellos, y les da igual, con tal de sostener su fortuna y sus propiedades”, señala.
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Dicen que la patria de un hombre es el lugar donde mejor se siente, y estos dos voluntarios parecen guardar muchas patrias que los hacen creer que cada lugar nuevo que visitan es al que pertenecen. “Yo no pertenezco al mundo de Eslovaquia, no sé, es un error que haya nacido allá, aunque amo a mi país, mi alma no está allá, no veo mi futuro en ese lugar”, expresa Eva. Y aunque Shiga extraña los abrazos de sus hermanos, su visión de la vida lo mantiene concentrado en seguir ampliando sus horizontes, viajando más por el mundo y conociendo cosas nuevas.
En diciembre, la aventura por Colombia de ambos ya habrá terminado, pero sus ansias por seguir enseñando un segundo idioma será el motivo que los impulse a recorrer este extenso camino de voluntarios por el mundo. Ninguno de los dos sabe cuál será su próximo destino. Eva quiere viajar a España y Shiga, a Brasil o Argentina. Las expectativas de estos dos nómadas de la vida continúan.