Crossdressing: placer con ropa ajena
Algunos hombres encuentran placer luciendo ropa femenina. Los crossdrosser, como se les conoce a quienes asumen esta práctica, no necesariamente son homosexuales.

Cuanto más se investiga en temas de sexo y género más dudas se generan y es complicado encasillar a las personas en ciertos términos que difícilmente pueden representar la infinita diversidad humana. Pero estos términos existen y a veces son necesarios para visibilizar otros mundos posibles de vivir la sexualidad, el cuerpo y la identidad de cada ser.
Uno de estos conceptos, bastante desconocido, es el de una práctica llamada crossdressing (que a menudo se abrevia como CD), fruto de la unión de ′cross′ (cruzar, pasar, atravesar) con ′dress′ (vestido, ropa). Consiste en el hecho de travestirse o adoptar la indumentaria propia del otro género en determinados momentos, generalmente de intimidad, y por diversión o disfrute sexual. De manera que la persona que lleva a cabo esta práctica se denomina como crossdresser. Sin embargo, esta definición puede tener muchas variantes ya que se trata de una experiencia personal, no todos lo hacen por el mismo motivo ni lo viven igual.
Los hombres
El mundo del crossdressing lo integra mayormente hombres heterosexuales y no tiene nada que ver con la orientación sexual de la persona.
El objeto de esta práctica también parece diferir de unas personas a otras, mientras algunos hombres hablan de diversión o disfrute de su parte femenina, otras personas hablan de fantasía o excitación sexual (fetichismo travestista). Otros parecen querer explorar su feminidad a través de esta práctica, liberar su lado femenino, o sirve como válvula de escape a la actitud de macho.
Aunque implica travestirse, es decir, adoptar vestimentas del otro género, no significa que sean travestis. A estos hombres no les gustaría estar 24 horas vestidos de mujer, ni adoptan el rol social de mujer en su día a día (la identificación con el otro género es sólo mientras dura la experiencia de travestismo). Tampoco se sienten en un cuerpo equivocado como en el caso de la transexualidad, no quieren cambiar de sexo ni se hacen cirugías. Para entenderlo mejor quizá se podría comparar con una escala de grado de identificación con el género contrario, donde el cross-dressing sería algo únicamente puntual, el travestismo más permanente, y la transexualidad implicaría también la necesidad de cambiar de sexo.
Complejos
Es importante destacar que debido al enorme desconocimiento y la cantidad de prejuicios sociales que engloban estas prácticas (derivados de una cultura restrictiva en cuanto a las normas de género) muchas personas pueden vivir con sentimientos de culpabilidad y vergüenza, incapaces de dar rienda suelta a su curiosidad por lo femenino o masculino (una curiosidad natural que a menudo surge en la infancia pero es castigada socialmente) o si se permiten explorar ese aspecto, lo llevan a cabo en la más absoluta soledad y anonimato. Algunos hombres son muchos más arriesgados y se animan a compartirlo con sus esposas u otros crossdressers.
De acuerdo con expertos sexólogos, esta experiencia se debe aceptar como parte de la diversidad sexual, ya que el ser humano es sujeto de una gran variedad de conductas y experiencias singulares de vivir el género, y que todas son igual de respetables. Resulta curioso pensar que vestirse de mujer para salir al carnaval no está mal visto, muchos hombres recurren a ese disfraz, sin embargo ¿por qué no es igualmente aceptable hacerlo en la intimidad?, ¿por qué los tacones y el pintarse las uñas y los labios es sólo para mujeres? la respuesta es clara: se vive en una sociedad que se empeña en imponer sus normas de género y quien se sale de eso es catalogado de enfermo o ′raro′.