Bohío y cabildo
Continuando con el orden de la época que vengo tratando, hoy tengo que referirme al Abogado Penalista Arturo Silva Trujillo, a quien todo el mundo llamaba: “El Chiquito Silva”.

Un domingo de 1962, mi padre anunció que nos llevaría a la Cabaña, negocio que había sido inaugurado el viernes anterior. Ya volaba la fama de sus platos, especialmente el pollo dorado con su respectiva ensalada.
Hasta entonces solo se consumía pollo campesino y la única distribuidora de concentrados en Neiva iniciaba con el nombre de “Pimpollo”. Aún desde luego, no se conocían los hornos en los que giran como en “Rueda Chicago”. Los vendían freídos y en lo urbano solo existía un restaurante llamado “El Pollo Dorado”, ubicado en una casona diagonal al Edificio Nacional “Enrique Olaya Herrera”, donde de vez en cuando hacían bailes.
Dicho domingo partimos temprano pero “La Cabaña” estaba atestada. La carretera Neiva-Campoalegre -angosta por cierto-, era el único tramo pavimentado en el departamento. Que recuerde, solo existían cuatro paraderos a bordo de carretera: “La Cabañita” con sus famosas empanadas y guarapo envasado en botellas de gaseosas; “La Cabaña” y “El Bohío” -nombre último que tal vez generó el anterior-, y la casona del Km 15, donde también vendían guarapo y empanadas “tipo bazar parroquial”.
Por entonces el último negocio citado estaba de capa caída por historia que era VOX POPULI en Neiva: que su propietario tenía relaciones de incesto con sus hijas y que a una de ellas le había nacido un niño con cola, por el estilo de la narración de García Márquez en “Cien años de Soledad”.
El cita en la novela varios casos como el de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, primos que originaron el clan novelístico. También el de José Arcadio y Pilar Ternera que sin saber que ella era su verdadera madre, tenían relaciones. Por último el caso de Aureliano y Amaranta Úrsula, ella tía y él sobrino, de cuya relación nace el último de los Buendía con cola de cerdo.
Lo cierto es que dicho día fuimos a parar al “Bohío”, negocio de Arturo Silva, contiguo a la casa de su pequeña finca llamada “Villa Claudia”. Todo era en guadua y palmicha, en el fondo había un lago que acogía patos.
A partir de dicho día comencé a distinguirlo, estaba en la barra cuando se saludaron con mi viejo. Vestía de blanco, llevaba corbatín bicolor bien anudado y zapatos blancos con plataforma. Era bajito, gordito, de imagen alegre, vanidoso al caminar pero muy tratable a la hora de la verdad. Fue un gaitanista convencido, lides que compartió con Anoraldo Olarte y Juan Piza, entre otros.
Cuando almorzábamos sucedió un accidente frente al negocio, un jeep y una camioneta chocaron. El vehículo en el que viajábamos fue ocupado para llevar heridos, motivo por el cual tuvimos que esperar hasta tarde para regresar. Animaba la tarde un buen conjunto.
Arturo Silva nació en Neiva en 1920, hijo de Pacho Silva Olaya y Vicenta Trujillo. Cursó primaria y bachillerato en el Santa Librada y estudio Derecho en la Universidad Libre. Tenía especializaciones de la Javeriana y la Nacional, esta última en Penal. Se casó con Fabiola Aldana Fierro, aipuna hija de Abraham Aldana Bohórquez y Ana Fierro, dama con quien tuvo nueve hijos: Gloria, Pacho, María Amalia, Carlos, Fabiola, Oscar, Arturo, Víctor Darío y Claudia.
Fue Contralor Departamental del 3 de enero de 1963 al 30 de junio del 65. Sucedió a Luis Eduardo Chávarro Benjumea y antecedió a Luis Augusto Guzmán Villegas. Jorge Villamil aprovechando un comentario callejero en el que decían que por celos había cogido a fuete a su secretaria en el despacho, inconveniente en el que medio el Gobernador Jaime Afanador Tovar, lo incluyó en la segunda estrofa de su bambuco fiestero: “Afánate Afanador”. Dice así: “Que baile ahora el chiquito Silva/ que es Abogado y es contralor, (bis)/ látigo en mano va castigando/ y controlando cosas de amor.
Como nosotros vivíamos en la calle 12 con carrera 5ª, me era fácil asistir al salón de audiencias del Tribunal Superior o los debates del Concejo que por entonces sesionaba en un cómodo salón del primer piso del “Palacio de Justicia”, hoy sede total de la Alcaldía que por entonces solo ocupaba el primer piso.
En ambos escenarios lo vi actuar con mucha solvencia, quien con su oratoria profunda al estilo gaitanesco, parecía estirarse. Lo vi en audiencias famosas y bien concurridas como la de Eduardo Falla Solano en la que actuó contra los argumentos acusadores de Álvaro Salá Villamizar, penalista de fama nacional, quien trataba de impresionar en todo. A Neiva llegó en su propia avioneta particular. También en la de Álvaro “Sancocho” Sandino Cuellar, donde actuó en compañía de Joaquín Sandino González, abogado recursivo y de mucha capacidad intelectual, contra sindicaciones de Eliecer Pinilla Rodríguez, penalista famoso regionalmente, quién vivía y tenía su propia oficina, vecina al teatro Cincuentenario por la carrera sexta. Era estudioso, altivo y desde luego poco tratable. Tenía un párpado caído que lo obligaba caminar con su cabeza ladeada hacia arriba, como si estuviera revisando el cableado eléctrico. Tal problema lo hacía ver más distante de la gente. Los defendidos fueron calificados por los Jurados de Conciencia como “No culpables”, motivo por el cual, pronto salieron libres.
Arturo Silva fue Concejal de Neiva varios períodos y presidió el cabildo de 1972 a 1974. Como lo dije hace ocho días, perteneció a la bancada del Progresismo Liberal, integrada además por Diego Omar Muñoz Piedrahita, Fabio Arce Luna y Joaquín Sandino González. Adelanto fuertes debates contra actuaciones de los alcaldes oficialistas, Julio Bahamón Vanegas y Guillermo Gutiérrez Vergara. Al primero por temas que tenían que ver con la realización de los Juegos Nacionales, la compra del Instituto Cervantes para constituirlo en Colegio Municipal -hoy Institución Oliverio Lara-, y la canalización de la Toma, defendiendo habitantes del 1º de Mayo, Chapinero, Mano Fuerte, Tenerife, Bajo Campo Núñez y El Mango. A Gutiérrez Vergara por su pésima administración en la que cometió la alcaldada de destituir al Personero por Decreto, nombrando a Alirio “Alicate” Ortiz como su reemplazo. Momentos difíciles para el Gobernador Héctor Polanía, quien le pidió la renuncia a Gutiérrez, encargando del despacho a Luis Alberto Ángel y nombrando después en propiedad, al personero destituido, Arismendi Mora Perdomo. Así calmó los exaltados ánimos de los habitantes de los barrios del sur que adoraban a “Cachipay” como le decían a Arismendi.
Cabe anotar que Arturo Silva también fue concejal de Rivera, donde hizo gran homenaje en “Casa Blanca”, a los directivos del “Voluntariado Liberal” de la campaña presidencial de Alfonso López Michelsen en 1974, Abelardo Forero Benavidez e Hilda Martínez de Jaramillo.
Tenía cosas simpáticas, le jalaba al hipnotismo. En cierta oportunidad -1971-, fui con varios compañeros para buscar con esta disciplina la consecución de los puntos de un examen de Física. Nos encontramos allí con unas niñas de la Presentación en las mismas y en ello gastamos la tarde. Desde luego, la persona sugestionada nos dio puntos que no salieron y perdimos el examen. Cosas simpáticas de Arturo Silva en su perfil humano, un gran hombre, excelente jurista y destacado concejal.