12 años de esclavitud
“Nada de lo humano me es ajeno”, dijo hace 20 siglos el poeta latino Terencio.

Y pudiéramos aplicarle la frase hoy al cine, al séptimo arte. De un lado, el amplísimo espectro de su variada temática no deja de tocar con su magia cada una de las fibras y dimensiones del ser humano. Pero, de otra parte, como resumen de todas las formas del arte (las visuales y las literarias, las sonoras y las kinéticas o dancísticas), recoge los lenguajes más sublimes (con sus géneros y subgéneros, con sus estilos, estereotipos y paradigmas) que la especie humana ha ido construyendo a lo largo de un millón de años.
La obra “12 años de esclavitud” mereció el máximo galardón de la Academia de Ciencias Cinematográficas en 2013 porque, a más del relato de un episodio emblemático y verídico de la historia norteamericana dentro del contexto histórico de la etapa previa a la guerra civil o de secesión, se yergue como una denuncia contra quienes comercian con la libertad y la dignidad del ser humano y muestran, como traficantes de personas, una perversidad mucho mayor que la de los hacendados esclavistas de los estados del sur de la Unión hacia 1850.
Uno se pregunta con asombro cómo, muchos siglos después de abolida la esclavitud, las diversas culturas europeas reimplantaron una práctica social deslegitimada y abandonada bajo la influencia de una religión sacrosanta que declaraba iguales a todos los seres humanos por ser hijos de Dios.
¿Cómo pudieron los españoles convencerse (a través de sofismas como “Los indios no tienen alma”), de la superioridad de la raza blanca, para arrasar con las culturas aborígenes so pretexto de ser distintas a las suyas y someterlas a trabajos forzados mediante formas veladas de esclavitud como la Encomienda, o abiertamente inhumanas como la captura, transporte y venta de africanos, en contravía de su elevadísimo credo religioso, basado en el amor y el respeto por el otro? Y ¿cómo entender a los descendientes de los fervorosos cuáqueros del Mayflower (que huyeron de su patria en busca naciones que respetaran sus creencias) declarar que los crímenes contra sus esclavos no eran pecado porque no eran humanos, y predicarles el evangelio mientras los abusaban y torturaban?
La historia de la humanidad es el recuento de la locura y de la insania que ella ha padecido por épocas. Después de tres siglos de padecer persecuciones inenarrables por parte de los romanos (sublime ejemplo de sacrificio de la vida por la fe), los cristianos someten a los romanos que no quisieron bautizarse o desterrarse, a los mismos suplicios que ellos sufrieron: la hoguera, el descuartizamiento o el empalamiento.
Alemania, la cultura de mayor desarrollo en toda Europa desde hace casi cinco siglos (por algo nos ha regalado a Hegel, a Marx, a Nietzsche, a Heidegger, a Bach, a Beethoven, a Brahms, a Bruckner, a Wagner, a Euler, a Freud, etc., etc.), acoge los hirsutos planteamientos sociales del nazismo, en los que la alemana resultaba ser la raza más pura y la predestinada a gobernar el mundo. No alcanzamos a imaginarnos su degradación al obedecer órdenes como las de insultar, escupir y golpear a otros seres humanos por el solo hecho de pertenecer a otra raza, y aprobar las razones para condenarlos al exterminio.
Alguien dirá que en países como el nuestro se asesina a cualquiera por motivos aún más irrelevantes como portar la camiseta del equipo contrario o por robarle el dinero o el celular. Sin embargo el caso es distinto, pues se trata de minorías desadaptadas, de grupos al margen de la ley que reciben el repudio del resto de la sociedad. Pero, ¿qué diremos cuando un grupo de criminales propone “refundar la patria” y un segmento considerable del notablato político lo acepta y decide convertirlo en política de Estado?
Se nos acaba el espacio para reseñar las formas de esclavitud que hoy subsisten, camufladas algunas, cínicamente desembozadas las otras. Pero lo grave es que haya quienes se nieguen a reconocerlas y, peor aún, a permitir que se las identifique y se las denuncie.
El Rincón del Botalón
LIBERIO SALAZAR TRUJILLO
Especial para Diario del Huila