viernes, 18 de julio de 2025
Variedades/ Creado el: 2014-06-02 09:30

El placer de trabajar para una noble causa

La música es un universo en sí con sus distancias y profundidades, inabarcable. Trabajar para ella, incluso en el grado de ‘obrero’, es un honor que muy pocos logramos.

Escrito por: Redacción Diario del Huila | junio 02 de 2014

 En vez de buscar muertos e historias escabrosas por doquier, preferí estar al lado de obras y compositores de todos los tiempos.

El día menos pensado, cuando me sentía agotado de madrugar para narrar historias de sangre, violaciones, accidentes y otros hechos escabrosos que rutinariamente se transmiten de Bogotá al resto del país, el azar de la vida se engranó a mi favor y me puso a trasegar los caminos que otrora me habían sido esquivos: los caminos de la cultura. Así como las cosas que solo cuando uno deja de buscarlas aparecen de repente, de esa manera llegó a mi vida la Orquesta Filarmónica de Bogotá.

No soy músico, ni director de orquesta. Tampoco soy famoso. Soy comunicador social y periodista graduado en la Universidad Surcolombiana, en agosto de 2005. Soy de Algeciras (Huila). Un pueblo donde nacen muchos y nos creíamos pocos, como me gusta decir jocosamente cuando me preguntan por mis orígenes.

Soy el periodista de la oficina de comunicaciones de la Orquesta y en líneas generales mi misión consiste en difundir y posicionar el nombre de esta hermosa entidad que en los corrientes cumple 47 de ardua labor en la difusión de la música sinfónica o clásica. La Filarmónica se diferencia de la Orquesta Sinfónica Nacional en que esta última es financiada por el Gobierno Nacional y la primera le pertenece a la Alcaldía Mayor de Bogotá y a los que viven en la capital.

Además de elaborar boletines de prensa y hacer videos sobre nuestros increíbles conciertos y proyectos, asisto por placer y convicción a todos los eventos, entre los que puedo destacar los conciertos tradicionales de los 96 músicos de la tradicional OFB y las presentaciones de las cuatro nuevas agrupaciones creadas durante esta administración: Una orquesta filarmónica juvenil de cámara (solo cuerdas), una banda filarmónica juvenil (vientos), un coro filarmónico juvenil y una orquesta filarmónica juvenil con todos los ‘juguetes’: violines, violas, violonchelos, contrabajos, flautas, oboes, clarinetes, fagotes, trombones, tubas, cornos, timbales, platillos, piano, clavecín y muchos instrumentos más.

Música y bizcochos de la mano

Nací en una casa del barrio El Triunfo, hace 32 años. En esta población que lleva el nombre de un puerto español sin ser un puerto, aprendí a escribir, a leer, a trabajar y a soñar cuando los televisores a color escaseaban y el teléfono celular solo existía en las películas de acción que veíamos con otros niños colgados de la venta de doña Cecilia.

Con un canasto enganchado en mi brazo derecho deambulé las calles de este pequeño pueblo ofreciendo bizcochos, almojábanas y pandeyucas especialmente a los campesinos que bajan los fines de semana de sus veredas. Casi siempre mi clientela mayoritaria estaba en las concurridas cantinas en donde aún suenan a todo volumen Darío Gómez, los Tigres del Norte, Vicente Fernández y Antonio Aguilar, entre otros tantos rancheros con los que la gente se embriaga para ‘curar’ penas y se muestra los dientes en los días de fiesta.

Mi contacto temprano con la música tuvo que ver con la ‘jarretona’ y otras canciones carrangueras que mi papá interpretaba en una vieja guitarra (parece que aún lo hace). La música popular siempre estuvo ahí, hasta cuando la asocié a la violencia y al desorden y la rechacé durante muchos años. Ya casi me pongo en paz.

En Algeciras viví hasta los diez años, luego estudié en un colegio público de Ibagué y representando a la Ligia de Gimnasia del Tolima me colgué la medalla de plata en los intercolegiados de Medellín en 1997. Más tarde por azares de la vida llegué a Neiva de la mano de Julián Nieto quién me apoyó para estudiar Comunicación Social y Periodismo en la Surcolombiana. En este sagrado recinto de la academia huilense, encontré las letras, el arte, el cine, muy buenos amigos, la rebeldía con causa, el escepticismo y me encontré a mí mismo.

Ocho años después de ese inmenso aplauso con el que mis conocidos celebraron mi tercer puesto en la I Bienal de Ensayo realizado por la Universidad, mi experiencia laboral da cuenta de mi paso por RCN Radio, Caracol Radio, la oficina de prensa de la Secretaría de Movilidad y la oficina de prensa de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.

Una vida sobre ruedas

En este momento cuando mis vibraciones tienen que ver con las melodías de Gershwin y Tchaikovsky, entre tantos otros clásicos universales y nacionales, mi pequeño organismo reacciona para conectarse con ese fugaz paso por el mundo de las letras y el deporte. La profundidad de la música clásica que conocí a mi llegada a Bogotá, pues en Neiva nunca tuve esa oportunidad, movió el interruptor que alumbró de nuevo esas cosas que había dejado rezagadas como esto de escribir una nota.

La calma que trae consigo la música clásica me permitió volver a las piscinas a nadar con dedicación como lo hacía en la Universidad y a montar en bicicleta, en la cual iré al Huila por estos días. Allí en mi tierra espero vestirme con la magglia rosa. Me imagino ese día en que la Filarmónica de Bogotá lleve las notas de paz a Algeciras, a ese pueblo azotado por la violencia y el olvido. Muy seguramente ese día un niño con un canasto enganchado en uno de sus brazos ofrecerá bizcochos y pandeyucas a los asistentes.

 

Especial Diario del Huila, Bogotá

         César Augusto Penagos